Muelle: el Banksy español que gana terreno en los museos
Máximo exponente del grafiti, Juan Carlos Argüello Garzo fue un pionero del street art y su firma es un ícono de Madrid; esta semana se subastaron obras que ingresan al mayor acervo de arte contemporáneo de la ciudad
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MADRID.– En el norte de la ciudad, las Cuatro Torres; en el corazón, las Cibeles; en el sur, las Naves del Matadero; y, en todas las coordenadas, el arte urbano se exhibe con nitidez y comienza a ocupar cada vez más un lugar relevante en el canon pictórico. Los barrios de Madrid apuestan por brindarle un lugar destacado a esta expresión y las obras del máximo exponente español del grafiti, Muelle, protagonizaron esta semana una interesante puja en una casa de subastas. Una de estas piezas además ha sido comprada por el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. “Esta adquisición nos abre las puertas para hacer más exposiciones”, destaca el hermano del artista a LA NACION.
Por unanimidad entre los expertos, Juan Carlos Argüello Garzo (1965-1995), más conocido como Muelle, es el pionero del arte urbano en España. Para muchos, un poeta de vanguardia; para otros, un muralista “gamberro”; y para una generación entera, un símbolo de libertad. “Con nuestras pintadas le devolvemos a la ciudad parte del oxígeno que le roban los fabricantes de spray”, es una de las míticas frases de Muelle, apodado así desde pequeño en su barrio, Campamento, por la bicicleta que decoró, utilizando este resorte extraído de una moto.
"Muelle irrumpió en la Movida, aquel período de efervescencia al son del punk y del rock en el que los jóvenes tomaron las calles y la noche tras el ocaso del régimen franquista."
Su firma es hoy un ícono de Madrid. Muelle irrumpió en la Movida, aquel período de efervescencia al son del punk y del rock en el que los jóvenes tomaron las calles y la noche durante la Transición, tras el ocaso del régimen franquista. Así, la ciudad se decoró con su tipografía característica, subrayada en forma helicoidal con un extremo en forma de flecha acompañada por la R de marca registrada [en 1985 inscribió su sello como propiedad intelectual]. “Cuando él pintaba en las calles, ya a fines de los setenta, nadie lo hacía en ningún sitio. En Nueva York se daban casos de grafiti, pero aquí no nos enterábamos. Él empezó solo, poco a poco”, recalca su hermano, Fernando Argüello, en diálogo con LA NACION.
En el Centro Conde Duque, y a pocos metros del Palacio de Liria, se encuentra el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, cuyo acceso es gratuito. En esta institución se atesora desde esta semana uno de los dibujos de Muelle (de 31x50cm), una cartulina pintada con aerógrafo y acrílico realizada en 1994. Quizá no el más representativo de su propuesta urbana, pero el hecho fue celebrado por el reconocimiento que una institución oficial le brinda a las creaciones del artista, emblema de una expresión no siempre valorada. En esta subasta, además de este dibujo adquirido por 3000 euros, particulares, cuya identidad no transcendió, adquirieron otras 14 piezas del mismo autor. Estas ventas alcanzaron un precio total de 78750 euros, un hito para este universo a veces denostado por la crítica, aunque esté a años luz de la última venta en una subasta pública para Banksy, 13 millones de dólares pagados en criptomonedas, este mes, en Nueva York. “Tenía fe y pensaba que saldría bien la subasta, pero no tan buena aceptación”, admite Fernando Argüello.
Muelle también tenía su misterio
Muelle también era músico, baterista, e integró la banda Salida de Emergencia. Falleció a los 29, enfermo de cáncer. En torno a él se generaban historias –los policías lo detenían por pintar paredes en la vía pública, pero cuando lo reconocían, le pedían autógrafos– y todo tipo de leyendas y misterios. ¿Qué significa Muelle? ¿Quién era? ¿Por qué generaba tanta fascinación en Europa y América? ¿Por qué ocultaba su rostro? “Intentaba dejar su obra en distintos sitios sin dañar los edificios. Quería embellecer la ciudad, con el colorido de sus obras, y logró con su firma crear una marca. No se mostraba porque decía que la famosa debía ser la obra y no su rostro”, explica su hermano y admite que al principio sus padres temieron por la deriva de su hijo –el arte urbano no era bien visto, al inicio de la democracia, por la sociedad–, pero luego se sintieron orgullosos.
Si bien el Círculo de Bellas de Madrid cuenta con una pieza de Muelle (realizada para el Carnaval de 1991) y también el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid integró en 2017 a su colección una obra que había realizado Muelle para la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de España, Arco, en 1989, no siempre el grafiti tuvo este reconocimiento institucional ni de la crítica. Esa última pieza había estado guardada durante años en la Imprenta Municipal de Madrid.
El doctor en Historia del Arte, erudito del grafiti, Fernando Figueroa, impulsa desde hace más de una década, junto a otros estudiosos en la materia, como Elena Gayo, el cuidado del patrimonio de la obra urbana de Muelle. Figueroa considera que la subasta de esta semana en Madrid, donde Muelle fue protagonista, “no puede considerarse el colofón de un proceso iniciado desde 2010 por parte de expertos y simpatizantes para recuperar su memoria y lograr el reconocimiento institucional”. Figueroa y otros profesionales exigieron que el grafiti de la calle Montera 30, a pocos metros de Sol y de Gran Vía, fuese declarado Bien de Interés Cultural, un reclamo que aún no ha sido aceptado por las autoridades [uno de los requisitos de la ley es que el artista debe estar vivo para hacer efectiva la declaración], pero sí han logrado, tras mucho esfuerzo, que este grafiti fuese restaurado. “Cabe aclarar, que dicho proceso no tuvo jamás en mente influir en la cotización de su obra y que sus participantes han sido ajenos a la planificación por parte de la familia de cualquier operación comercial”, destaca Figueroa.
En este contexto surgen otros debates, como el que generó, por ejemplo, la exposición itinerante The Street is a Canvas, de Banksy, del famoso artista (posiblemente) británico, que se recorre distintas ciudades europeas [la entrada general cuesta 15 euros]. ¿Qué gana y qué pierde una pieza de arte urbano o callejero si se traslada a un museo? ¿Se modifica su esencia? ¿De qué modo, por lo tanto, contemplar una obra de arte?
El arte urbano va ganando un espacio en Madrid. Cada mes de septiembre, desde hace cinco ediciones se celebra en el barrio de Malasaña, el que fuera el epicentro de la Movida, y hoy también un centro de ebullición nocturno, el Festival Pinta Malasaña. Para el próximo encuentro, el domingo 19 de septiembre, ya no quedan cupos para que los artistas impregnen el paisaje urbano con su arte. Los comercios bajan sus persianas y tras acordar con los dueños de los locales, los artistas callejeros crean una galería de arte a cielo abierto.
“Era un poco reservado. Tenía muy claro que llegaría alto y que sería algún día muy valorado. Lamentablemente no pudo llegar a ver este éxito”, recuerda su hermano y destaca una virtud de este artista que hoy vuelve a ser protagonista: la bondad. “Todo el mundo lo quería. Era muy amable.” En 2016 se inauguró una plaza con su nombre, en el Distrito de La Latina, cerca de donde pasó su niñez. Muelle dejó una huella y creó un estilo denominado “flechero” que aún hoy se advierte en la ciudad, en exteriores, y siempre provocador, ahora también gana espacio en prestigiosos espacios interiores.
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