Murió Justo Laguna, un obispo frontal y promotor del diálogo
Defendió la institucionalidad del país y trabajó en favor del retorno de la democracia
Una personalidad de singular relevancia en la Iglesia de los últimos 30 años fue monseñor Justo Oscar Laguna, obispo emérito de Morón, que murió ayer a la madrugada, a los 82 años, tras ser sometido a una intervención quirúrgica por problemas cardíacos.
Hasta sus últimas horas lo acompañó su colega y amigo Jorge Casaretto, obispo de San Isidro, con quien compartía un fuerte compromiso en favor de la atención de los problemas sociales y una preocupación común por los rumbos discontinuos del país.
Promotor del diálogo, Laguna se identificaba con el pensamiento progresista dentro de la Iglesia, a la que amaba profundamente y la que, señalaba, no dejaba de mostrar sus luces y sombras. Transparente, espontáneo, irónico y polémico, fue un hombre sensible y espiritual, que en sus gestos y en su acción intentó siempre plasmar las enseñanzas del Concilio Vaticano II y las orientaciones del papa.
Fue obispo de Morón y encabezó en distintos períodos el área de Pastoral Social en el Episcopado. Desde esas posiciones, sobresalió como un obispo decidido a afrontar los debates más polémicos, desde el divorcio y el matrimonio igualitario hasta la misión de la Iglesia en una sociedad secularizada, con energía, pero también con apertura hacia quienes presentaban posiciones disímiles. De estilo frontal, no rehuía las controversias y comprendía que la Iglesia debía fortalecer su presencia en los medios.
Meses después de la Guerra de las Malvinas, contribuyó a la pacificación y al retorno de la democracia con su intervención en el Servicio de la Reconciliación Nacional, en el cual el Episcopado ofrecía su cooperación a los sectores políticos y sociales para avanzar en un diálogo, con vistas a la institucionalización del país. Lo acompañaban en esa tarea los obispos Rodolfo Bufano, Domingo Castagna y Carlos Galán.
En 1981, en pleno gobierno militar, ayudó a redactar el documento Iglesia y Comunidad Nacional, en el que el Episcopado pedía el restablecimiento de los poderes constitucionales y señalaba que no podía haber democracia sin partidos políticos. En 1983, varias organizaciones sociales reconocieron su compromiso. Fue miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
De buena relación con Raúl Alfonsín, no dejó de señalar los graves problemas de su gobierno. En una ocasión, medió para evitar la quiebra de una empresa metalúrgica en el Gran Buenos Aires, con lo que ayudó a preservar el empleo de 250 obreros. En 1987 prestó su casa para un encuentro reservado entre Alfonsín y el entonces gobernador bonaerense Antonio Cafiero.
Frente al debate por la ley de divorcio, tomó una actitud pastoral distinta de la de otros obispos y no adhirió a una marcha a la Plaza de Mayo, aunque mantuvo su rechazo a la norma. Posturas comprensivas similares adoptó en debates sobre el uso de condones en la lucha contra el sida y el matrimonio igualitario.
Con Carlos Menem tuvo una relación conflictiva. Sus advertencias sobre la pobreza y la desocupación lo enfrentaron con el ministro de Economía Domingo Cavallo. Ya en ese tiempo advertía sobre la debilidad institucional del país. Y se lamentaba: "Cada vez que hay elecciones nos venden buzones y los compramos contentos". Distante, pero respetuosa, fue su relación con los Kirchner. Cuando murió el ex presidente, fue a la Casa Rosada a transmitirles el pésame a Cristina Kirchner y a sus hijos.
Sus orígenes
Hijo de un matrimonio español, Laguna había nacido en Buenos Aires el 25 de septiembre de 1929, en el edificio de la Confitería del Molino. Ingresó en el seminario tras estudiar en colegios estatales (el primario, en el Saavedra, y el secundario, en el Nacional Belgrano). De sólida formación cultural, a los 10 años había leído Madame Bovary , de Flaubert.
Fue ordenado sacerdote en 1954 y acompañó en la parroquia del Carmen a monseñor Gustavo Franceschi, director de la revista Criterio durante 25 años. Luego pasó a la diócesis de San Isidro, donde fue párroco de la Catedral y rector del seminario durante dos décadas. El papa Pablo VI lo nombró obispo auxiliar de San Isidro en 1975 y cinco años después fue promovido a obispo de Morón, donde proyectó su acción pastoral.
Artífice del acercamiento interreligioso, escribió dos libros de diálogos con Marcos Aguinis, sobre la Argentina y el fin del milenio, y recorrió los lugares sagrados de Tierra Santa con el rabino Mario Rojzman, lo que quedó volcado en el libro Todos los caminos conducen a Jerusalén... y también a Roma . Dejó testimonio de su pensamiento en El ser social, el ser moral y el misterio , Luces y sombras de la Iglesia que amo y La soledad de los que no creen .
Se retiró en noviembre de 2004, cuando el papa le aceptó la renuncia por llegar a los 75 años. Desde entonces vivía en un modesto departamento con su hermana Celia.
Sus restos son velados en la Catedral de Morón. Allí serán sepultados hoy, luego de la misa exequial que presidirá, a las 19, el actual obispo de Morón, monseñor Luis Eichhorn.
El recuerdo del rabino Rojzman
"Se fue un pedazo de mi corazón. Fue el obispo del siglo." Así recordó a monseñor Justo Laguna el rabino Mario Rojzman. Coautor del libro Católicos y judíos: ¡ahora nos entendemos!, Rojzman destacó que valoraba la "honestidad" del obispo porque "era genuino". En declaraciones radiales, contó que en un encuentro en Miami, en 1998, Laguna afirmó: "Si los cristianos hubiésemos tenido más sensibilidad y hubiésemos hecho sonar las campanas de las iglesias, la Shoá no hubiese ocurrido". Y añadió: "No podía creer lo que estaba escuchando, máxime siendo nieto de los seis millones de víctimas del genocidio nazi".