Murió a los 72 años Alfredo Prior, genial pintor, músico, escritor y performer
En un fin de año de luto para el arte, tras las partidas de Víctor Chab, Fermín Eguía, Remo Bianchedi y Jorge Diciervo; Prior se definía como neomanierista, con una obra pictórica repleta de referencias a la historia y la cultura universal
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Genial pintor, músico experimental, inteligente e irónico para la conversación, lector voraz, performer dadaísta, escritor de ensayos, poesía y ficciones, Alfredo Prior será recordado por muchas de sus facetas, todas cultivadas con pasión. La pintura argentina pierde uno de sus más grandes exponentes con su partida a los 72 años, esta mañana a causa de un cáncer de pulmón. Sus restos serán velados mañana, 25 de diciembre, a partir de las 16, en Casa O’Higgins (O’Higgins 2842, CABA).
Autodenominado “el más abstracto de los pintores figurativos y el más figurativo de los pintores abstractos”, Alfredo Prior exploró en sus pinturas texturas atmosféricas y cromáticas, en ocasiones protagonizadas por osos, niños, conejos, chinos, muñecos de nieve y otros personajes que integraron sus fábulas visuales. Protagonista ineludible de la generación de artistas que emergió en los años 80 con la recuperación de la democracia en Argentina, en 1985 representó a la Argentina en la XVIII Bienal de San Pablo, junto con Guillermo Kuitca, con quien realizó varias obras a dúo en los años del underground.
“Como persona era un ser entrañable, culto, ocurrente. Con un humor mordaz. Leal, buen amigo. Cuando puse el nombre Vasari a la galería, me dijo que ya con eso estaba convencido de que íbamos por el buen camino. Fue mi persona de consulta siempre. Como artista, es único. No existe otro con ese talento y esa genialidad. Un artista inmenso”, lo recuerda su galerista, Marina Pellegrini. Lo despiden desconsolados su mujer Alejandra y su hijo Nicolás, y toda la comunidad artística, en la que cultivó amistades entrañables.
En una de las últimas entrevistas con LA NACION dejó algo así como su ars poética: “No me gusta ser muy directo sino más bien elíptico. En ese sentido soy barroco y gongorino: de Góngora a Lezama Lima. Pienso en charlas que tuvimos a fines de los años 70 con Osvaldo Lamborghini. Él me decía que uno de sus poemas argentinos preferidos era El grillo de Conrado Nalé Roxlo, sobre todo por el verso: “música porque sí/ música vana”. Eso es mi pintura: “Pintura porque sí/ pintura vana”. Lo digo con la humildad y omnipotencia que destila ese verso”.
En 1970 realizó su primera exposición individual en la Galería Lirolay y al año siguiente ingresó a la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires. En la década del 80, participó en numerosos proyectos conjuntos y formó parte de la exposición La anavanguardia en Estudio Giesso.
Su pasión por la literatura se trasluce en sus pinturas, así como su interés por la cultura oriental y la música. La cita apócrifa y la adopción de heterónimos es una característica constante en su obra. Prior la definía como neomanierista, repleta de referencias a la historia y la cultura universal, y era admirador de Goya y Turner. Siempre, también, había en su vida y su obra una dosis de humor e ironía. En la UBA conoció al poeta Arturo Carrera e iniciaron su intensa y duradera amistad antes de abandonar la facultad. A través del poeta conoció a Osvaldo Lamborghini y a César Aira, otras dos notables influencias en la sensibilidad literaria de su pintura. Junto con Amalia Sato se adentró en los saberes del arte y la literatura orientales que subyacen en su producción. Estudió cerámica con Juro Mizutani y caligrafía y tintas con Setsuo Shibata.
“Luego de sus inicios ligados a la abstracción geométrica comenzó a cargar sus superficies de fábulas visuales de denso cromatismo. En forma paralela a su serie de Osarios (1982-1987), hacia 1985 Prior realizó un conjunto de pinturas que tituló repetidamente En cada sueño habita una pena. En ellas los pequeños lienzos ocupados por cabezas de niños-osos dejaron paso a telas de mayor dimensión donde figurillas de igual tenor ominoso quedaban reducidas, a veces asediadas, en un magma de materia y color de espíritu informalista. Sobre el conejo de Prior, esa criatura fantástica que protagoniza la serie, César Aira –quien supo convertir al pintor en personaje de sus novelas– ha escrito que ‘queda posado sobre un plano atmosférico que es una pura absorción de color, o un puro escenario de prolongados y dichosos trabajos. Entonces ‘el mundo como capricho y miniatura’ (Bachelard) se confunde para siempre con el de la necesidad y el monumentalismo: y tan justo es el tejido de sus términos que nadie sabrá con certeza cuál se oculta en el otro, y qué motivos hay para no confundirlos´”, describe Viviana Usubiaga en la ficha de una de las obras que es patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes, En cada sueño habita una pena.
