Mundo íntimo, mundo público
SOÑAR Y CONTAR Por HanifKureishi-(Anagrama)-Trad: F. González Corugedo-324 páginas-($ 54) EL CUERPO Por Hanif Kureishi-(Anagrama)-Trad: Roberto Frías-270 páginas-($ 49,50)
Próximo a cumplir los 50 años, el escritor británico Hanif Kureishi presenta dos libros muy distintos pero unidos sutilmente por la reflexión acerca del paso del tiempo y los beneficios y miserias de una primera madurez que ha conocido un tiempo anterior y mejor y que, al mismo tiempo, es el momento de mayor plenitud creativa. Se trata de Soñar y contar, una recopilación de textos de no ficción, autobiográficos y de reflexión literaria, cultural y política, y El cuerpo, que reúne una novela corta y siete relatos.
Soñar y contar es un logrado ejercicio sobre el tránsito de lo interior a lo exterior, sobre los encuentros y rechazos entre la escritura propia y la ajena, además de una toma de posición casi definitiva acerca del choque racial que ha sido tema de la obra de Kureishi desde los comienzos de su producción.
En el prólogo y en la primera parte, el espacio más político del libro, se perfila el trasfondo autobiográfico de sus novelas El Buda de los suburbios, Intimidad o El regalo de Gabriel, pero con la impronta de lo verdadero y la nota cruda de lo vivido. Marcado a fuego por la frustración de su padre, un inmigrante paquistaní que quiso ser escritor, Kureishi relata las transformaciones del escenario londinense desde su infancia y adolescencia -cuando era común que cualquier inglés medio despreciase a los "paquis"- hasta la actualidad, en la que ya no puede concebirse la ciudad sin la confluencia de culturas y la complejidad de la mixtura étnica. Recorre con delectación la contracultura de los años 70, esgrime razones sobre la importancia de Los Beatles como signo de una distensión de las costumbres y explica la llegada del punk como preámbulo sombrío del conservadurismo de Margaret Thatcher, en una lúcida aunque polémica disquisición acerca de la potencia reformadora de la música, sobre todo el rock y el pop, "que distraen el sistema de clases y abren un ámbito de movilidad y oportunidades", en detrimento de la literatura.
Pese a la mirada retrospectiva sobre sus comienzos en la escritura, el dolor por la discriminación o la pesada carga de ese padre perdido entre dos mundos, las primeras crónicas se dedican a pensar una evolución cultural de Inglaterra entre las marchas y contramarchas de las políticas conservadoras, marcada además por una batalla de discursos sobre la necesidad de una resistencia creativa ante lo trivial del consumo y el camino responsable del escritor, que debe contribuir con sus valores al surgimiento de un lenguaje de controversias y superaciones. Pero también surge un tono que va desde lo humorístico y lo irónico hasta la crítica decepcionada; por ejemplo, en la crónica de un congreso del partido conservador al que asistió como observador y en el relato de la prostitución de chicas de origen paquistaní que tienen como clientes a hombres de su misma etnia, fascinados por el desenfreno y tentados por la promiscuidad pese a su aparente rigidez moral.
La segunda parte es una prolongada relación sobre la creatividad en la tarea de guionista, actividad en que Kureishi se ha destacado. Describe, con una minuciosidad quizá excesiva, la interacción laboral entre el director Stephen Frears y él mismo durante la preparación, rodaje y difusión de Mi hermosa lavandería y Sammy y Rosie van a la cama, y se refiere al vínculo, menos estrecho, que mantuvo con Patrice Chéreau en ocasión del rodaje de Intimidad. También reflexiona sobre el guión y la filmación de Londres me mata como un modo de revisar la alianza indisoluble entre la cultura urbana y la fluidez de su imaginación.
En la tercera parte, un sorprendente tono confesional, intercalado con una visión lúcida y desmitificadora, signa las reflexiones sobre la propia escritura, los reveses de la creación literaria, los entretelones de la tarea de tallerista literario y el territorio de permanente transformación que se extiende entre escribir y leer. Desde Wordsworth hasta Chejov y Proust o desde James Baldwin hasta Wilde y Kafka, Kureishi explora la literatura que lo conmovió y modificó y piensa en el destino de la ficción, en su perenne tarea de desgarrar el lenguaje de la autoridad o de recuperar el paisaje interior de los individuos.
"El cuerpo", la novela breve que da título al segundo libro, con un ropaje de ciencia ficción clásica y un argumento al estilo de Robin Cook, se interna en el mito fáustico para desarrollar el conflicto de una mente madura en un cuerpo joven. Luego de haber concluido una adaptación teatral de El retrato de Dorian Gray y de haber releído Frankenstein, Kureishi quiso incursionar en el tópico de la creación de un ser humano para reexaminar temas como la edad mental, el horror del paso del tiempo, la muerte.
El protagonista, Adam, muy cerca de un alter ego del autor, es un escritor consagrado que, hacia la mitad de su vida, aspira a eludir el hastío del éxito y de la vida familiar, aceptando una audaz intervención quirúrgica por la cual su cerebro es extirpado e implantado en el cuerpo de un joven suicida, apuesto, fornido y bien proporcionado. Si bien el tema ya había sido tratado por el fantástico y el gótico, Kureishi le da una vuelta de tuerca y ausculta la tensión entre la conciencia de la finitud y la aparente eternidad de recuperar la juventud. En su nuevo cuerpo, Adam se entrega a todo tipo de experiencias sexuales, a probar drogas duras y vagabundear por Europa. Pero el peor peligro sigue dentro de sí mismo: su indoblegable conciencia. Rebautizado Leo, el nuevo joven encuentra dificultades para moverse en el mundo del teatro, la literatura y las artes y no puede eludir las consecuencias del desenfreno erótico que incluye cierta valorización adolescente de la potencia genital (otra vez la conocida obsesión fálica de Kureishi) y una fugaz homosexualidad.
Aunque el desenlace es previsible, la contaminación entre realidad, fantasía, crítica social y ciencia ficción de "El cuerpo" ?digna de John Wyndham, Fredrick Brown o Richard Matheson? crea un espacio nuevo en la literatura de Kureishi, en la que las certezas han quedado de lado, abundan los interrogantes y crece el interés por vincular lo más esencial de lo autobiográfico con la tematización de las angustias y trivialidades que definen nuestra época: el culto feroz por la plenitud física y el retardo indefinido de la vejez, por ejemplo, o la renovada controversia entre ciencia y ética.
En los otros cuentos, Kureishi retoma, con suaves novedades, sus temas habituales: la inestabilidad afectiva, la discriminación, el fracaso de los ideales juveniles, el curioso destino de la rebeldía y del conformismo. "Tocado" y "Escándalo en el árbol", por ejemplo, revisan las imágenes propias y ajenas del inmigrante y ponen en conflicto la supuesta tolerancia y convivencia de ingleses y paquistaníes, en un filoso abordaje de la otredad y el racismo mientras que "El verdadero padre" y "Adiós, madre" hacen resurgir al Kureishi fascinado por los conflictos paterno-filiales, pero ahora explorando un resentimiento visceral y los distintos lenguajes del dolor.
La escritura como sentido de la vida, el envejecimiento con sobresaltos, Londres vista desde el amor y la angustia y la necesidad de mitigar la ajenidad del cruce cultural con la libertad de la imaginación son motivos profundos que unen ambos libros. Confesional, irónico, por momentos emotivo y otras veces irreverente, Kureishi se luce en Soñar y contar y en El cuerpo mediante la rara conciliación de un recorrido vital con los muchos y desconcertantes rostros de la vida urbana contemporánea.
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