Museo del Juguete: un viaje histórico al corazón de la infancia
Una muestra permanente en San Isidro permite desandar el tiempo para reencontrarse con juegos antiguos y también de otros países; además de ver sus 600 piezas, de baleros a trompos y muñecos, hay talleres lúdicos gratuitos
Cuatro salas con juguetes de todas las épocas en exhibición y otros al alcance de la mano de los visitantes. Rayuelas pintadas en el piso y enormes aviones de papel colgando del techo. Juegos de construcción para armar lo que dispare la imaginación y casas de muñecas con vajilla de cerámica en miniatura para tomar un té real. Todo eso y más ofrece el Museo del Juguete de San Isidro, una institución dedicada a preservar la cultura de la infancia y el universo del juego en todas sus variantes.
Inaugurado en julio de 2011 en una casona de Boulogne donde hace décadas funcionó un hogar para chicos sin familia, este particular museo toma los juguetes como soporte para representar la evolución del concepto de niñez a lo largo de la historia. En el recorrido guiado por las salas y también en los talleres participativos que organiza el Departamento Educativo, el eje es el juego como recurso para aprender y entretenerse en el camino. La colección original pertenece a Ricardo Olivera Wells, que es colaborador del equipo directivo del museo. Otro impulsor de la idea fue el artista Jorge Meijide, que realizó réplicas a gran tamaño de juguetes de su infancia, como autos de madera, figuritas y baleros.
Cada sala está dedicada a una temática diferente. Jugar con nada/Jugar con todo remite a los juegos heredados, que se transmiten de generación en generación. Allí hay juegos de calle y aire libre: patines, carritos de rulemanes, soga para saltar, patinetas, trompos, bolitas. También, algunos construidos con piedras y huesos, para jugar a la payana y la taba. No podía faltar, claro, la rayuela. En una de las paredes hay un mural (una reproducción de Juegos de niños, de Brueghel) que les sirve a los educadores para plantear preguntas y acertijos. Es la excusa ideal para explicar la dimensión histórica al juego.
"Este museo es un lugar de transmisión patrimonial. Muchos padres y abuelos traen a los chicos para mostrarles con qué jugaban cuando ellos eran chicos. Sacan fotos para compartir en las redes sociales. Se emocionan mucho. Las piezas exhibidas van cambiando. Así, si uno visita el museo varias veces al año, verá juguetes distintos", cuenta Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria de Comunicación y Cultura de San Isidro.
En todas las vitrinas hay carteles que indican nombre y modelo del juguete, lugar de fabricación y año. La mayoría son de industria nacional, de 1940 en adelante. Entre las muñecas está la famosa Marilú con la que jugaban madres y abuelas, pero también están las Barbies. Entre los personajes de película aparece un Harry Potter mínimo de la serie Lego y un Buzz Lightyear de Toy Story. Con los años, la colección se amplió gracias a las donaciones de familias y hasta de muchos chicos que se desprenden de juguetes que ya no usan. Las piezas reunidas son cerca de 600. En un taller que funciona en el salón de usos múltiples, donde también se hacen proyecciones y encuentros con artistas, Fernanda Tolaba se encarga de catalogar las donaciones, reciclar los juguetes y organizar el montaje en cada sala. "En promedio, cada año, entre 20 y 30 personas donan alrededor de 50 juguetes. Ya hemos reemplazado con las donaciones entre un 60% y un 70% de la colección original de Olivera Wells", cuenta la responsable del área técnica. Quienes deseen contribuir deben acercarse con una foto del objeto y allí les explicarán los pasos a seguir. No todos sirven para exponer, pero sí pueden ser parte de los juegos libres que se ofrecen a los visitantes.
