Murió en Barcelona la fotógrafa argentina Ana Portnoy, retratista de escritores
El sábado murió en Barcelona, a los 69 años, la fotógrafa argentina Ana Portnoy. Había nacido en Buenos Aires en 1950 y se hizo muy conocida en el ambiente literario por sus retratos de escritores. Como muchos otros argentinos durante la dictadura, se exilió en Barcelona en 1977, adonde llegó con sus dos pequeños hijos. En una de las capitales de la edición en lengua española, se formó como fotógrafa con Elena Schlesinger, Humberto Rivas y Carlos Bosch. Trabajó en proyectos editoriales y, a mediados de los años 1980, en El Periódico de Cataluña, donde publicó dosiers sobre temas sociales. Apenas trascendió la noticia de muerte, a causa de un cáncer, escritores, periodistas y editores de uno y otro lado del Atlántico expresaron su pesar en redes sociales.
En 2011, Portnoy inició su proyecto de retratos de escritores, que mantuvo activo hasta sus últimos días. Ante su cámara posaron los españoles Juan Marsé, Maruja Torres, Javier Cercas y Rosa Ribas; los argentinos Claudia Piñeiro, Clara Obligado, Guillermo Martínez, Rodrigo Fresán, Dolores Reyes, Mariana Enriquez y Eduardo Hojman; el estadounidense James Ellroy, el griego Petros Márkaris, la chilena Alejandra Costamagna, el irlandés Colm Tóibin y la uruguaya Ida Vitale, entre muchos otros. Pocos evitaban hacer bromas sobre su apellido y preguntarle si era pariente del protagonista de la novela de Philip Roth, El lamento de Portnoy.
En su país de adopción, la fotógrafa organizó dos exposiciones en años recientes: la colección de retratos de escritores policiales Un disparo al autor, inaugurada en el marco del festival BCNegra 2014, y La vida entera, resultado de un proyecto europeo de trece países coordinado en España por Javier Tejada, sobre el envejecimiento activo y saludable, para el que fotografió a decenas de personas mayores de setenta y cinco años. Supo captar en la mirada de poetas, libreros, cocineros, arquitectos, editores, científicos, dibujantes y periodistas la dicha de vivir y crear.
Emigró de la Argentina en tiempos difíciles, a los 26 años, gracias a la intervención de Eduardo Luis Duhalde, que llegaría a ser secretario de Derechos Humanos de la Nación desde 2003 hasta el año de su muerte, en 2012. "Hubo desaparecidos en mi familia, y los últimos meses hasta poder salir del país vivimos en la clandestinidad -contó Portnoy años atrás-. Salí, con mi hija de tres años y embarazada de seis meses, con documentos falsos, con un DNI que era un desastre, porque se emborronó la huella cuando la puse, y tuvimos que arrancar la página y volver a ponerla". Llegar a Barcelona le devolvió a la vida. "Debo confesar que sentí por esta ciudad un amor a primera vista -declaró-. Barcelona vivía su contagiosa primavera democrática. La gente estaba contenta, esperanzada. Había ilusión. Corrían los primeros días de marzo de 1977 y yo acababa de cumplir 27 años".
En la página web de la fotógrafa argentina se pueden ver sus retratos y otros trabajos. Allí también se reproduce un texto del escritor español Carlos Zanón, que comienza así: "Ana Portnoy son unos ojos. De hecho hay más, mucho más. Pero de entrada, unos ojos. Unos ojos preciosos que además saben mirar, olvidar y perdonar. Y también volver a mirar, amar, recordar y vuelta a empezar. Luego, está la voz, la pausa, el respeto para entrar en tu intimidad, en tu dejarte fotografiar. La voz de alguien que ha encontrado la armonía en la amputación, la guerra, el desarraigo o mejor dicho, en la belleza que a veces encuentras en algunas personas, algunos momentos, algunos mundos dentro, fuera de toda esa amputación, guerra y desarraigo. Esos ojos y esa voz le permiten que le abras la puerta y le dejes entrar en tu casa". Ahora en nuestra mirada vive el legado de Portnoy.
A través de los "ojos preciosos" de Portnoy
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