Murió el artista Jorge Diciervo, autor de una obra geométrica, poética y surreal
Tenía párkinson y sus restos descansan en Chivilcoy, su ciudad natal; su muerte, a los 77 años, añade pesar en un fin de año de luto para el arte argentino, tras las partidas de Fermín Eguía, Remo Bianchedi y Víctor Chab
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Este viernes a la noche, a los 77 años, murió el artista Jorge Diciervo en la localidad de Chivilcoy, donde había nacido el 14 de diciembre de 1947, informaron los hijos del artista. Tenía párkinson y sus restos descansan en su tierra natal. Con Ana Tassano, era padre de tres hijos: Juan, Pedro y Guido. “Se dedicó toda su vida exclusivamente al arte -dijo Juan Diciervo a LA NACION-. Dejó mucha obra”.
De formación autodidacta, comenzó a dibujar a los doce años y, en su juventud, utilizó como soporte de sus pinturas lonas usadas en el transporte de mercaderías, y maderas y cartones para sus esculturas. Gracias a una beca del Fondo Nacional de las Artes (FNA), pudo viajar a Italia, donde se perfeccionó como pintor (en una entrevista contó que todas las mañanas esperaba encontrarse en las calles de Roma con su admirado Giorgio De Chirico). Desde la década de 1970 expuso en galerías como Palatina, Van Eyck y Rubbers esculturas, pinturas, collages y dibujos. Tuvo como referentes para su obra geométrica, poética y surreal a De Chirico, Carlo Carrà, Roberto Aizenberg, Max Ernst, Joan Miró y Pablo Picasso. Artista reconocido por el público, vendió mucha obra años atrás.
“Regresé de Europa con la sensación de que a mi pintura le faltaba algo -dijo en 2005 a LA NACION-. No sabía muy bien qué era... Un domingo, una hermana me invitó a pasar el día en su quinta. Estaba recorriendo los alrededores cuando de pronto tuve algo parecido al satori de los budistas: una gran lona de camión me dio vuelta la cabeza. Estaba en desuso, era muy muy vieja pero, para un pintor que buscaba la iluminación, tremendamente interesante. Estaba casi deshecha, sucia, percudida, pero llena de texturas. Prácticamente la arrastré hasta mi estudio y me puse a trabajarla con acrílicos. Expuse el primer cuadro pintado sobre la tela de camión en 1986, en la galería Rubbers. Le puse Sin título; ¿de qué otra manera lo iba a llamar si yo no sabía muy bien lo que estaba haciendo?”. Diciervo tenía su atelier en Vicente López.
En sus pinturas, recreó una espacialidad metafísica y trabajó con “familias” de formas geométricas alineadas; trapecios, conos, rectángulos y óvalos, en algunos casos “vestidos” y en equilibrios inestables, parecían haber posado ante el artista que se negaba a designar estos conjuntos “naturalezas muertas”. Hizo collages a partir de diversos objetos de descarte que encontraba en sus paseos. Una serie realizada entre 1983 y 1984 fue hecha sobre la base de grabados impresos descubiertos en una librería anticuaria; también fue autor de una serie de libros-objeto.
“Era un extraordinario pintor y muy exitoso -dice la artista Matilde Marín a LA NACION-. Tenía una obra preciosa, con cierta fantasía surrealista, de una factura técnica muy importante. Fue uno de los primeros que empezó a trabajar en tamaños grandes en sus pinturas”. La artista Susana Sánchez, que conoció a Diciervo cuando este fue jurado del Salón Provincial de Artes Visuales de Jujuy, lo recuerda como una persona generosa. “Te indicaba el rumbo de tu obra y dónde estaba tu fuerza expresiva”, dice.
“En Rubbers lo queríamos entrañablemente -dice la galerista Mariana Povarché a este diario-. Nos íbamos con María Basile a su casa-taller en Vicente López, y era para nosotas una tarde especial. Rodeado por sus dibujos, pinturas y esculturas Jorge nos contaba la historia de cada una de ellas. Le encantaba también hablar de su obra hecha de maderas y otros objetos que encontraba en la calle. Era como un niño contando sus aventuras. Lo vamos a extrañar”. La muerte de Diciervo añade pesar en un fin de año de luto para el arte argentino, tras las partidas de Fermín Eguía, Remo Bianchedi y Víctor Chab.
Diciervo fue becado por el gobierno de Italia y por la Fundación Pollock-Krasner de Nueva York. Obtuvo, entre otras distinciones, el Segundo Premio Braque, en 1980; el Premio Francisco Romero del FNA, en 1983; el Primer Premio de la Bienal Chandon en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), en 1993; el Premio Adquisición Trabucco de la Academia Nacional de Bellas Artes, en 1996; y el Premio Fortabat del Museo Nacional de Bellas Artes de 1999. Realizó más de sesenta exposiciones individuales y sus obras integran colecciones privadas y públicas de la Argentina (el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez y el Castagnino, en la provincia de Santa Fe, y el Museo de Arte Tigre, en la provincia de Buenos Aires), y de Chile, Brasil, Estados Unidos, Italia, Francia, Suiza y Bélgica.
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