Murió en Rosario la escritora Angélica Gorodischer
Deja una obra tan fecunda como original en el panorama de la literatura en lengua española, que incluye clásicos de la ciencia ficción, el relato policial y de misterio, la recreación histórica y las memorias
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“Magistral”, “enorme”, “pionera”, “de avanzada”, “admirada”. Estos y otros epítetos se usaron hoy, cuando se conoció la noticia de la muerte de la escritora Angélica Gorodischer en Rosario, a los 93 años. Angélica Beatriz del Rosario Arcal había nacido el 28 de julio de 1928 en Buenos Aires y a los siete años su familia se instaló en esa ciudad; allí estudió en la Escuela Normal nº 2 de Profesoras y comenzó una carrera en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral, que dejó inconclusa para dedicarse a su familia y a su gran pasión desde la infancia: la literatura. Para firmar sus obras, adoptó el apellido de su pareja, el arquitecto Sujer Gorodischer (el “Goro”, con quien formaba una suerte de dúo tan afectuoso como cómico, y que falleció en enero de 2020). Este domingo por la mañana, será enterrada en el cementerio jardín El Prado, junto a su esposo.
Uno de sus tres hijos, Sergio, informó que la autora había dejado una carta a sus hijos y nietos con instrucciones para seguir post mórtem. “No quiero morir en terapia ni en un sanatorio -remarcó Gorodischer-. Espero hacerlo en mi cama, tranquila, con alguien que me agarre de la mano. Tampoco quiero un velorio, y sí ser enterrada en un cementerio jardín, con flores, en un cajón ordinario, que se pudra pronto”. La familia comunicó que la escritora había superado totalmente el cáncer que había padecido años atrás y que esta mañana murió de causas naturales en compañía de su asistente, en su casa. “No entró al sanatorio ni a terapia ni a nada de eso; se murió tranquila como ella quería, en su amada zona sur de Rosario, con una mano apretada que la despidió”, dijo su hijo.
Gorodischer es una de las grandes escritoras del país y una de las voces más destacadas de la ciencia ficción escrita en lengua española. Desde Opus dos, su primera novela vinculada con ese género, hasta Kalpa imperial, pasando por los extraordinarios cuentos, casi nouvelles, de Bajo las jubeas en flor y Trafalgar, desarrolló un “universo propio de absoluta originalidad, transmitido por un desfilar de imágenes barrocas”, como señaló otro rosarino por adopción, el escritor y crítico Elvio Gandolfo.
A la vez, publicó novelas y libros de cuentos que podrían adscribirse a un realismo menos mágico que truculento, poético y humorístico, como las colecciones de relatos Cómo triunfar en la vida y Las nenas; novelas de misterio, como La noche del inocente, y otras rupturistas, como Tumba de jaguares y Doquier, donde nunca se sabe si quien narra es un varón o una mujer. “El realismo me aburre infinitamente -dijo la escritora-. No sé si he sido clara. Las grandes obras literarias, desde el Quijote hasta los cuentos de Borges, no tienen nada que ver con el realismo. Yo no sé qué es el realismo, porque el mundo y la vida no son realistas. El realismo me cansa también como lectora. Cuando leo dos o tres páginas de una novela social o realista, me dan ganas de tirar el libro a la basura. A alguien le gustará”. En su literatura, la fantasía se despliega no solo en la trama sino, en especial, en el uso de un lenguaje exuberante y poco solemne. Era una lectora omnívora; además de su “debilidad” (la literatura), le interesaban la ciencia, las teorías lingüísticas, el ensayo y la historia.
En 1963 obtuvo el primer premio del Club del Orden, que dio lugar a la publicación de su primer libro, Cuentos con soldados, de 1965. En 1964 ganó el concurso de la revista Vea y Lea con el cuento policial “En verano, a la siesta y con Martina”. “Siempre les recomiendo a los escritores que participen de concursos, que manden -dijo en una entrevista con LA NACION-. ¿Para qué ir penando por las editoriales?”. En 1988 obtuvo la beca Fulbright y participó en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa. En 1991, también con una beca Fulbright, enseñó en la Universidad del Norte de Colorado. Por su obra, mereció varios reconocimientos, como el Premio Emecé, el Konex de Platino, Premio Mundial de Fantasía a la Trayectoria y el Premio del Fondo Nacional de las Artes.
“Sin ninguna duda, fue una de las grandes escritoras argentinas, de una inteligencia, una versatilidad y un oficio como no hubo muchos otros u otras -dice a LA NACION la escritora Mercedes Güiraldes, amiga y editora de su obra en el sello Emecé-. Una autora que, aunque fue publicada, premiada, traducida y leída, no tuvo todo el reconocimiento que merecía, tal vez por ser mujer, tal vez por no vivir en Buenos Aires, tal vez porque lo único que de verdad le importaba era escribir. Libros como Kalpa imperial, Doquier, Menta, La noche del inocente, Tumba de jaguares e Historia de mi madre están entre los mejores de la literatura en español de hoy y de siempre”. Güiraldes, que trabajó con los libros de Gorodischer desde la década de 1990, señala que la escritora tenía “una imaginación prodigiosa, un don para el lenguaje y una facilidad para construir tramas y transitar los géneros literarios incomparables”. Su último libro es Coro, volumen de cuentos lanzado en 2017.