En la sala Construir/Destruir hay juegos que permiten crear y otros que representan la guerra, la violencia, como armas, tanques y soldados. "Es la parte más polémica", reconoce Jaureguiberry. "Pero sirve para mostrar la tensión entre lo que nace y lo que termina." Por eso, allí hay juegos relacionados con la crianza y la primera infancia (sonajeros, móviles, peluches) y también herramientas y elementos de construcción, como ladrillos, maderas, Mecanos y Legos. "A los más grandes les hablamos sobre los materiales de los juguetes, cómo fueron cambiando a través del tiempo: de la madera y el metal al plástico y similares. En especial, cuando nos visitan escuelas técnicas. En la diversidad del material se aprende sobre la historia", agrega Marcela Giorla, guía y educadora del museo.
Para tocar, armar y jugar hay una máscara de metal realizada con elementos reciclados que permite cambiar de lugar la boca, la nariz y los ojos para crear distintas caras. Sobre una alfombra azul se extienden piezas de un rompecabezas gigante para que chicos y grandes jueguen a armar infinitas variantes.
"En esta sala trabajamos sobre la idea de la construcción de la infancia y de las infancias. También, sobre la historia del juguete en la Argentina y los fabricantes. Los domingos organizamos un día de construcción: Olivera Wells trae sus Mecanos y ladrillos para que los chicos armen juguetes. Es una de las convocatorias más exitosas", continúa Giorla. Tomás Caruso, otro integrante del equipo educativo, prepara juegos al aire libre en el parque, como carreras de avioncitos, barriletes y autos de madera. Estas actividades lúdicas, más la amplia oferta de talleres gratuitos que ofrecen en conjunto con el grupo Flexible, son las otras patas de la propuesta educativa del museo.
Formar una comunidad
La sala Universo/Mi casa agrupa los juguetes de viaje (autos, motos, carros, colectivos, camiones, aviones) y los domésticos (cocinas, planchas, muñecas, casitas de madera con muebles y vajilla). Cuando se presentó al público una casa antigua de muñecas que integra la colección, los educadores organizaron una tarde de té en el parque y lo sirvieron en tacitas mínimas de porcelana. En una vitrina hay juegos de mesa, como El Cerebro Mágico, el Estanciero, el Ludo Matic, el juego de la oca. Para que jueguen los visitantes se ofrece una réplica de madera de un Quoridor, un juego de ingenio grupal creado en Francia en 1997, que tiene un tablero similar al de las damas y cuya meta es avanzar de a un cuadro por vez, con la posibilidad de bloquear el paso del contrincante. Esta réplica fue construida por Sebastián Boado, un artista de San Isidro, a quien el museo le encarga diseños de juguetes del mundo.
Por último, en la sala Trabajar/Descansar hay juguetes que representan el mundo del trabajo y del ocio. Desde máquinas de coser y tablas para lavar ropa de muñeca hasta aparatos electrónicos, como videojuegos, proyectores, radios, teclados. Para jugar hay un Pac Man real.
El equipo de Comunidad del museo, a cargo de Susana Maresca, lleva adelante proyectos especiales con asociaciones del barrio. Algunos talleres se desarrollan en las instalaciones del museo, y en otros casos, el equipo lleva las actividades a comedores y escuelas de la zona. En 2011, convocaron a los chicos del barrio a filmar cortos animados con los dispositivos de los que disponían y las películas se proyectaron a fin de ese año en un acto abierto a todo público. Esa iniciativa disparó el vínculo entre el museo y los vecinos, que son desde entonces visitantes frecuentes.
El año pasado, el Museo del Juguete participó de las jornadas El Museo Reimaginado. Junto con el Museo Ferro White ganaron el concurso La coronación, con un proyecto que combina historia y juego: "Qué rápido ruedan las ruedas del ferrocarril", una muestra itinerante de trenes de juguete. El 27 de noviembre viajaron a Bahía Blanca en tren y presentaron el proyecto al público durante la travesía. Una experiencia lúdica que ninguno de los pasajeros olvidará.
Para ir a jugar
Museo del Juguete de San Isidro General Lamadrid 197 (Boulogne) De miércoles a domingos, de 11 a 17. (Feriados cerrado.) Bono contribución: $ 2
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