Murió la crítica literaria Jean Franco, referente de los estudios latinoamericanos y el feminismo
Tenía 98 años y fue la primera profesora de literatura latinoamericana en Inglaterra
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Ayer, a los 98 años, murió en Nueva York la crítica literaria inglesa Jean Franco, profesora emérita en literatura comparada de América Latina en la Universidad de Columbia y pionera en el desarrollo de los estudios latinoamericanos en lengua inglesa y la crítica cultural desde una perspectiva feminista. Fue la primera profesora de literatura latinoamericana en Inglaterra y una de las primeras teóricas en utilizar la categoría de género en sus estudios histórico-culturales. Franco había iniciado su carrera en Londres, en el Queen Mary College, el King’s College de la Universidad de Londres y la Universidad de Essex hasta finales de la década de 1960, junto a intelectuales como Raymond Williams, E. P. Thompson y Ernesto Laclau. Luego dio clases en la Universidad de Stanford y, a partir de 1982, se desempeñó como profesora de español en la Universidad de Columbia. Había nacido el 31 de marzo de 1924, en Dukinfield, en el norte de Inglaterra.
The great Jean Franco died tonight. We grieve her passing & celebrate her tremendous brilliance & the great role she played in creating Latin American studies. She trained generations of students and created lifelong friendships across the hemisphere. She was a blazing light. pic.twitter.com/7ppb3S5Kcz
— HemisphericInstitute (@Hemisferico) December 15, 2022
Entre sus obras más destacadas se encuentran La cultura moderna en América Latina (1967), Historia de la literatura hispanoamericana a partir de la Independencia (1973), César Vallejo: The Dialectics of Poetry and Silence (1976), Las conspiradoras: la representación de la mujer en México (1994), donde analiza a figuras como la Malinche, sor Juana Inés de la Cruz, la Virgen de Guadalupe, Frida Kahlo, Elena Garro y Elena Poniatowska; Marcando diferencias. Cruzando fronteras (1996), Decadencia y caída de la ciudad letrada: la literatura latinoamericana durante la Guerra Fría (2002) y Una modernidad cruel (2016), donde postula que la deshumanización de las víctimas, el ejercicio de la crueldad y la supresión de la memoria en la cultura latinoamericana se vinculan con la ferocidad de la conquista española, la persecución ideológica, el neoliberalismo y el patriarcado. Fue amiga, compañera y maestra de intelectuales como Edward Said, Ángel Rama, Ricardo Piglia, Kathleen Newman y Mary Louise Pratt.
Colaboró en publicaciones académicas, culturales y feministas con artículos escritos en inglés y en español. En la década de 1980, advirtió que las mujeres latinoamericanas habían surgido como protagonistas de movimientos populares. Publicó ensayos sobre la obra de autoras como la chilena Diamela Eltit, la ucraniana-brasileña Clarice Lispector, la peruana Carmen Ollé y Tununa Mercado.
La escritora estadounidense Francine Masiello era amiga de Franco desde 1972. “Me leyó la tesis -cuenta-. Estaba en un grupo de estudio con ella sobre feminismo en América Latina. Juntas leímos El beso de la mujer araña desde la perspectiva del género. Jean era entretenida, vivaz, energética; revolucionó el campo de estudios latinoamericanos con Ángel Rama, David Viñas y Noé Jitrik; juntos pusieron sobre el mapa la importancia de la literatura latinoamericana, en diálogo con la política. Fue una persona extraordinaria que cambió la vida de muchos en el mundo académico. Una campeona, feminista e intelectual de primera clase. ¡Lectora sin igual!”.
En sus ensayos más recientes abordó las cuestiones del cuerpo de las mujeres y la vejez. “La vejez da asco y el asco es una forma contundente de decir no -reflexionó en ‘Confesiones de una bruja’, que cierra el volumen Ensayos impertinentes-. En el caso de la vejez, señala un rechazo a la muerte y a las figuras femeninas que personifican la muerte. [...] Hasta que perdamos la vergüenza de sentirnos viejas no habrá un pensamiento político de la vejez. Tenemos que aprender a aprovecharnos de nuestra edad, a usarla. Pienso en las Abuelas de la Plaza de Mayo que emprendieron el rescate de los nietos robados por los militares y han logrado crear un Banco Nacional de Datos Genéticos. En Estados Unidos hay un grupo que se llama Raging Grannies (Abuelas Rabiosas), que canta y protesta contra la Escuela de las Américas y contra los asaltos al medio ambiente, como el derrame de petróleo que amenaza las costas de Estados Unidos y México. Recomiendo que busquen en YouTube su canción ‘Drill No More’, un título difícil de traducir pero que demanda que las compañías pongan fin a la explotación de pozos de petróleo debajo del mar. Lo genial de las Grannies es que se visten como caricaturas de abuelitas tradicionales para acentuar su desacuerdo”.
