Murió Goldberg, ex dirigente de la DAIA
Presidió la entidad judía entre 1984 y 1991
David Goldberg, fallecido en esta ciudad al cabo de una larga enfermedad que lo había tenido retirado de la esfera pública, fue un dirigente de fuerte liderazgo en la comunidad judía, que presidió la Delegación de Asociaciones Israelitas de la Argentina (DAIA) al comenzar la etapa democrática.
Un logro importante de su gestión es haber obtenido la sanción de la ley antidiscriminatoria 23.592, de la cual fue un decidido impulsor. La redacción y la presentación en el Congreso fueron obra del senador Fernando de la Rúa, que la promovió decididamente, con la colaboración de otros legisladores, como Carlos Ruckauf.
La DAIA agrupa a un vasto conglomerado de asociaciones, clubes, hogares y sinagogas, de diferentes orientaciones y tendencias. Como entidad de segundo grado, asume la representación política de la comunidad judía en su relación con los poderes públicos y el conjunto de la sociedad.
En 1984, Goldberg sucedió en su conducción a Sion Cohen Imach y antecedió a Rubén Beraja, dirigente del Banco Mayo, proveniente de la vertiente sefardí, que asumió en 1991.
David Goldberg fue un hombre capaz de aglutinar voluntades, y no era propio de su talante ni de su voluntad provocar divisiones dentro de la comunidad judía y de la sociedad en general.
Había nacido en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco, donde comenzó a actuar como dirigente comunitario judío. Luego se trasladó a la ciudad de Buenos Aires, donde se graduó como médico en la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1955.
Se especializó en endocrinología y en medicina nuclear, materias en las que presentó trabajos en congresos médicos. En el ámbito empresarial de la salud, fue propietario del sanatorio Antártida.
Goldberg ocupó cargos en el Congreso Judío Latinoamericano, rama del Congreso Judío Mundial.
En sus discursos señaló que fue dolorosa la actitud del mundo libre frente a la política nazi: "Cuando los judíos aún podían escapar y salvarse, los países de Occidente limitaron el ingreso de refugiados".
En 1986, ante expresiones antisemitas escuchadas en un acto de la CGT, sostuvo en una conferencia de prensa: "Ningún agravio es pequeño, pues la triste historia de nuestros hermanos nos acompaña".
Indicó que "el país necesita de la unidad de todos los sectores de la sociedad en un momento crítico de la historia".
En 1985 había declarado a LA NACION: "Todos los judíos, hayamos nacido en la Argentina, como es mi caso, o en otros países, nos consideramos sobrevivientes del holocausto que costó la vida a seis millones de personas, que fue una afrenta a la humanidad entera".
También solicitó que cesara el trato discriminatorio para los judíos en la Unión Soviética.
Y se opuso a la apertura de una oficina de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en la Argentina.
Goldberg ya había concluido su gestión comunitaria cuando se produjeron dos acontecimientos que marcaron a fuego a la comunidad judía, como las voladuras de la embajada de Israel y de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), donde funcionaba la sede de la DAIA.
Siempre se manifestó firme sostenedor de la democracia, que, decía, "por su flexibilidad, pareciera alentar ciertos abusos, pero afortunadamente conlleva en su seno todos los elementos para corregirlos".
Goldberg fue un hombre de bien, preocupado por el mejoramiento de la sociedad argentina y por la relación de su comunidad con sus ancestros y con el Estado israelí.
Casado, padre de cuatro hijos, con varios nietos, desarrolló fuertes vínculos familiares.
Ayer, al habilitar la DAIA una placa de homenaje a la AMIA en la plaza seca del edificio que alberga a ambas entidades, se guardó un minuto de silencio en su memoria.
El sepelio se efectuó en el cementerio israelita de Tablada.