Mosaiquistas: los secretos de una técnica que perdura en el tiempo
Toman el legado de Gaudí e intervienen las paredes de espacios públicos, hospitales y escuelas con murales de cerámicas recicladas; “La escalera de las flores”, en San Pedro, un proyecto que reunió a artistas de todo el país
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Fragmentos de azulejos de baños y cocinas, piezas partidas de cerámica, espejos, juegos de té, gemas, frascos, botellas y vidrios de colores: esos materiales nobles forman paisajes, figuras, frases y retratos en grandes murales instalados en espacios públicos. El muro de una plaza, de un hospital, de una escuela e, incluso, hasta los escalones de una escalera de cemento sirven de lienzo para las intervenciones de mosaiquistas de todo el país. Formado mayoritariamente por mujeres, es un movimiento artístico independiente con motivaciones sociales y solidarias, que trabaja de manera colectiva para crear obras que perduran con el paso del tiempo.
Inspiradas en el legado de Antonio Gaudí, artistas de distintas edades reciclan mosaicos y cerámicas para intervenir paredes de instituciones que las convocan a través de concursos de proyectos. También dictan talleres presenciales y online para enseñar las técnicas de dibujo a gran escala, corte, armado y colocación, que tienen como objetivo final la creación de un mural para donar a hospitales, maternidades, escuelas, universidades.
Un buen ejemplo de esta movida es la obra creada por el taller Alikata para la pared de la sala de espera de la maternidad Ramón Sardá, de Parque Patricios: una embarazada rodeada de flores que fueron creadas entre 220 voluntarias para conmemorar el Día Mundial de la Obstetricia. En el pasillo de los consultorios externos de la maternidad hay también una obra con un torso femenino y un mensaje de concientización sobre el cáncer de mama: “Controlarse es amar la vida”.
La característica de estos trabajos es que están hechos con objetos en desuso y piezas de vajilla, frascos, recuerdos de viaje y hasta de juegos de café y de té heredados de abuelas y tías. Esos elementos se combinan para formar parte de un árbol, una flor, un cuerpo, un corazón, entre otras figuras que integran los murales. “A diferencia de otros grupos que utilizan mosaicos y cerámicas comprados especialmente, nosotros reciclamos materiales de antiguos baños o cocinas que nos donan y, también, piedras de collares, platos, carameleras, tazas, adornos que se resignifican y pasan a formar parte de una gran obra que siempre tiene un mensaje y que resiste el mal clima y el paso del tiempo”, cuenta Karina Zinik, alma mater de Alikata.
En 2020, durante la extensa cuarentena por la pandemia, artistas de varias provincias se conectaron a través de las redes sociales para intercambiar experiencias y dictar seminarios vía zoom. Así nacieron proyectos específicos como la guarda de las “casitas”: fachadas de viviendas de localidades como Chaco, Neuquén, Río Negro, Córdoba, Santa Cruz, Buenos Aires, Chubut y Santa Fe y hasta de Montevideo, que representan los días y las noches en confinamiento.
Es una obra todavía en proceso que se le ocurrió a Zinik al principio del confinamiento, cuando el taller quedó vacío y decidió hacer un mural sola para adornar una de las paredes y transmitir el paso a paso por la web. Sin que se lo hubiera propuesto como objetivo, empezaron a seguirla varias aficionadas al muralismo, que le pidieron que les enseñara los secretos de la técnica. Así surgieron los talleres virtuales y la expansión de Alikata hacia el interior del país e, incluso, hacia América latina y Europa. Y la conexión con artistas y voluntarias que le siguen enviando casitas de todas partes. En cada pieza se puede reconocer de dónde son sus creadoras por ciertos detalles en los paisajes como la cola de una ballena de Puerto Madryn o una vista de la laguna de Chascomús. Cuando el coronavirus lo permita, las integrantes de Alikata tienen planeado colocar la guarda en un hospital público como el Garrahan en reconocimiento al personal de la salud. Por el momento, la obra que refleja los días y la noche de la pandemia ya mide unos diez metros lineales.
El mural más reciente del colectivo Alikata se inaugura este miércoles 24 de marzo, en el patio de la sede porteña de CICOP, una asociación gremial de profesionales de la salud de la provincia de Buenos Aires. En una superficie de veinte metros cuadrados se despliega un ceibo (árbol nacional) con raíces y ramas fuertes y una frase: “Memoria, verdad, justicia”. Alrededor vuelan 97 pájaros hechos de espejos.
La escalera de las flores
Flores autóctonas de la zona de San Pedro le dan color y vida a una escalera de cemento que una la barranca con la costa del río Paraná. Es la continuidad de la calle Mitre y desemboca en el Paseo Público Municipal. Manzanillas, rosas, duraznillos de agua, “no me olvides” y campanillas se despliegan en los frentes de los escalones de distintos tramos de “La escalera de las flores”, como los vecinos llaman a la obra, que se convirtió en una visita obligada para pasear y sacar fotos. El proyecto de intervenir con mosaicos la primera escalera de un espacio público natural del país es de las artistas locales, Mariana Maroli y María Luz Méndez, que lo presentaron a la municipalidad. Ellas convocaron a mosaiquistas, artistas y talleres de todo el país, que se sumaron a la iniciativa con sus flores de colores. La mayoría son mujeres y hacen desde el dibujo hasta la instalación pasando por el diseño y el corte de cada figura. En las instancias de colocación, las organizadoras dictaron talleres para enseñar la técnica.
Además de las rosas, las flores más representativas de San Pedro, en uno de los tramos hay duraznillos de agua, con sus cuatro pétalos en forma de cruz realizados en vitrofusión, cerámica y mosaicos. La flor central, hecha íntegramente de venecitas, es obra del artista Fernando Bekir. Para el sector de las “no me olvides”, una flor de color azul intenso con una intrincada geometría, participó como invitado el mosaiquista brasileño Luciano Torres, que explicó cómo logra sus cortes perfectos. Del quinto tramo, donde brillan las campanillas, participaron las integrantes de Alikata, entre otras mosaiquistas invitadas. La flor central fue creada por la artista Norma Rodicio Martinez, que utilizó un material tornasolado que se ve brillar a medida que se suben los escalones.
La intervención de la escalera se suspendió el año pasado a causa de la pandemia. Pero el proyecto no se detuvo: cada taller y cada artista continuó creando en sus ciudades. El próximo fin de semana se realizará un encuentro para colocar las flores que hicieron 24 artistas durante 2020. “Se concreta el tan ansiado encuentro de mosaiquistas para intervenir un nuevo tramo de la escalera. Se trata de la primera mitad de un sector que tiene 32 escalones, que tendrá un diseño muy particular: muchas flores unidas, como una cascada. Cada flor consta de un aplique en mosaico construido con azulejos, cerámicos o vidrio, según el artista invitado. Lo interesante de este tramo es que une no solo a las flores, sino a cada artista que trabajó en su casa durante la pandemia en diferentes puntos del país”, explicó Méndez, que es arquitecta y se dedica también a hacer obras en mosaico para casas particulares.
“Quisimos representar la unidad en tiempos difíciles y que todos estamos a la par para crear algo que nos trasciende y que puede ser disfrutado por todos los visitantes que recorren a diario la escalera. Allí también creemos que está la clave de este proyecto: es una obra que se recorre y se transita”, agregó Méndez. Las impulsoras de “La escalera de las flores” tienen planeado terminar el segundo tramo a fines de abril y completar los laterales con nuevos encuentros en junio y julio. El deseo del grupo es inaugurar el próximo día de la primavera. “Ojalá lo podamos concretar”.
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