Muestras y festivales de varios países comienzan a difundir un valioso legado experimental, tras la digitalización de sus películas; el reconocimiento le llega a los 95 años, “cuando ya no importa”
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“Llega todo demasiado tarde. La fama te llega cuando ya no te importa, no tenés mucho interés. Yo nunca fui de perseguir eso, porque si no hubiera hecho otro cine”. La voz que se oye en off durante casi todo el video es la de Narcisa Hirsch, una de las pioneras del cine experimental argentino. Apenas se ve unos segundos su figura, acurrucada en un sofá a los 95 años, mientras observa cómo nieve en su jardín de Bariloche. Una escena que parece llamarle mucho más la atención que el éxito creciente que está teniendo su legado.
“Estamos empezando y estamos explotando, no doy abasto con todos los pedidos que hay”, dice Tomás Rautenstrauch, cineasta y nieto de la artista, que impulsa la flamante Filmoteca Narcisa Hirsch para preservar su archivo y ponerlo a disposición del público desde su sede en Barracas. “Es el momento de Narcisa –opina–, igual que el de otros artistas que están al final de su carrera”.
Prueba de ello es que el Fisher Museum de Los Ángeles abrió ayer la muestra Narcisa Hirsch: en relación. Se suma a su primera retrospectiva, que se exhibe hasta el 19 de noviembre en el CCK, y a los ciclos de sus películas que acaban de dedicarle el Malba y Los Angeles Filmforum. Este mes se inaugurará una exposición en Viennale, el Festival Internacional de Cine de Viena, y el próximo sus obras participarán en Canadá del Media City Film Festival. También del Valdivia International Film Festival, que comienza el lunes, y del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en noviembre.
Una figura clave en el redescubrimiento de una artista que se presenta como “una famosa cineasta desconocida” es Erin Graff Zivin, profesora de español, portugués y literatura comparada en la Universidad de Southern California (USC). Además de ser curadora de la muestra actual en Estados Unidos, para la cual realizó con Tomás el video citado al comienzo de esta nota, logró conseguir una beca de su universidad que permitió escanear desde el año pasado en alta calidad una extensa producción que en gran parte había permanecido oculta.
“Varias películas estaban digitalizadas, pero muchas otras no se conocían y ahora se pueden distribuir”, explica Tomás en referencia al reciente rescate de más de medio centenar de copias únicas, en su mayoría cortometrajes, que se fueron deteriorando por el tiempo y las proyecciones. Por ejemplo, el Retrato de Marta Minujín en su taller en 1974, cuando la reina del pop todavía no usaba sus característicos anteojos. Se proyectó por primera vez días atrás en el Malba, con la presencia de la retratada y su familia.
“Me había olvidado de que había hecho esa entrevista en el taller, que muestra tal cual era yo –dijo a LA NACION esta última, medio siglo después de haber presentado ante la cámara la pintura de un pene rosa gigante–. Me pareció muy gracioso el documental, fantástico. Narcisa es una muy buena artista, hace películas muy interesantes e innovadoras”.
Eso fue lo que llamó la atención de Graff Zivin al ver El Aleph, un cortometraje que condensa la historia de una vida en apenas un minuto, inspirado en aquella esfera tornasolada que permite ver el “inconcebible universo” desde todas las perspectivas en forma simultánea. “Como lectora de Borges inmediatamente me fascinó cómo Hirsch haya podido traducir, transformar, adaptar y hasta distorsionar el cuento; más que destruirlo, permite nuevas lecturas”, dijo a LA NACION esta experta.
Luego descubrió que muchas de sus películas —filmadas en su mayoría en Super 8 y 16mm—dialogaban con la narrativa (Borges, Cortázar), la música (Steve Reich, Philip Glass, Caetano Veloso, Nina Simone), el cine (Michael Snow, Michelangelo Antonioni) y el baile. “Además -agregó-, me fascina que una mujer de su generación haya tenido un papel importante en el cine experimental, un espacio fuertemente masculino”.
Nacida en Berlín en 1928, Narcisa llegó a Buenos Aires en la década de 1930. Su madre, Narcisa Kilian, era bisnieta de Narcisa Pérez Millán, nacida en la Argentina. Su padre, Heinrich Heuser, era un pintor expresionista de quien heredó su vocación artística. En 1950 se casó con Paul Hirsch, empresario e impulsor de la Fundación Antorchas.
Si bien dibujaba desde la adolescencia, en esa época comenzó a asistir a talleres de dibujo y pintura. Hasta la década siguiente hizo dibujos, grabados y pintaba con óleo, cemento, arena. Varias veces expuso en la galería Lirolay, la galería de vanguardia del momento.
“Era la época del Di Tella, de Jorge Romero Brest, un gurú muy potente de aquel entonces –dice una cita suya en la muestra del CCK, curada por Daniela Muttis–. Aunque no pertenecí al Di Tella (nunca me invitaron), me interesó ese movimiento y cuando Romero Brest dictaminó que la pintura de caballete había muerto, dije ‘chau’ y con un grupo de gente comenzamos a salir a la calle y a hacer happenings. Si no me querían dentro de la sala, tenía el mundo entero para hacer lo que quisiera”.
En ese grupo jugaron un rol importante Marie Louise Alemann –cuyo legado fue rescatado el año pasado por Rolf Art, y también se conserva en la Filmoteca Narcisa Hirsch– y Walther Mejía, con quienes impulsó innovadoras acciones artísticas. Entre ellas Marabunta, un happening que quedó registrado en un cortometraje. En octubre de 1967, durante el estreno de Blow-Up de Michelangelo Antonioni en el teatro Coliseo, ofrecieron un festín servido sobre un esqueleto de yeso, de tres metros de largo, dentro del cual había palomas y cotorras. Al salir de la sala, el público se abalanzó sobre las frutas y los sándwiches, arrojaba panes o se apresuraba a guardar los alimentos en sus bolsos.
Si bien el vínculo con Mejía tuvo un desenlace oscuro –se dice que planeaba secuestrar a Narcisa para extorsionar a su marido; luego se fue del país y se le perdió el rastro– con Alemann la amistad se mantuvo. Desde 1974 presentaron juntas en el Instituto Goethe un ciclo de proyecciones dedicado principalmente al cine experimental. “Nunca hubo masas de gente que se interesaran por eso”, le dijo Narcisa a Erin en su entrevista. Todo indica que el interés masivo está despertando.
Para agendar:
Narcisa Hirsch. La intensidad de una mirada, retrospectiva curada por Daniela Muttis en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151), hasta el 19 de noviembre. Entrada gratis.
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