Otra obra suya ingresó en el museo en 2021, Children’s Corner (1982-1984), una composición de pequeños retratos, cuando mereció el Premio Trayectoria. “La elegí con mucho cariño porque yo amo a este museo –dijo entonces a LA NACION–. A fines de los ochenta mi obra entró a la colección por una donación de Fundación Antorchas, cuando era un treintañero. Me crié viendo sus obras. Me traía mi mamá. Desde chico tengo mis preferidas, como Ninfa Sorprendida de Manet. Después, me rateaba de educación física para venir a leer a la biblioteca del museo”.
Realizó numerosas exposiciones individuales entre las que se destacan: El pequeño pabellón entre las plantas de melón, ICI, 1999; Antología, Museo Nacional de Bellas Artes, 1998; Tribulaciones de un chino en Roma y otras tribulaciones sobre papel, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 2003; La guerra de los estilos, Museo Nacional de Bellas Artes, 2004; No toda es pintura la de los ojos abiertos, Museo Caraffa, Córdoba, 2010; Un verde pensar bajo una sombra verde, MALBA–Fundación Costantini, 2010; La felicidad en un minuto, MBA-MAC Bahía Blanca, 2014; Al Imperio de las Musas, Sala Cronopios, Centro Cultural Recoleta, 2015; Antológica, Museo Nacional de Bellas Artes, Neuquén y Museo Franklin Rawson, San Juan, 2016.
“Prior acostumbra a desafiar la soledad de la pintura multiplicándose hacia otras disciplinas: es un escritor que publica sus textos, un músico que toca con colegas artistas, un performer que no les retacea el propio cuerpo a sus ideas”, escribió Eva Grinstein en el catálogo de Malba. “Lúcido, irónico, solidario. Fue una gran influencia para mí y me apoyó en momentos difíciles”, lo despide Duilio Pierri.
Además de la pintura y el dibujo, transitó otros medios y disciplinas: realizó instalaciones, videos y varias performances. La primera fue en 1997, Rrose Sélavy desnudada por el Capitán Nemo, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Le siguieron Cómo resucitar a una liebre muerta (MAMBA, 1998), El gran bingo chino (ICI, 1999) y Jackson Pollock en el Amazonas (La Fábrica IMPA, 2004). En estas performances Prior trabaja sobre artistas del siglo XX como Marcel Duchamp, Joseph Beuys y Jackson Pollock.
Publicó libros de poemas y textos de ficción: en 2006, Cómo resucitar a una liebre muerta, editado por Mansalva, que recopila algunos de sus textos de ficción; en 2012, El triunfo de Adriano, editado por La Sofía Cartonera de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, y dos años más tarde otro libro de poesía, Elegías del Dino, por la misma editorial. En 2007 presentó el libro Alfredo Prior por Ediciones Vasari, una selección de sus obras a la fecha con texto de Rafael Cippolini.
En el plano musical, integraba el grupo de música experimental Super siempre, junto a Alan Courtis, Sergio Bizzio, Francisco Garamona y Nacho Marciano, entre otros. En uno de sus tantos cruces, realizó pinturas sobre vinilos, montados en Vasari como instalación según el diseño de Mondrian con el nombre de Lluvia de arroz sobre el gran río amarillo, tomado a su vez de una vieja obra suya perdida. Otra muestra en la galería se llamó Veinte mil leguas de blues submarino, una relación entre el Capitán Nemo y Captain Beefheart (cantante de blues experimental y pintor ligado a Frank Zappa), dos capitanes de su devoción. Una de sus películas preferidas era La vida acuática de Wes Anderson. “Musicalmente era un dadaísta, pero su personalidad artística estaba marcada a fuego por la cultura rock”, señala el periodista Fernando García.
Entre otras distinciones, recibió en 1987 el Premio de la Asociación Argentina de Críticos de Arte, el Segundo Premio del Premio Fortabat en 1988, el Premio Jorge Romero Brest en 1995, la Beca Antorchas en 2002, el Primer Premio en el IX Premio Nacional de Pintura del Banco Central en 2016, y el segundo premio del Salón Nacional de Pintura en 2017. Sus obras integran las colecciones de Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, Museo Franklin Rawson de San Juan, MNBA Neuquén, Museo Caraffa Córdoba, Museo Castagnino+MACRO Rosario, Colección Fortabat, Art Gallery of Western Australia, entre otras colecciones públicas y privadas. Presentó exposiciones antológicas en los museos más importantes del país y en Brasil, Francia, España, Italia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Uruguay, Chile, Ecuador, Colombia, Egipto, Japón, entre otros lugares.
Alguna vez expresó: “Pintura es para mí travesía, travesía en la cuna, que es un ataúd, que es una barca, que es un pez”. Comienza Prior su eterno nado como protagonista de la historia del arte argentino.
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