Murió Neustadt, un periodista polémico con estilo propio
Bernardo Neustadt falleció ayer, a los 83 años, de un paro cardiorrespiratorio mientras almorzaba en su casa de Martínez, informó su secretaria. Sus restos son velados en su domicilio. El sepelio será a las 13, en el cementerio Memorial, de Pilar.
* * *
Murió un periodista de raza y, como si fuera poco, el destino se encargó de ratificarlo al poner punto final a su vida precisamente ayer, cuando quienes trabajamos en esta profesión celebrábamos nuestro día.
Inspirado, polémico, sagaz y ubicuo, Bernardo Neustadt supo sintetizar en sí mismo como ningún otro las grandezas y las miserias del oficio de informar. Creador del gran show político televisivo, trabajador infatigable, profesional todoterreno (se destacó tanto en la prensa escrita como en la radio y en la TV), su larga y profunda huella precursora en el periodismo argentino aún hoy sirve de ejemplo, para bien o para mal, incluso para quienes más lo denostaron.
Dueño de un estilo directo y simplificador, durante sus años de mayor influencia, los políticos le rindieron pleitesía y hasta llegó a ser el mayor ideólogo del menemismo durante la década pasada.
Había nacido el 9 de enero de 1925, en Rumania, cuando su padre trabajaba en la embajada argentina en Bucarest. Seis meses después, la familia Neustadt se instalaba en la Argentina. Los que lo han conocido más íntimamente aseguran que cierta melancolía que lo acompañó toda la vida devenía de su triste infancia y adolescencia, pupilo en rígidos colegios católicos y por la indiferencia y dureza que le dispensaron sus padres.
Entró en una redacción, por primera vez, a los 14 años y nunca más se alejó del periodismo. Fue cronista deportivo en sus comienzos y dirigió la revista Racing, el club de sus amores y otra fuente, claro, de desdichas.
Su carácter taciturno y solitario facilitó su entrega completa a una profesión por demás absorbente. No obstante, tuvo tres matrimonios y otras relaciones más informales con mujeres, pero no deja descendencia.
Se inició en el diario El Mundo (donde llegó a dormir cuando lo echaron de su casa) y fue en Clarín donde abrazó definitivamente el género en el que se destacaría: el periodismo político. Allí competiría a brazo partido con Jacobo Timerman, con quien coincidía en una sola cosa: el mutuo fastidio que se profesaban.
Neustadt encontró la horma de su zapato cuando, en 1961, llegó por primera vez a la televisión, en la que trabajó con Pinky, en Nosotros . Cinco años más tarde, crearía su obra máxima: Tiempo Nuevo , el programa por el que desfilaría toda la dirigencia política argentina a lo largo de los siguientes treinta años. Allí volvería célebres sus múltiples chascarrillos ("lo dejamos ahí", "terminé", "duermo cuatro horas") dirigidos, invariablemente a "doña Rosa", siempre, claro, auspiciado por una interminable lista de "empresas a las que les interesa el país".
Acusado permanentemente de haber sido camaleónico y de convertir al periodismo en un gran negocio, sin embargo, el paso de los años demostró que hasta hoy tuvo muchos pupilos (algunos prohijados por el mismo; otros declarados sus más fervientes enemigos) que lo superaron con creces en ambas vertientes. Pero él sólo fue tomado como chivo expiatorio: es un deporte nacional, desde hace muchos años, reproducir, especialmente por TV, sus dichos más polémicos en distintas épocas. Paradójicamente, se trata de uno de los periodistas más censurados a lo largo del tiempo - Tiempo Nuevo fue varias veces levantado- y hasta su compañero Mariano Grondona lo abandonó en 1989, cuando Neustadt se acercó demasiado a Menem.
Comenzó allí un declive pronunciado de su enorme influencia. Después de haber fundado las revistas Todo , Extra y Creer y de haber sido N° 1 en la primera mañana radial, no se resignó fácilmente al ostracismo.
Dio pelea desde la FM Milenium, que ayudó a fundar, y cuando la TV abierta le cerró las puertas se refugió en sucesivas señales de cable. Actualmente, expresaba su furibundo antikirchnerismo en Ambito Financiero y tenía un blog, en el que escribió hasta anteayer.
"Fui exitoso durante más de cuarenta años, sin el reconocimiento de la gente que teoriza sobre este oficio", le dijo a Jorge Fernández Díaz cuando éste escribía la biografía no autorizada Bernardo Neustadt: el hombre que se inventó a sí mismo. Tenía razón: no sólo lo execraron desconocidos, sino periodistas muy destacados, de las más variadas tendencias políticas, que crecieron bajo su protectora ala.
Siempre repetía que le gustaría que su epitafio dijera: "Ayudó a pensar." Tal vez lo merezca.