Murió el dibujante francés Jean-Jacques Sempé, padre del Pequeño Nicolás
El humorista gráfico, que publicó más de 220 entregas de su célebre personaje de historieta, estaba por cumplir 90 años; se consagró con sus tapas de The New Yorker
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PARIS.– La fragilidad de su “Petit Nicolas” conmovió al mundo entero durante más de 60 años. Jean-Jacques Sempé se fue a dormir… para siempre, poco antes de festejar sus 90 años. “El dibujante humorístico Jean-Jacques Sempé falleció apaciblemente anoche, a los 89 años, en su residencia de vacaciones, rodeado de su esposa, Martine Gossieaux, y de sus amigos”, informó Marc Lecarpentier, su biógrafo y amigo, en una declaración a la agencia France Presse.
El padre del Pequeño Nicolás se fue como había vivido, serenamente. Todo era simple para él, tanto en el artista como en sus dibujos. A su propio juicio, había nacido con ojos curiosos, abiertos al mundo.
“Creo que vivo sorprendido. Aun cuando no se ve”, solía decir. “Tampoco tengo la impresión de haber creado ‘una obra’”, como dicen algunos. Esa palabra me molesta. Solo hice una enorme cantidad de dibujos. Es lo único que sé hacer. Y de calidad muy irregular”, agregaba.
Sempé se había convertido en dibujante, porque -afirmaba- era “la única profesión que había sido capaz de encontrar”.
“No me querían en ninguna parte. Para ganar mi vida probé cantidad de cosas: representante de comercio, repartidor en bicicleta… Como no encontraba nada, me alisté en el ejército, que me aseguraba una cama y comida”. Pero enseguida agregaba: “¡El problema es que perdía los fusiles!”.
Nacido una mañana cerca de la ciudad francesa de Burdeos, Jean-Jacques Sempé creció en el seno de una familia donde nadie tenía dinero para comprar un libro. A los 12 años garabateó sus primeros trazos de humor, antes de dejar la escuela dos años después. Mientras pedaleaba en su bicicleta, “soñaba con ser representante de vinos”. Pero el destino lo esperaba en las oficinas parisinas de la World Press: se llamaba René Goscinnny. De aquel encuentro mágico nacería el personaje del Pequeño Nicolás. La revista belga Moustique publicó sus primeras caricaturas minimalistas, tímidamente modestas como una emoción. Pero la aventura resultó efímera: demasiado ajenos al “air du temps”, ambos autores fueron despedidos rápidamente.
En 1959, Goscinny lanzó la revista Pilote con Abert Uderzo y Jean-Michel Charlier. Junto a Astérix, el Pequeño Nicolás se convirtió entonces en uno de los héroes. En total, Jean-Jacques Sempé ilustraría 222 historietas de su personaje a esas alturas celebérrimo.
“El Pequeño Nicolás es, ante todo, una historia de amistad”, decía, tratando de explicar las razones del éxito.
Para su socio Goscinny, también era una divertida zancadilla a las sacrosantas reglas de la buena educación, donde se burlaban de “los horribles bribones que habitan nuestra imaginación”.
En la genialidad de su pluma, Sempé demostraba un prodigioso sentido del absurdo y de la ironía, penetrado de una insondable ternura. La prensa internacional se arrancaría rápidamente sus dibujos y sus acuarelas.
“Detesto la burla. La única actitud que, como máximo podría tolerar, es la de la sonrisa”, precisaba. Y agregaba: “¿Quién puede pretender ser humorístico? Es el público quien decide. En mis dibujos, es la situación que, con frecuencia, me parece cómica. Nunca las personas”.
La consagración absoluta llegó en 1978, cuando la reconocida publicación The New Yorker le encargó una tapa. Aunque en aquel momento lo ignoraba, Sempé terminaría haciendo cien. Desde entonces, las recopilaciones de sus dibujos dieron la vuelta al mundo, pero el artista siguió siendo fiel a sí mismo: frágil e inseguro, sin olvidar jamás los valores de su infancia. “Lo que buscas ya está en vos”, decía que le repetían en su casa.
Sus temblorosos dibujos, que exploran incansablemente las fallas de nuestra civilizada vida cotidiana, terminaron ganándose un sitio en las galerías de arte más prestigiosas. Desde esos muros, sus hombrecitos anónimos arrancaron sonrisas a centenares de millones de personas.
Ayer, el hombre que tenía el don de captar los abismos de la existencia, se fue en puntas de pie, como el humo que se apaga lentamente en el campamento, cuando los scouts regresan a casa.
“El jazz, la tierna ironía, la delicadeza de la inteligencia. (…) Nunca olvidaremos a Jean-Jacques Sempé. Nos faltará enormemente”, escribió el presidente francés, Emmanuel Macron.
¿Premonición o lucidez? En su último dibujo, publicado recientemente en las páginas de la revista Paris Match, uno de los personajes le dice al otro: “Pense à ne pas m’oublier” (Acordate de no olvidarme)”.
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