Murió la poeta Irene Gruss
Voz singular de la poesía argentina, Irene Gruss murió esta madrugada en la ciudad de Buenos Aires. Hace pocos días, la autora de La dicha y Solo de contralto había regresado de descansar en Villa Gesell. Amaba el mar. Porteña, había nacido en agosto de 1950. Cierta musicalidad envolvente, un humor irónico y el tono de desafío eran algunos de los atributos de su escritura. Aunque su primer amor fue la música, siempre había querido ser escritora.
"Con la muerte de Irene Gruss, la poesía argentina pierde a una de sus voces más destacadas. Poeta cabal, íntegra, no se limitaba a ser, como diría Virginia Woolf, una catadora de superficies sino que indagaba siempre debajo, en lo profundo. Maestra de poetas, cuánto me enseñó. Fue una mujer intensa, lúcida, generosa, y le agradezco estos casi cuarenta años de amistad, aunque sea ahora tan doloroso despedirla", dijo a este diario la escritora María del Carmen Colombo. Familiares y amigos informaron que el velatorio se realizará este jueves, de 10 a 12, en Casa Barberis (avenida Belgrano 3782/84).
Con otros grandes autores como Jorge Aulicino, Daniel Freidemberg, Alicia Genovese, Jorge Asís, Rubén Reches (que falleció recientemente) y Marcelo Cohen, formó parte del emblemático grupo que, a comienzos de los años 70, integró el taller de Mario Jorge De Lellis, donde se pusieron en cuestión algunas líneas estéticas de la literatura argentina. Gruss publicó El mundo incompleto (1987), La calma (1991), Sobre el asma (1995) y En el brillo de uno, en el vidrio de uno (2000), entre otros libros. En 1975 había obtenido el Premio Municipal de Poesía concedido por obra inédita.
En 2008, el sello Bajo la Luna publicó su obra reunida, titulada La mitad de la verdad, y en 2015, Ediciones del Dock dio a conocer Entre la pena y la nada. Sus poemas aparecen en varias antologías de poesía argentina contemporánea. En el prólogo de Humo. Antología personal, de 2013, Liliana Díaz Mindurry señalaba que en la escritura de Gruss había cierto ánimo de desmesura, cierto padecer, pero que la vida como afirmación, sin embargo, prevalecía. "No hay lugar para la huida, ángel/ del deseo./ Ellos, que dicen que son fantasmas,/ siguen haciendo malas artes,/ influyen, lo hacen bien,/ estorban la huida, ángel/ del deseo. Me corrompen/ Adonde fuera, el sol o la lluvia/ me perseguirían como un testigo", se lee al inicio de "Jinetes del apocalipsis", poema del libro La calma.
"Yo escribo para mí, no escribo ni para el pueblo ni para la familia ni para la novia ni para nadie, yo escribo para mí, a solas, pero qué pasa, cuando veo que eso ya tiene forma y es un libro, pienso en cómo lo va a leer el otro, porque sino… Te lo explico mejor: veo los poemas y les pregunto '¿y a mí qué me importa?'. Imaginate cuando está el libro hecho, si yo me lo pregunto y el libro no me lo contesta, ¿para qué lo voy a publicar?", declaró en una entrevista con el suplemento Las 12. Desaconsejaba a los jóvenes escritores el apuro por publicar y la autorreferencialidad.
Gruss también escribía narrativa, y en 2007 publicó Una letra familiar. Ese volumen reúne recuerdos y anécdotas que se dejan leer como episodios fragmentarios del desarrollo de lo que sería una voz poética inconfundible. Colaboró en célebres revistas literarias como El Escarabajo de Oro, El Ornitorrinco, El Lagrimal Trifulca y Diario de Poesía, y sus poemas fueron publicados en medios gráficos de todo el país. Con el auspicio del Fondo Nacional de las Artes, dio talleres de escritura en varias provincias.
Llevaba un blog muy actualizado de sus lecturas, con poemas y escritos de otros autores, llamado El Mundo Incompleto. Su última publicación, del 1 de diciembre pasado, consiste en un recuerdo de la escritora Hebe Uhart. "Nos juntábamos a tomar café muy seguido; Hebe, ansiosa, siempre llegaba antes y no daba tiempo a que me sentara para contar sus 'novedades'. En general, verbalizaba cuentos enteros que recién había escrito, o que iba a escribir, con la misma forma, la misma puntuación. Amante de Simone Weil, Flannery O’Connor y Felisberto Hernández, esos cafés fueron clases magistrales que tuve el lujo de recibir", contaba la poeta. A partir de hoy, tal vez para que el mundo de la literatura parezca menos incompleto, muchos de sus amigos recordarán encuentros similares con Irene Gruss en los bares de Almagro.
Un poema de Irene Gruss
Le hablo a la pared.
Hay quien escribe poemas
en un muro y luego se despide, tira
la carbonilla a un lado.
Lo mío es hablarle siempre a la pared,
antes que la derrumbe un fuego
o el tiempo simple.
Ah, ilusa,
empecinada en atender lo que calla,
lo que dice.
de La pared, Nudista, 2012
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