Nathan Hill, la nueva celebridad de la literatura de Estados Unidos
Barcelona.– A juzgar por el resultado y por los hiperbólicos elogios de la crítica, la historia de Nathan Hill (1978) es casi un cuento de hadas sobre el eterno leitmotiv de cómo nace un escritor. Pero la humildad y el sentido del humor de aquel muchacho de Iowa que con su ópera prima ha hecho reflotar el viejo mito de "la gran novela americana" lo echa por tierra. Con El Nix (Salamandra) no solo ha ganado el premio Art Siedenbaum que entrega L. A. Times y el de la revista Lire al extranjero revelación 2017, entre otros, y ya ha sido traducido a más de 30 lenguas, sino que además lo han etiquetado como el nuevo Thomas Pinchon, Jonathan Franzen o John Irving. Y aunque Hill no se cree los elogios, tampoco es inmune ellos.
"Es un poco surrealista y exagerado, porque yo sólo escribí esta novela y ellos han publicado grandes novelas y llevan muchos años", matiza el escritor que se reconoce como fan de Franzen y, en especial, de Irving. "Es muy bonito porque Irving sí que fue una gran influencia para mí. Viví muchos años en Iowa, cómo él, y siempre me he sentido como uno de esos jóvenes que quieren ser escritores de los que hablan sus novelas", confiesa a LA NACION. Aún recuerda los nervios que sintió al conocer al maestro, en Oslo, donde comparten editor. Y la cosa no acabó allí, porque Irving luego lo invitó a Toronto a presentar su novela. "Me sentí intimidado, pero fue maravilloso", dice Hill. Y no es para menos porque el autor de El mundo según Garp soltó aquello de: "En mi opinión, Nathan es el mejor joven escritor de ficción en Estados Unidos. ¡El mejor!".
El problema con los elogios, "es que pueden ser adictivos", dice. "Me he dado de baja en FB y Twitter porque estaba enganchado", cuenta, temeroso de que esa droga pueda influir en su segunda novela, de la que lleva un centenar de páginas. "Para escribir un buen libro tienes que arriesgarte al fracaso", sentencia. Y Nathan Hill sabe de ambas cosas, de riesgos y adicciones.
Como el protagonista de El Nix, el frustrado profesor y escritor bloqueado Samuel Anderson, Hill también estuvo casi cuatro años enganchado a los videojuegos (en concreto, el World of Warcraft) hasta que lo dejó. "Pasaba por una mala época y la consola me servía para escapar", recuerda. Cuando se mudó a Nueva York en 2004 le robaron la notebook con la novela en la que trabajaba y todo lo que había escrito. Se sentía sólo y desgraciado, y entonces Hill se olvidó de agentes literarios y de las revistas a las que enviaba sus cuentos y se sumergió de cabeza toda una década en la historia con la que se había topado.
"No tenía nada cuando vi con mis propios ojos las protestas a la convención republicana de 2004. Los medios se preguntaban si serían tan violentas como los disturbios de Chicago de 1968 y comparar esos dos momentos históricos fue la primera idea para un relato que se me fue de las manos", explica.
El primitivo relato se convirtió en un vitriólico y desmesurado fresco de la historia americana desde los años del hipismo hasta el movimiento Occupy Wall Street de 2011, a través de un puñado de historias entrelazadas por la disfuncional relación del frustrado profesor Samuel y su madre Faye, activista de aquellas viejas revueltas que lo abandonó a los 11 años. La novela comienza con la reaparición, tras 20 años de ausencia, de aquella madre en la tele, como protagonista de un estrambótica intento de agresión a un ultraconservador gobernador republicano. Un execrable y un tanto psicótico personaje, retratado con ácido humor, que luego muchos identificarían a Donald Trump.
"Es muy curioso, porque escribí sobre el gobernador Parker más de ocho años antes de Trump. Ya se veía que las cosas podían avanzar en esa dirección, pero yo solo tomé las declaraciones de una serie de políticos conservadores y las reuní en un solo personaje", explica. "No hace falta tener mucha imaginación para la sátira, sólo hay que reflejar la realidad en otro contexto para que el lector perciba el absurdo", completa, en referencia a su premonitorio y ajustado retrato del actual presidente que define como una "casualidad".
Lo cierto es que el autor pasó varios años sumergido en el Museo de Historia de Chicago documentándose sobre las revueltas del 68. "Lo leí todo, panfletos, periódicos, carteles, con guantes porque allí conservan los documentos en frío", recuerda. Pero pronto se dio cuenta de que su novela, de carácter más político, iba virando por sí sola hacia territorios emocionales o psicológicos más vastos. De allí el título que remite a un ser mitológico de la tradición noruega con forma de caballo blanco que emerge del mar para llevarse a los niños incautos. "Aquello que más deseas, lo que más amas, puede destruirte", resume como meollo de ese espíritu del Nix o fantasma familiar que atraviesa la obra.
"Comencé a escribir la novela muy enojado por la reelección de Bush, pero seis años después todo ese material sonaba anticuado. Supe entonces que no tenía que juzgar a republicanos y demócratas, sino reflejar la extrañeza política de la época", explica. Rescribió centenares de páginas y la cosa no parecía tener fin. "Volvía para atrás y lo borraba todo. Me preocupaba que fuera una serpiente que se comiera la cola eternamente, pero de pronto comenzó a funcionar como un lento proceso de acumulación", recuerda. "Y a una historia se le añadía otra como esos percebes que se acumulan debajo del casco de un barco", añade.
De lo que no cabe duda es que la solidez de esa poderosa embarcación de casi 700 páginas a la que refiere Nathan Hill en buena medida depende de la diversidad de crustáceos incrustados. Vale decir, de la multiplicidad de registros y herramientas narrativas que despliega en una nave que, pese a sus dimensiones, parece volar sobre las aguas de la lectura. "Sabía que era una larga historia y que si me repetía sería mi ruina", confiesa el escritor que de joven tomó sus cursos de escritura creativa en la legendaria Universidad de Iowa y luego hizo un máster en la de Massachusetts. "Quería divertir, disfrutar y sorprender al lector, por eso aprovechaba cada oportunidad que me surgía para cambiar de registro o de voz narrativa, aunque fuera de forma tipográfica", confiesa.
El resultado está a la vista. Y puede que pronto en las pantallas, porque HBO prepara su adaptación en serie dirigida por John Logan.