“En un panel de la Asociación de Estudios Latinoamericanos en mayo de 2013, Franco describió los inicios de su carrera entre la prohibición de ser historiadora por ser mujer en su Inglaterra natal y las persecuciones a ella y a sus colegas durante la Guerra Fría en los departamentos de estudios latinoamericanos en Estados Unidos -dice a LA NACION Mónica Szurmuk, investigadora del Conicet y profesora en la Universidad Nacional de San Martín-. Llegó a ser académica luego de vivir un largo tiempo en América Latina. En la Universidad de Essex, un colega se agarraba los testículos cada vez que pasaba al lado de ella, la única profesora mujer. Era claro que, a pesar de que Jean sabía que había habido cambios en la situación de las mujeres en la esfera pública, reconocía sus tremendas limitaciones que había documentado en su libro La modernidad cruel. Allí sostiene que la modernidad en América Latina requiere una dosis insoportable de crueldad que ella documenta a través de evidencia de los archivos judiciales, los documentos de guerra, las ocupaciones, la multiplicación de los femicidios”. Cuando se publicó este provocativo libro, la autora estaba por cumplir noventa años.
Emigró a Guatemala con su marido, el pintor guatemalteco Juan Antonio Franco en 1953. “El golpe de Estado de 1954 y la feroz represión que lo siguió marcaron a Jean y definieron su vida intelectual futura -afirma Szurmuk-. Vivió también varios años en México antes de regresar a Inglaterra donde concluyó su formación doctoral y comenzó su carrera como investigadora y docente. Escribió libros fundamentales como Historia de la literatura hispanoamericana a partir de la Independencia que fueron tempranos intentos de organizar la cultura latinoamericana para lectores angloparlantes que aportaron una mirada fresca al campo como lo fue su libro sobre el poeta César Vallejo. La experiencia de la explosión del feminismo en los ochenta y su propio modo de negociar entre ser una feminista blanca y una interlocutora aguda de mujeres subalternas la llevó a escribir Las conspiradoras, un exhaustivo análisis de los discursos sobre el género en la literatura mexicana escrita por mujeres desde la colonia hasta el presente. En Marcar diferencias, cruzar fronteras, publicado en 1996, se reúnen los ensayos escritos por Jean en respuesta a las dictaduras del Cono Sur. No he leído malos textos de Jean. Mis preferidos siguen siendo su introducción a la edición de La tierra púrpura de William Hudson para la Biblioteca Ayacucho y el increíble ensayo ‘Killing Priests, Nuns, Women and Children’, de 1985, dedicado a su amiga Alaíde Foppa, desaparecida en Guatemala. Tantos años después este texto sigue teniendo la misma urgencia, la misma lucidez, y nuevamente convoca al pensamiento crítico y la militancia ética”.
“Jean Franco, a quien sus colegas le decían en los 70 Jean la roja, murió ayer -escribió en su cuenta Instagram la escritora y profesora Cristina Iglesia-. Fue, entre muchísimas otras cosas, la primera profesora de literatura latinoamericana en Inglaterra en Essex, 1968. Tuve la enorme alegría de conocerla y aprender de su militancia, de su sabiduría y de su risa”. Era antirracista y defensora a ultranza de los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT.
En 1996 ganó el premio PEN por su contribución a la difusión de la literatura latinoamericana en inglés; también fue condecorada en México, Venezuela Chile, donde obtuvo las medallas Gabriela Mistral y Andrés Bello por sus méritos académicos.
“Cuando Jean Franco recibió el premio Carlos Monsiváis en México, Elena Poniatowska recordaba que la académica había iniciado su relación con los autores latinoamericanos con la obra de César Vallejo y Jesusa Palancares [protagonista de Hasta no verte Jesús mío, de Poniatowska] -dice a LA NACION el escritor chileno Óscar Contardo-. Después vendría la relación profunda con México y con el propio Monsiváis, que se extendió hasta el sur del continente, cuando descubrió la figura de Pedro Lemebel y la instaló en los circuitos académicos internacionales”. Lucidez y generosidad van de la mano en la obra de la intelectual inglesa que amaba a América Latina.
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