Natalio Botana: "Lo que más me gustó de estos días fue la recuperación de la sobriedad"
Autor de Repúblicas y monarquías, el historiador mira en perspectiva la encrucijada de la Independencia tras los festejos por el Bicentenario
Uno de los grandes cientistas políticos de la Argentina y también historiador fundamental de la gran cronología del país, una mente que sabe pensar la política y uno de nuestros grandes intelectuales. Natalio Botana acaba de publicar Repúblicas y monarquías, la encrucijada de la Independencia, un tema muy apropiado para revisar tras las jornadas de los festejos por el Bicentenario del país. A continuación, una entrevista con el autor que se puede ver completa en el ciclo Conversaciones en LA NACION.
-¿Por qué este libro hoy? ¿Cómo lo investigaste y qué descubriste?
-Me llevó muchos años; es un libro muy denso, con muchísimo material. Traté de sacarlo este año porque a fin de cuentas siempre digo que las repúblicas buscan su origen. Y la Argentina tiene dos orígenes muy claros: el 25 de mayo de 1810 y el 9 de julio de 1816. ¿Qué encontré de nuevo? Es uno de esos lugares de la historia donde se ve con más claridad la fricción entre hechos e ideas. Los hechos que buscaban la violencia, que en aquel 1816 invadía todo lo que es nuestro territorio. Y las ideas que se escribían, que se leían, planteaban un proyecto de futuro, un horizonte que había que percibir para ver en qué medida se podía reconstituir un orden basado en la libertad, la igualdad y la justicia.
-Para eso leíste a Ingenieros, a Sarmiento, a Mitre; leíste a Alberdi, es decir, a todos los que observaron ese momento histórico con divergencias importantes, ¿no?
-Ése es el momento más rico y que está reconstruido en el epílogo del libro. Es el momento del siglo XIX, de ese gran siglo en el que se creó la Argentina, que va de 1816 a 1916. Este año es muy significativo, porque estamos recordando el Bicentenario de la Independencia y también el ascenso de Hipólito Yrigoyen a la presidencia, en 1916, que es el primer momento democrático del país. Ese siglo pensó la independencia con extraordinaria intensidad y sobre todo con libertad, y las discrepancias y divergencias fueron muy grandes entre ellos, entre Mitre y Vicente Fidel López, las dos grandes figuras que crean la historiografía argentina en aquel siglo XIX donde se ve la independencia. Ambos coinciden en lo mismo, como fundamental de la tradición argentina, pero advierten que la Argentina fracasa en el segundo capítulo del Congreso de Tucumán.
-¿Cuál es el segundo capítulo?
-Fracasan en diseñar una Constitución acatada y consentida por todas las provincias que habían intervenido en ese proceso, y ahí se arma una línea de reflexión muy interesante, que es que la independencia sobrevive, se transforma en un valor aceptado por todos y se abre curso a la gran discrepancia argentina, que es la discrepancia en torno al orden constitucional, a la Constitución que debería dar forma y continuidad a esa voluntad.
-¿En estos comienzos de la patria hay algún gen argentino que hayamos traído hasta aquí?
-Es muy difícil, porque la historia es una combinación entre continuidad y cambio. Hay algunas continuidades que se pueden percibir, pero diría que si hay un gen argentino simplemente es que la Argentina en ese momento era pura virtualidad.
-¿No existía la Argentina?
-No. Lo que existía era un conjunto de centros de poder, que se llamaban provincias, en un territorio muy desmembrado. Por otro lado, tenía que resolver la guerra contra las fuerzas armadas que permanecían fieles a la monarquía restaurada de Fernando VII. De modo tal que no, era el punto de partida de uno de los procesos históricos más típicos y más complicados del siglo XIX, que significa, en primer lugar, edificar un Estado y, en segundo lugar, poner en funcionamiento un régimen político que, felizmente, fue republicano.
-¿Cómo se festejó en 1916?
-En 1916 había un consenso muy grande sobre ciertos valores básicos de aquel país en potencia. Uno de ellos era la inmigración; el segundo, la educación pública, la gran victoria de Domingo Faustino Sarmiento. Había una actitud de optimismo porque se había logrado completar, como decían muchos, lo que le faltaba a la Constitución nacional, un ejercicio sincero de la libertad política. Con eso, y con la ley Sáenz Peña, llegó el radicalismo al poder
-¿Y cómo se mira hoy?
-De una manera muy diferente. Tengo la impresión de que el gran debate argentino de hoy no es en torno a los fines. Si decimos que tenemos que combatir la pobreza, si decimos que tenemos que lograr un federalismo mejor, si decimos que tenemos que lograr nuevamente un sistema educativo más adecuado a los tiempos, en eso estamos todos de acuerdo. El gran fracaso que tenemos que reparar es que no estamos de acuerdo con los medios institucionales para llevar adelante esos fines. Por los años venideros tenemos por delante esa gran batalla, que nos permita crear algunos pactos refundadores.
-¿Qué sentiste el fin de semana con este fervor que apareció de repente en la calle?
-Un intervalo. Lo que más me gustó de estos días fue la recuperación de la sobriedad. Eso me parece muy importante, porque en la última década padecimos una suerte de espectacularización de la política que alcanzó su momento culminante en el Bicentenario de 2010.
Entrevista completa
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