Nathalie Léger: “Luchar sin convertirse en policía política o brigada moral es una responsabilidad”
Uno de los fascinantes libros de la escritora francesa, “Sobre Barbara Loden”, ahonda en la vida de una olvidada actriz y cineasta que filmó y protagonizó una película de culto
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Un nuevo título publicado por la editorial serrana Chai Editora permite conocer mejor -o descubrir- a la escritora y curadora francesa Nathalie Léger (París, 1960), de la que en español se había publicado La exposición, nouvelle protagonizada por Virginie Oldoïni, la condesa de Castiglione, aristócrata italiana que no fue solo la amante del emperador Napoleón III sino además figura clave en la historia de la fotografía (por su afición a los autorretratos, se la considera una pionera de la selfie).
Léger también es autora del ensayo Les vies silencieuses de Samuel Beckett y de la La robe blanche, inspirado en la artista italiana Pippa Bacca, que junto a Silvia Moro inició en marzo de 2008 la performance Novias en viaje, que consistía en “hacer dedo”, ambas vestidas de novias, desde Milán hasta Jerusalén, para promover un mundo en paz bajo el eslogan “Matrimonio entre diferentes gentes y naciones”. Víctima de la violencia de género, Bacca fue violada y asesinada en Turquía, a mediados de abril.
Sobre Barbara Loden, publicado en Francia en 2012, aborda a la hoy olvidada actriz y directora de cine Barbara Loden (1932-1980), que fue esposa del cineasta estadounidense Elia Kazan y que filmó una sola película, considerada una obra maestra: Wanda. Estrenada en 1970, ganó en el 31º Festival Internacional de Cine de Venecia el premio de la crítica a la mejor película extranjera. Loden interpretaba a Wanda Goronski, una mujer que vive una serie de peripecias -a veces violentas, a veces solamente tristes- luego de divorciarse y renunciar a la tenencia de sus hijos. El libro de Léger, que narra la pesquisa, los descubrimientos y la metamorfosis de la autora luego de recibir el encargo de escribir un perfil de Loden para una enciclopedia de cine, fue traducido por Nathalie Greff-Santamaria y Horacio Maez.
En 2020, la autora publicó la novela autobiográfica Suivant l’azur. Su obra ha obtenido varios reconocimientos, como los premios Lavinal Printemps des Lecteurs, el Livre Inter y el Wepler. También es editora y dirige el Instituto de Archivos de Publicaciones Contemporáneas (IMEC, por sus siglas en francés). Léger habló con LA NACION sobre Loden, su propia obra narrativa y el feminismo.
-¿Qué la atrajo de Barbara Loden y qué la vuelve interesante para el presente?
-Su soledad y terquedad. Hay que entender lo que significaba para una mujer querer ser cineasta en la década de 1960. No existías. Barbara Loden es una exbailarina de cabaret, una actriz increíblemente talentosa y paradójicamente desconocida, sin duda porque es la esposa de un gigante del cine de Hollywood. Para crear su espacio, para afirmar su proyecto, su única película, una obra de arte, Wanda, tomó una determinación inquebrantable. Ella también tenía que confiar en su intuición. Pero lo que es muy hermoso es el personaje que creó para expresar mejor su propia dificultad para existir. Wanda es una mujer derrotada, sin control del mundo; lo deja todo, no sabe nada, no tiene ningún objetivo, pero avanza. Este gesto de ruptura sin deseo, sin exigencias, sin triunfo, es desgarrador. La triste soledad de Wanda es desgarradora. No transmite ningún mensaje, no encarna ningún proyecto, es casi contrapolítica, por eso las feministas criticaron tanto a Loden cuando salió la película. Pero el arte no es militante; ahí es donde puede ser poderosamente político. Wanda es una gran película política porque escapa a la retórica y se aleja de la teoría. Al huir de eso se vuelve contundente y profética.
-¿Sobre Barbara Loden es parte de una “trilogía conceptual” sobre las vidas de tres mujeres artistas, Virginie Oldoïni, Pippa Bacca y Barbara Loden? ¿Por qué las eligió?
-Es gracioso: no sabía nada de este proyecto de “trilogía conceptual”. A decir verdad, nada del pacto secreto que existe entre estos tres libros fue premeditado. Todo tomó forma después, pero partí en la oscuridad total. ¿Cómo doy forma a una serie de impresiones, intuiciones, obsesiones? ¿Cómo anudar historias, anotaciones, obras, reminiscencias, para desentrañar algo desconocido? ¿Cómo puedo hablar de otra mujer, de mi madre, de su dolor, de su melancolía, de su sentimiento de abandono, a través del destino de otras tres mujeres? ¿Cómo, hablando de ella, podía reparar la injusticia que habían padecido? Murmuré cada palabra. No estaba segura. Recuerdo mis vacilaciones, recuerdo mi terquedad, mi esfuerzo por superar la vergüenza de hablar de mí misma, el tedio y la vergüenza, pero nada más lejos de mí que hacer una “trilogía conceptual”. Es verdad que cada vez que buscaba una forma para el relato me ayudó otra mujer. Y también es cierto que hicieron falta estos tres libros para llegar al final de una preocupación, para agotarla. Cada libro venía a completar, articular o cambiar lo que no se podía decir en el anterior.
