Néstor Tirri. “Usé una estrategia que le encantaba a Ettore Scola: la figura de la intrusa en una historia real”
El escritor y periodista presentó su nueva novela “La impostora de Parma”, que va tras los pasos de una sensual cantante de ópera
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Con un álter ego del autor entre los personajes narradores, escenas ambientadas en la mansión donde vivió el maestro Giuseppe Verdi con su esposa Giuseppina Strepponi y una obertura que se remonta al asesinato del rey de Italia, Humberto I de Saboya, en julio de 1900, La impostora de Parma (Paradiso), nueva novela del escritor y periodista Néstor Tirri, sigue las huellas de la misteriosa Camilla, joven y sensual cantante de ópera que, a los veintinueve años, desaparece del Teatro Regio de Parma en 1885. “Quiero aclarar que esta novela empieza con un atentado, pero no por oportunismo: la terminé de escribir hace años”, destacó el autor ayer al anochecer, durante la presentación en Dain Usina Cultural (Thames 1905).
Al inicio del encuentro, el actor Franco Tirri, hijo del escritor, leyó un fragmento de La impostora de Parma; lo mismo hizo al final la actriz Ingrid Pelicori, que pareció metamorfosearse en la condesa Aurelia de Parma, despidiéndose risueña y melancólicamente del rey Humberto I “ajusticiado” por un anarquista. En broma, la escritora Ana María Shua amenazó con leer las veinticinco páginas de un ensayo literario que había preparado sobre la novela a la concurrencia, entre quienes estaban la bailarina Paloma Herrera, la coreógrafa Ana María Stekelman, las escritoras Elsa Osorio, Clara Obligado, Liliana Escliar, Paula Pérez Alonso y Mercedes Halfon, los escritores Juan Sasturain y Raúl Brasca, la editora Paula Viale, el fotógrafo Silvio Fabrykant, los periodistas Hugo Beccacece, Carlos Morelli y Cristina Mucci y Rómulo Tirri (Nino Dolce), también hijo del autor. “Está sabiamente construida a partir de un coro de voces y por la maravillosa obsesión melómana de Néstor”, resumió Shua. El director, actor y régisseur Rubén Szuchmacher comparó la novela con una ópera y adjudicó a cada personaje un registro vocal.
Narrada en tres tiempos -de las últimas décadas del siglo XIX a mediados del siglo XX e inicios del XXI- por medio de cartas, monólogos, informes oficiales y apócrifos, “arias” y revelaciones, la historia de Camilla, la bella parmigiana, transita escenarios desconocidos e ilustres como el de Parma, consagrado por Stendhal; el puerto de Génova, desde donde partieron rumbo a América tantas familias, y el no menos ilustre barrio porteño de Flores.
“Fui saltando de una cosa a la otra de acuerdo a las necesidades de armar el relato -dice el autor a LA NACION-. Mi familia es de Parma y allá quedaron unos cuantos; dos veces presenté mis libros sobre cine en Roma y cada vez desde Parma mi prima María Teresa me deseaba suerte. Fue ella la que me dijo que tenía que escribir una historia de nuestra familia. Esta, en el fondo, es una historia de inmigración, con un descendiente de inmigrantes que en un momento intenta recuperar algo que le contó el padre y que en cierta manera es lo que me contó mi propio padre: que una abuela suya había tomado unas clases de canto con Giussepina Strepponi, la mujer de Verdi, nada menos, y que había desaparecido a los veintinueve años del Teatro Regio de Parma”.
Tirri aborda desde distintos puntos de vista un destino conjetural. “Aunque no tengo datos de lo que pasó con esa cantante, reconstruyo su historia con una imaginación entusiasta, haciéndola vivir con los Verdi en su mansión”, cuenta el autor, que conoció Casa Verdi en un viaje que hizo en 2015 a la tierra de sus ancestros. “Eso me sirvió para describir mejor algunas escenas de la novela -revela-. Nunca hice talleres, ningún escritor me aceptó porque ya tenía obra publicada y no les gusta que haya autores con esa experiencia. Pero Alicia Steimberg, que era como mi tía y que fue una gran amiga, me recomendó que había que priorizar los sentidos. ‘Todo lo sensorial es lo que le da carnadura a un relato, en lugar de esas disquisiciones con que arrancan algunos novelistas: es importante experimentar las cosas’, decía. Y esto me pasó en Casa Verdi. Lo viví muy intensamente al tocar el piano de Verdi, sus muebles, el sistema de calefacción que había traído de Rusia”. En uno de los capítulos de la novela, de regreso de un paseo, Verdi hace detener el carruaje y dirige a una banda de músicos circenses con la rama de un árbol como batuta.
Shua quiso saber por qué había llamado “impostora” a Camilla “No me pareció una impostora”, dijo. “Es como la ven los demás, como si fuera una impostora entre comillas -respondió Tirri-. Cada uno la ve de maneras distintas. El hecho de que haya aparecido en un escenario cantando en una obra para la que no estaba convocada, que se haya presentado en un convento de monjas como dama de beneficencia y con nombre falso para poder ver a su hija, que falsificara cartas la hacen parecer una impostora. Como pasa con muchas cantantes, era una persona normal que apuntaba a ser una diva. La misma Maria Callas fue una mujer común y corriente que empieza a refinarse y se proyecta a otro mundo, con otra dimensión y estatura, y algunas cosas tuvo que fingirlas. Son seres vulnerables, de condición humilde, que de pronto pasan a ser ovacionadas, deseadas y solicitadas; peronas que tienen que impostarse para afrontar un mundo para el que no están preparados”.
Indica que en su novela utilizó una estrategia narrativa habitual en las películas del director italiano Ettore Scola. “Años atrás, le había señalado a Scola su apelación al ‘intruso’ en Nos habíamos amado tanto -recuerda-. En ese film de 1974 rehace el rodaje de La dolce vita en la Fontana di Trevi, y los convoca a Federico Fellini, a Marcello Mastroianni y al equipo técnico del rodaje. Es una repetición textual o literal de un hecho ya ocurrido, pero ¡el realizador-guionista mete allí a un personaje externo, el de ficción!, el del argumento de Nos habíamos amado tanto, y eso modifica todo. Esa es la intrusa, el intreccio, algo así como el entrecruzamiento entre la historia real y el dato de ficción que inoculamos en esta historia nueva que contamos. Se crea otra situación, otro escenario, otra historia”.
“En mi carrera de Letras he tenido a notables profesores de literatura, pero en Scola encontré a un maestro de la narrativa, que diseñaba pequeñas historias afectivo-personales en el marco de la Gran Historia, el fondo social que transcurría en el entorno -concluye el autor, que en 2004 recibió la Orden de la Estrella de la Solidaridad Italiana-. Mi hipótesis, que a Scola le encantaba, es que él metía intrusos de ficción en la historia que los libros y los noticieros ya habían registrado. Tan sencillo y sin embargo qué interesante el efecto que provoca”. Como pasa con su nueva novela, una pesquisa familiar, operística e histórica.
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