Murió Maurice Béjart
Es considerado uno de los coreógrafos más significativos del siglo XX. Tenía 80 años
PARIS.- De niño, el coreógrafo francés Maurice Béjart, fallecido hoy a los 80 años, llevaba una boina y lo llamaban Bim, como ese niño sorprendido que en su coreografía "El Cascanueces" descubre el mundo con los ojos bien abiertos.
"Cuando después de la presentación el público llama a ´Béjart´ y aparezco yo en el escenario, no me aplauden a mí, sino a Bim", dijo en una ocasión modestamente el artista nacido en Marsella en una entrevista.
Maurice Béjart, nacido como Maurice Jean Berger, está considerado uno de los coreógrafos más significativos del siglo XX. Bim alias Béjart quería convertir la realidad, con curiosidad inagotable, en espectaculares coreografías. Y eso es lo que lograba este maestro de la danza, que cuando cumplió 80 años el 1 de enero ya tenía necesidad de moverse con muletas y en los últimos tiempos estaba postrado en una silla de ruedas.
Desde hace décadas, las creaciones de Béjart despertaban fascinación. Conmovía al público con su concepto inconfundible y profundamente personal de la puesta en escena de la danza. Su última obra, "La vida de un bailarín", fue ovacionada en su querida Lausana. Sus producciones eran mucho más que coreografías: Eran impresionantes obras de arte globales en las que confluyían idioma, música, danza y dirección.
Béjart presentó más de 100 coreografías marcadas con su estilo personal. Personajes literarios y personalidades históricas poblaban su cosmos, pero también temas como el amor, la muerte, la luz y las mujeres. Son constantes que circulaban de forma cíclica por sus obras, que oscilaban entre el clasicismo y la vanguardia tanto desde el punto de vista musical como desde el de la danza.
Es por ello que en "La vida de un bailarín", un colorido repaso a su vida creado con motivo de su 80 aniversario, convivían notas románticas wagnerianas con el éxito mundial de los Rollig Stones "Streets of Love" y música atonal de computadora.
Como bailarín Béjart debutó en 1945 en su ciudad natal, Marsella. Creó su propia compañía en 1954 y en 1957 se convirtió en director de danza del Théâtre de Paris.
Hijo del escritor y filósofo Gaston Berger, su gran salto a la fama tuvo lugar en 1959 con la legendaria puesta en escena en Bruselas de "La consagración de la primavera", de Igor Stravinsky, una obra que supone un desafío para muchos coreógrafos, pero que sólo inspira a pocos a crear algo grande.
Ese gran éxito no sólo le reportó un premio, sino un contrato con el Teatro de la Monnaie en Bruselas. Allí fundó el "Ballet du XXe siècle", con el que desarrolló su danza. El verano de 1987, tras un escándalo, Béjart abandonó Bruselas y se trasladó con su compañía a Lausana. Allí cambió de nombre al grupo artístico que pasó a llamarse "Béjart Ballet Lausanne".
El coreógrafo fue considerado en su momento un revolucionario de la danza. Con él desapareció el clásico tutú del escenario y sus bailarines se enfundaron ajustadas medias o jeans. Provocaba con coreografías con marcado acento sexual o claramente influenciadas por la moda. También resultó chocante para determinado público - especialmente el aburguesado de París- su gusto por la música conceptual de Pierre Boulez o Iannis Xenakis.
Pese a los silbidos de protesta y los abucheos, Béjart no cedió en su concepción de la vanguardia y prefirió trabajar en el extranjero o fuera de la capital francesa. Entre 1955 y 1960 realizó unas 33 producciones, entre ellas "Haut Voltage" en Lyon, o "Orpheus", en Lieja.
Como coreógrafo evolucionó desde su neoexpresionismo, basado en el existencialismo, hasta un misticismo de toque muy personal y con influencias orientales. A principios de los años 60 trabajó ampliamente con la obra de Wolfgang Wagner.
Desde hace un tiempo el maestro había comenzado a calmarse. En sus producciones ya no se veía al "revolucionario" de otros tiempos. Reflejaban más bien la eterna curiosidad de Bim, para quien bien pronto la danza fue determinante y para quien hasta último momento constituyó un elixir de vida.
Cuando Béjart se sentaba en su silla en el estudio de danza en Lausana y daba órdenes a sus bailarines no necesitaba apuntes. Tenía sus coreografías en la cabeza.
"´Más luz´ fueron las últimas palabras de Goethe. Las mías serán: Más danza", dijo en vísperas de su 80 cumpleaños. A principios del año que viene, poco después de su 81 cumpleaños, estaba previsto el estreno de una nueva producción suya, "Around the world in 80 minutes", en la que trabajó hasta último momento.
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