-¿Encontró una nueva forma de narrar?
-A algunos escritores les gusta inventar una nueva forma, una nueva voz para cada libro. Admiro ese virtuosismo, pero no me interesa mucho. Me gusta la idea de la obsesión, de reincidir. Volver constantemente a un territorio muy pequeño para rumiar algunas ideas, esperando que algo tome forma, lentamente. Así que se necesitaron tres libros para llegar a decir aproximadamente lo que necesitaba decir sobre el sufrimiento de una mujer que fue humillada, sus fugas y su coraje.
-¿Cómo definiría su trabajo, que articula el ensayo con la narrativa, y la investigación con la autoficción?
-Es difícil definir tu propio trabajo. En primer lugar, creo que estoy tratando de confiar en una intuición, una especie de interrogante inicial. Y no hace falta decir que realmente tengo la sensación de que estoy atravesando una jungla espesa para encontrar la forma de esta intuición. Por ejemplo, ¿cómo se puede representar a una misma? La condesa de Castiglione, que es la aterradora reina del autorretrato, me ayudó a entender esto. ¿Cómo enfrentar a los demás, enfrentar a un hombre, cómo alejar su ansiedad, su impotencia, cómo encontrar la libertad? Barbara Loden me guía, ¿cómo afirmo una intención mayor que una misma, qué es una protesta? Y trataba de entender qué quería hacer esa joven, Pippa Bacca, arriesgando su vida en las autopistas de Europa. La novela es una forma espléndida porque te permite juntar todo: documentación, ficción, autobiografía, lo real en todas sus costuras.
"Fue en mi biblioteca, en compañía de Arlt, Pizarnik y Sabato, como conocí la Argentina; todavía creo que es en los libros donde conocemos mejor las cosas importantes."
-¿Qué opina del movimiento feminista de los últimos años?
-Es fundamental. Sea cual sea la forma que se adopte, no debemos dejar de protestar y, sobre todo, no dejar de pensar en las formas jurídicas, teóricas y lingüísticas que permiten contradecir sin descanso todas las figuras de la descalificación y alienación de la mujer. Las formas de esta protesta están cambiando. Es importante entender esto, incluso si a veces me sorprende la ignorancia de algunas jóvenes y su desprecio bastante innecesario por lo que sucedió en la década de 1970. La lucha por la anticoncepción y el aborto fue enorme, difícil, un gran cambio de paradigma, y se llevó a cabo con una inteligencia impresionante, vivacidad, determinación política, y a veces parece que no importa. Pero, después de todo, esta negativa a saber es indudablemente necesaria. ¿Qué sabíamos nosotras mismas de las luchas que nos precedieron? A menudo rechazamos la modernidad de los otros, en especial de aquellos que nos precedieron. Tener sentido de la historia es un trabajo realmente arduo. Y luchar sin convertirse en policía política o brigada moral es una responsabilidad. Una cosa es cierta: se avanza mucho gracias al compromiso cada vez más renovado de las mujeres.
-¿Conoce la Argentina?
-Fue en mi biblioteca, en compañía de Arlt, Pizarnik y Sabato, como conocí la Argentina; todavía creo que es en los libros donde conocemos mejor las cosas importantes, pero sé que me equivoco. ¿Conoces un lugar sin haber visto su cielo?, ¿se conoce un cuerpo sin haber escuchado su alma? Es poco probable.
Así escribe Nathalie Léger
Lápiz en mano, leo las memorias de Elia Kazan y transcribo palabra por palabra lo que dice de Barbara Loden: es salvaje, original, insolente y burlona, es jovial con los hombres, intrépida en la calle y sabe las cosas que una chica de campo no debe ignorar; hay algo impertinente en ella; tiene un costado muy provocador y bastante duro: da la sensación de no temerle a ningún hombre; tiene una gran dificultad para comunicar, salvo en los momentos de sentimientos fuertes, pasión o rabia, deseo sexual, ira, cuando los vínculos se ven amenazados; él dice: “Me vuelve loco pero la respeto porque no oculta nada”; ella dice: “No confíen en ningún hombre, lo único que tenemos es nuestro cuerpo, si lo quieren, que paguen, nunca cedan del todo, si un hombre las lastima, vénguense saliendo con otro”; tiene una sensibilidad extrema; es capaz de romperle la cara en medio de la calle a un director de casting que la difamó; de una naturaleza muy ruda, puede ser cruel; es agresiva, resistente al mal; quiere ser independiente, encontrar su propio camino.
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