La autora dejó una novela inédita, “Preciosa cabellera”. “En lo personal, se fue para mí una artista admirada y una amiga querida -concluye Güiraldes-. Siempre le decía que iba a publicar sus mails, que eran un dechado de humor y genialidad, como todo lo que escribía. Es un día triste pero quedan sus libros y el deseo ferviente que nadie se los pierda”. En 2008, la directora María Victoria Menis presentó La cámara oscura, película basada en el cuento homónimo de Gorodischer. En 2003 se publicó la traducción al inglés de Kalpa imperial, hecha por la escritora estadounidense Ursula K. Le Guin.
"No quiero morir en terapia ni en un sanatorio. Espero hacerlo en mi cama, tranquila, con alguien que me agarre de la mano".
— Rosario en el recuerdo (@Rosariorecuerdo) February 5, 2022
Hoy a los 93 años, Angélica Gorodischer se fue de acuerdo casi a su deseo, sentada en su sillón favorito de la casa de Rosario donde escribió sus libros. pic.twitter.com/Tn9EuJwSko
Pablo Javkin, intendente de la ciudad de Rosario, expresó su pesar por la muerte de la autora de Palito de naranjo. “Además de lo enorme que era como escritora, también era parte de la esencia de Rosario -afirma Javkin-. Ella, como el Negro Fontanarrosa y muchos de nuestros poetas, transitaba el paisaje de la ciudad no solo imaginándolo y recreándolo con su literatura, sino haciendo el bien mientras lo recorría. La vamos a extrañar mucho, como ella extrañaba a Sujer”. En 2007, fue declarada Ciudadana Ilustre de Rosario y, en 2012, Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
el humor que Angélica Gorodischer tenía en la vida lo tenían sus libros, así como su inteligencia, su elegancia, su arrojo y su imaginación. gracias por abrirnos a todos las puertas de tu casa y de tus muchos mundos.
— martín felipe castagnet (@mobymartin) February 5, 2022
Varios escritores lamentaron en redes sociales la muerte de Gorodischer. “Era mi hermana -dice a LA NACION el escritor Mempo Giardinelli-. No es solo una frase, era mi hermana de décadas y mi compinche, mi socia. Fuimos tan felices como amigas fueron su familia y la mía; éramos muy cercanos. Leonina nacida un 28 de julio, su carácter, tan estricto en sus ideas como blando y delicioso en sus afectos, a mí se me brindó hermosamente a mediados de 1988 cuando un día le pedí un texto para mi revista Puro Cuento, y ella se presentó en la redacción de la calle Manuel Ugarte, me entregó ‘Las categorías vitales según el sistema de la naturaleza de Linneo’, publicado en el número 11 [incluido en Técnicas de supervivencia, publicado por la Editorial Municipal de Rosario], y aceptó comer un puchero invernal, tradición de la revista. Desde entonces, no nos separamos jamás y su casa fue mi escala cada vez que viajé de Resistencia a Buenos Aires”.
La escritora e investigadora Elsa Drucaroff invitó a Gorodischer en 2015 a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires a conversar con cientos de estudiantes de un seminario de escritura creativa. “De esa charla interminable y poderosa, en la que también participó el escritor Carlos Gamerro -dice a este diario-. A Angélica le gustaba decir que las mujeres teníamos que actuar y no quejarnos, le gustaba contar que tardó muchos años en conseguir el ‘cuarto propio’ que exigía Virginia Woolf para las mujeres pero sin embargo escribó sus siete primeros libros en la pieza de una pensión donde vivía con el ‘Goro’, quedándose despierta hasta las tres de la mañana, poniendo y sacando la máquina de escribir de una mesita y guardándola bajo la cama después, porque ‘escritorio propio’ tampoco tenía. Gorodischer se definía como alguien que se atrevió a hacer lo que se le dio la gana, y lo que se le dio la gana fue escribir, y le gustaba alentarnos a todas a que hiciéramos lo que se nos daba la gana. Soy la que soy también porque recibí su aliento. A Angélica le importaba un pepino si su magistral manejo narrativo era o no valorado por la academia, si consideraban ‘subgénero’ a la ciencia ficción o al policial. Se reía a carcajadas del asunto y siguió escribiendo una obra nos abrió camino a todas”.
Gorodischer asumió en público posiciones feministas cuando ser feminista en el país no era pasión de mayorías. “El feminismo avanza y retrocede, tiene mala prensa porque una sociedad machista y falogocéntrica se ocupa especialmente de que tenga mala prensa -dijo años atrás-. ‘Ah claro, sos feminista y odiás a los hombres’. Yo quiero un mundo para hombres y mujeres”. En Rosario, organizó encuentros de escritoras y en universidades locales y extranjeras brindó conferencias sobre literatura fantástica, ciencia ficción y escritura de mujeres. La escritora y editora Adriana Fernández, amiga de Gorodischer, lo confirma. “Angélica fue feminista desde siempre -dice-. Con teoría y por naturaleza. Escritora con conciencia de trabajo pero también porque no podía no ser escritora”. Escritora y feminista por naturaleza, entonces, Gorodischer deja un grandioso legado literario y ético.