Nada más que fotografía
Muestras individuales y el Festival de la Luz testimonian el espacio ganado por los fotógrafos contemporáneos
En los años sesenta la fotografía comenzó a incorporarse al mundo del arte. Andy Warhol, Robert Rauschenberg y Jasper Johns, siguiendo la lógica del ready-made de Duchamp, la utilizaron para integrar la cultura de masas en el arte de elite. Al hacerlo, rompieron con su estética formal. Con la mezcla de objetos, medios y materiales, violaron rudamente las categorías de forma y belleza de la fotografía artística moderna. Esta perdió sus cualidades intrínsecas y se incorporó al interior de un tipo de obra de arte heterogénea, impura.
El desplazamiento de la fotografía hacia las artes visuales se profundizó poco después con el conceptualismo. La famosa "desmaterialización de la obra de arte" sólo pudo cumplirse con su uso como medio capaz de dejar memoria de las obras y de su recepción.
Con la incorporación en el campo de las artes plásticas o visuales se produjo una evidencia: de un lado había quedado la fotografía moderna, pura; del otro, la fotografía como recurso de investigación artística. Lo que diferenciaba ambas categorías era, ante todo, un proceso ideológico. Los pintores que la utilizaban como medio consideraban sus resultados dentro del contexto de las artes plásticas y sus trabajos se exhibían dentro de los circuitos habituales de la pintura y la escultura. Los fotógrafos profesionales siguieron mostrando sus obras en los espacios institucionales especializados (crítica, galerías y revistas de fotografías).
Los artistas (no siempre buenos conocedores de la técnica fotográfica) hicieron de ese medio un instrumento conceptual. En parte, fue un recurso apto para retomar la figuración abandonada por la pintura y para volver a los géneros tradicionales, como el retrato, el bodegón y el paisaje (muchas veces las fotografías fueron encargadas a profesionales). Asimismo, fue el medio principal para las "apropiaciones", prácticas especialmente abundantes en los años noventa, inspiradas en el ensayo "La muerte del autor", de Roland Barthes.
En los últimos tiempos, en relación con la consagración histórica de la "era de la imagen técnica", la fotografía pudo ser tratada digitalmente (posfotografía) o se integró en el net art (un arte realizado en Internet y para Internet). Por estas vías, se desarrolló también la nueva fotografía narrativa, "cinematografiada".
Puntos de mira
Varias exposiciones de fotografía presentadas en galerías de Buenos Aires muestran el desarrollo de algunas de esas categorías (por supuesto, en el arte todas las clasificaciones son impuras, heterogéneas).
En la galería Luisa Pedrouzo, Fabiana Barreda presentó la muestra "Sueños de agua. Casas de arena". Las fotografías exhibidas dan presencia durable a los frágiles castillos de arena moldeados con baldecitos de plástico en la playa. Otros elementos anclan los sentidos del conjunto: un pequeño Cabildo de Buenos Aires transparente, sumergido en agua; un huevo hallado al azar en la playa; casas de acrílico y un castillo de arena, siempre a punto de derrumbarse. Todo habla de la fragilidad (de las instituciones y, también, de lo más íntimo y personal).
Isabel Chedufau (arquitecta y pintora inclinada hacia la fotografía), en la Galería Del Infinito, exhibió varias series "cinematografiadas". Los conjuntos, con cinco o seis imágenes, muestran fragmentos de ámbitos o personajes hospitalarios. Las escenas -sala de internación, ambulancia, quirófano, enfermera- están enfocadas sistemáticamente desde el "punto de vista" del enfermo. Este no puede mirar más que desde una posición rígida y horizontal, la única permitida por la cama o la camilla. Al paciente le resulta imposible ver otros detalles, fuera de su campo de visión, que siempre enfoca el techo, la parte superior de la sala y sus lados (lo que le permite el giro de la cabeza). Las fotografías no dejan de tener un sentido profundamente ligado al sufrimiento, el dolor, la enfermedad y la muerte.
