El retrato de su musa Marie-Thérèse Walter, rematado en Sotheby’s, quedó noveno en el ranking de ventas en subastas y destronó a “El grito”, de Munch; otra pintura del español ocupa el tercer lugar
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Un retrato de Marie-Thérèse Walter, la “musa dorada” de Pablo Picasso y madre de su hija Maya, entró hoy al codiciado top ten de las obras más caras de la historia vendidas en subastas, al rematarse en Sotheby´s por US$139.363.500 como pieza central de la colección de Emily Fisher Landau. No se difundió quién hizo la oferta final antes de que Oliver Barker bajara el martillo en Nueva York, cerca de las nueve de la noche porteñas, tras una intensa puja presencial, online y telefónica transmitida por streaming.
Mujer con reloj (1932) desplazó así nada menos que a la célebre pintura de Edvard Munch, El grito (1895) y a La montaña Sainte-Victoire (1888-1890), de Paul Cezanne, y quedó en el noveno puesto del ranking, donde otra pintura del malagueño –Las mujeres de Argel, vendida en 2015 por US$179.365.000- ocupa el tercer lugar. Se trata de una revancha para Picasso ya que el año pasado Niña con una canasta de flores (1905) quedó afuera de esa codiciada lista cuando se remató la colección Macklowe. También el año pasado Shot Sage Blue Marilyn, de Andy Warhol, conquistó el segundo puesto detrás del polémico Salvator Mundi, (circa 1500) atribuido a Leonardo Da Vinci.
Casualmente en este caso Marie-Thérèse posa como una “Mona Lisa moderna”, sobre un fondo azul que evoca el pigmento de lapislázuli tan valorado por los grandes artistas del Renacimiento. Así lo señala Simon Shaw, vicepresidente del departamento de Bellas Artes Globales de Sotheby’s, experto en un video difundido por la casa de subastas: “Nunca fue retratada de forma tan majestuosa como en esta pintura –opina este experto-. Ella es todo para Picasso: es la luna, el sol… Literalmente, detiene el tiempo”.
¿Por qué el reloj, en primer plano? Según Shaw, podría relacionarse con tema recurrente en la producción de Picasso: la “vanitas”, un género artístico que nos recuerda que “la belleza eventualmente morirá”. Aunque hay algo más específico, observa: las agujas marcan las 16:40. “Es miércoles, 17 de agosto de 1932 –explica-. Picasso acaba de regresar de su primera retrospectiva en París. Es un ‘momento robado’. Aunque han estado juntos durante cinco años, su relación sigue siendo clandestina. En 1932, finalmente, ella es revelada al mundo”.
Con esa muestra, que incluyó muchos retratos de Marie-Thérèse, se hizo pública la relación que permanecía en secreto. De esa manera se enteró también la bailarina ucraniana Olga Khokhlova, esposa de Picasso y madre de su hijo Paulo. Fue también, según Shaw, un “momento crucial” en la carrera del artista. “Con esta exposición él está pintando para la historia, para la posteridad, para su legado, para los museos. Está pintando cada vez más. Mujer con reloj captura este clímax creativo de manera exquisita”.
Y hay algo más que vuelve especial esta obra, una de las primeras adquiridas por la coleccionista Emily Fisher Landau en 1968. Los colores utilizados, así como el diseño cuadriculado de la tela del vestido en el centro del cuadro revelan según él citas a su “gran rival” Henri Matisse, que había realizado una retrospectiva el año anterior en la misma galería, Georges Petit. “Es erótica, suculenta -opina Shaw-, y refleja las obsesiones de Picasso”.
La rubia Marie-Thérèse fue una de las grandes obsesiones de este gran “depredador” de mujeres. “Creo que vamos a hacer grandes cosas juntos”, le dijo en las galerías Lafayette, el 8 de enero de 1927. Ella tenía 17 años; él, 45. “Tenés una cara interesante, me gustaría hacerte un retrato”, le propuso. Así comenzó la relación extramatrimonial que inspiraría algunas de las obras más sensuales (y cotizadas) del cubismo.
En 2021 otro retrato de Marie-Thérèse, Mujer sentada junto a una ventana, fue rematado en Christie’s por US$103,4 millones tras una febril puja de veinte minutos. El sueño fue vendido en 2013 a Steve Cohen por US$155 millones, pese a que había sido dañado cuando otro millonario lo atravesó con su codo. Tres años antes, Desnudo, hojas verdes y busto había logrado el récord de la obra más cara vendida en subastas al venderse en Christie’s por US$106,4 millones.
Picasso abandonó a Olga y prometió divorciarse cuando Marie-Thérèse quedó embarazada de Maya, a fines de 1934, pero nunca lo hizo. Según la ley española, debía dejarle la mitad de sus bienes. Maya no había cumplido dos años cuando Picasso centró su atención en su siguiente musa, Dora Maar, a quien conoció en el bar parisino Les Deux Magots mientras ella jugaba con un cuchillo.
Se dice que Marie-Thérèse inspiró a tres de las figuras representadas en el Guernica, cuadro que alude al bombardeo ocurrido en esa ciudad. Y también que ella y Dora se pelearon por Picasso en el taller del artista mientras él pintaba uno de los testimonios contra la guerra más importantes del siglo XX. “Decidite. ¿A cuál de las dos elegís?”, le habría preguntado la madre de su hija. “Les dije que tendrían que resolverlo entre ellas. Así que empezaron a luchar. Es uno de mis recuerdos preferidos”, relataría más tarde Picasso según su siguiente mujer, Françoise Gilot, madre de Claude y Paloma.
El hombre definido por esta última como un “minotauro cruel, sádico y despiadado” fue finalmente atrapado por Jacqueline Roque, la más odiada de sus musas –una docena, por lo menos–, que se suicidó después de la muerte del artista. También lo hizo Marie-Thérèse, en 1977. Dora Maar terminó internada en un psiquiátrico, con crisis similares a las de Olga.
“Marie-Thérèse fue la más física de las relaciones de Pablo –contó Gilot en una entrevista, hace más de una década–. Las pinturas que hizo de ella son extremadamente sensuales, líricas y suaves, en colores pálidos, oceánicos. Siento simpatía por ella, porque era tan inocente… No muy inteligente, pasiva, agradable y bella. Ella lo adoraba, no tenía otra cosa en su vida”.