Murió Dante Quinterno, precursor del humor gráfico en la Argentina
De perfil muy bajo, cautivó a generaciones con personajes incorporados a la memoria popular
Con la misma reserva y privacidad que aplicó a una vida caracterizada por una escasísima exposición pública, Dante Quinterno fue sepultado ayer por la tarde en la Recoleta, pocas horas después de su fallecimiento, en esta capital, a los 93 años.
Sus familiares eligieron así una despedida de extrema sencillez y austeridad, acorde con la conducta con que retrató en el papel a su personaje más famoso. Quinterno, dibujante, editor, hombre puntilloso y de costumbres inalterables, quedará en el recuerdo de varias generaciones como el creador de Patoruzú, tal vez el héroe nacional máximo de todo el camino recorrido por el humor gráfico y la historieta en la Argentina a lo largo del siglo XX.
"Aprendí tarde a leer (a escribir no aprenderé nunca). No tengo virtudes. ¿Acaso existen hoy en alguien? Si me preguntan por mis defectos, tengo pies planos, uso "bigotitos" y fui tartamudo hasta promediar la adolescencia. Mi aspiración es llegar a ser un buen dibujante." Quinterno escribió este breve autorretrato en 1932 para la desaparecida revista Mundo Argentino. Un año antes había decidido conceder su último reportaje.
Desde allí hasta hoy se llamó a un consecuente silencio que convivió con el crecimiento y la vigencia -continuada por sus herederos- de su trabajo como talentoso creador de personajes de historieta que hoy están incorporados a la memoria popular y a la vida cotidiana de los argentinos.
Una familia encabezada por el indio Patoruzú -que vio la luz por primera vez el 19 de octubre de 1928 dentro de la historieta "Don Gil Contento", que Quinterno dibujaba para Crítica- y que luego se amplió con otros nombres de inmediata identificación con el público: el bonachón Upa, la enamoradiza Patora, la servicial Chacha y sobre todo Isidoro Cañones, antítesis perfecta de las virtudes que vestían la conducta de su ahijado Patoruzú: nobleza, abnegación, generosidad, amor por las causas perdidas.
Con los años, Quinterno perfeccionó en el papel los rasgos de sus personajes pero jamás quiso que perdieran su estilo identificatorio original. Así, Patoruzú ("el hombre perfecto dentro de la imperfección humana", según su creador) fue la historieta que mejor logró adaptarse a nuevos tiempos y realidades sin cambiar más de lo imprescindible.
Lo consiguió con éxito durante los últimos 75 años, sobreviviendo a modas, cambios culturales y cuestionamientos intensos, que sobre todo aparecieron durante los años 70 cuando se ensayó una lectura política de la historieta.
Exponente de virtudes
En sus muy pocas declaraciones públicas durante todos esos años, Quinterno prefería hablar de Patoruzú, sin segundas lecturas, como una representación cabal de virtudes como el valor, la caballerosidad y el ansia de justicia. Y tanto en los períodos de mayor éxito -la revista Patoruzú llegó a vender 300.000 ejemplares por semana en los años 50- como en otras etapas de repercusión firme, pero más atenuada, el creador del indio de poncho, pluma y nariz imponente modificó su rutina: hasta los 90 años concurría diariamente a las oficinas de la Editorial Universo -que sigue editando las revistas de Patoruzú, Patoruzito e Isidoro- en la avenida Santa Fe, ocupaba su escritorio de toda la vida y desde allí dirigía la marcha de la empresa y seguía dibujando a sus personajes más famosos.
Sólo abandonó esa suerte de ritual diario cuando, en los últimos años, se vio obligado a permanecer en su casa, pero también desde allí nunca dejó de atender los asuntos de su editorial.
Dante Quinterno nació en Buenos Aires el 26 de octubre de 1909 en el seno de una familia de origen piamontés que había llegado a la Argentina, dos generaciones atrás, y se instaló en la zona rural de San Vicente para cultivar frutales.
Descubrió su vocación antes de entrar en la escuela. "Primero ensuciaba con grafito cuanta superficie pulida se presentara a mi vista. Después, en los recreos de la primaria, garabateaba retratos de próceres argentinos en los pizarrones que el monitor había limpiado cuidadosamente", confesó antes de llamarse a un voluntario silencio que duró más de siete décadas.
El sello propio
Dante Quinterno tomó el estilo de su maestro, el famoso dibujante Diógenes Taborda, a cuyo influjo inició su carrera en El Mundo con "Don Fermín", un personaje que luego se transformó en el impagable Don Fierro, aquel empleado eternamente mortificado por su diminuto jefe.
La aparición de Patoruzú fue el primer hecho que cambió su vida: a partir de él armó, con la misma reserva que le aplicaba a sus actos, un emprendimiento editorial que lo sobrevive.
El segundo hecho clave se produjo en los años 50, cuando eligió seguir el camino de sus ancestros, adquirió campos, se hizo productor ganadero y sumó a sus proyectos editoriales la revista Dinámica Rural.
Fue el punto de partida de la puesta en marcha del holding Quinterno, que hoy funciona bajo el control de los tres hijos -Dante, Walter y Mónica- que el dibujante tuvo con Rosa Schiaffino, con quien se casó en 1938, y que hoy combina actividades editoriales, el aprovechamiento de la "marca Patoruzú" en nuevos soportes tecnológicos, las telecomunicaciones y el comercio exterior.
El hombre que realizó en 1942 el primer dibujo animado argentino, "Upa en apuros", y el que a fines de los 50 se dedicó a proyectar un modelo de automóvil deportivo similar al que lucía Isidoro Cañones en sus aventuras dibujadas pasará a la historia como pionero en más de un sentido.
Y también -en la mirada de discípulos y colegas- como el hombre que fue a la historieta argentina lo que Walt Disney significó para el dibujo animado de alcance mundial.
El sepelio, en la intimidad
La familia del creador de Patoruzú quiso inhumar sus restos en la intimidad. Dante Quinterno era un hombre que siempre rehuyó las entrevistas periodísticas, los pedidos de autógrafos, la notoriedad. Cuando fue distinguido por la Legislatura porteña, en 1999, no fue al homenaje.
Falleció en la madrugada de ayer y, a las 16.30, llegaron sus restos a la Recoleta, antes de que pudieran publicarse avisos dando cuenta del fallecimiento.
Un redactor de LA NACION estuvo allí, donde se congregaron familiares y amigos del extinto en silencio respetuoso, sereno, no exento de alguna lágrima.
No hubo ningún orador. Estaban su esposa, Rosa Schiaffino; sus hijos, Dante, Walter y Mónica; sus nietos, algún estrecho colaborador, parientes y amigos.
En la capilla, el joven sacerdote Gastón Lorenzo rezó un responso y habló brevemente del misterio de la vida. Todos los presentes rezaron un Padrenuestro y un Avemaría. Luego, los restos de Quinterno fueron llevados al panteón familiar, a muy pocos metros del peristilo de la Recoleta.
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