En la Galería Dabbah-Torrejón, con el título "Hoy o mañana", exponen fotografías cinco artistas de orígenes muy diversos. Entre ellos, Juan Doffo, un prestigioso pintor, reconocido por sus cuadros de fuerte empaste con pampas arrasadas por el fuego. En los últimos tiempos, la fotografía se convirtió en un medio arto para su iconografía de acentos rituales y de fuegos que aluden a la purificación. En esta oportunidad, la fotografía Abismos hechos de tiempo (Padre) parece aludir a la tumba excavada de su padre, frente al horizonte del pueblo natal bonaerense (Mechita, que se reitera en su obra desde hace años).
Dino Buzzone muestra en su fotografía máquinas de guerra -amenazantes tanques-, en un escenario de desastre. Todo es falso, aunque verosímil. Sus imágenes, como en otras series (Italkpark etc.) provienen de un escenario armado con miniaturas pacientemente construidas y de pequeños juguetes en escala, como una escenografía liliputense.
Cecilia Biagini, formada en la beca Kuitca y en el taller de Martín Reyna, muestra la imagen de una ciudad iluminada por fuegos que explotan en el cielo. Lo que no puede saberse es si se trata de un festejo (fuegos de artificio) o del terror de un atentado (fuegos de destrucción). Gian Paolo Minelli, suizo residente en Buenos Aires, presenta fotografías tomadas en la inmensa cárcel de Caseros. Dos vistas, de preciso formalismo, muestran el mismo lugar durante el proceso de demolición. Toda la serie apunta a registrar cómo vivieron los reclusos en esos espacios. Eleonora Margiotta, fotógrafa y escenógrafa, exhibe una escena de narratividad cinematográfica, cuidadosamente producida. Un personaje, en primer plano, extiende con angustia su mano hacia la cámara que registra la escena del desastre Todo es destrucción y muerte. Sin embargo, la lectura cuidadosa de la imagen muestra las huellas intencionalmente visibles de la ficción.
Mientras tanto, en el contexto del 1er. Festival Internacional de Roma, en la muestra "La fotografía contemporánea de Nueva York a Chile", presentada en el Instituto Italo-Latinoamericano, participan cuatro argentinos. Invitados por el curador chileno Antonio Arévalo (tuvo a su cargo el envío de su país a la última Bienal de Venecia), exponen Graciela Sacco, Miguel Rothschild, Matilde Marín y Carlos Fernando Herrera.
Festival de la Luz
Las exposiciones de fotografía abundan en estos días en Buenos Aires. Desde el pasado jueves y hasta el 30 de septiembre, con el título "Entre el mar y el cielo", se realiza la edición argentina de los XII Encuentros Abiertos Festival de la Luz, organizado por la Fundación Luz Austral. El Encuentro forma parte de un proyecto internacional de festivales similares, que se exponen, entre otras ciudades, en Rótterdam, México City, Estocolmo, París, Madrid, Houston, Barcelona y Toronto.
Museos, centros culturales, galerías y otros espacios de arte de Buenos Aires y algunas provincias, presentarán más de 170 exposiciones, cuyas curadurías fueron encomendadas a galeristas, críticos, curadores, fotógrafos y artistas. Algunas muestras de creadores extranjeros se exhibirán en el Museo Nacional de Bellas Artes, la Alianza Francesa y la Fundación Proa. En el Museo Eduardo Sívori se presentará la muestra de homenaje a Alicia D´Amico, fallecida el año pasado, que fue una de las principales curadoras de los Encuentros. Otras exposiciones tendrán su sede en el Museo Saavedra, en las vidrieras del Museo de la Ciudad, en el Museo de Arte Moderno, en el Museo Fernández Blanco, en el Museo del Cine, en el Museo José Hernández y en el Centro Cultural Recoleta.