Montevideo y San José, las “postas” uruguayas de Bienalsur, la maratón global de arte contemporáneo
Con cinco muestras en museos y espacios culturales de Uruguay, la plataforma internacional creada en la Argentina propone un diálogo a la distancia entre artistas de todo el mundo
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MONTEVIDEO.- De Mar del Plata a Tokio. De Santiago del Estero a Riad. De Los Toldos a Oslo. De Luján a Dakar. Y mucho más. Si se unieran en un mapa los cientos de puntos del mundo donde se desarrolla la cuarta edición de Bienalsur se podría graficar el alcance de esta maratón global de arte contemporáneo que se “corre” durante seis meses en más de setenta ciudades de 28 países de los cinco continentes. Es una enorme ola cultural que abarca 18.370 kilómetros (de sur a norte, de occidente a oriente) con obras de más de 400 artistas.
Los números, además de resultar imponentes, reflejan el concepto que impulsa la plataforma internacional creada en la Argentina por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref): acortar distancias, difuminar fronteras, dar lugar a lo local y lo singular pero también a lo diverso, proponer diálogos y debates, pensar el pasado y el presente con nuevas miradas.
Con la idea de descentralizar los circuitos tradicionales de exhibición de arte, la primera “posta” de Bienalsur en Uruguay fue el espacio cultural de la ciudad de San José, ubicada a unos cien kilómetros de la capital. Desde el viernes pasado y hasta el 17 de octubre, allí se aloja la muestra Los gestos del trabajo, curada por la argentina Clarisa Appendino y la italiana Benedetta Casini. En la sala del subsuelo, donde funcionó un banco y todavía se conserva la caja fuerte y la bóveda, se despliegan obras de la argentina Ana Gallardo, la brasileña Sofia Caesar, el italiano Antonio Della Guardia, la española Cristina Galán y la croata Neli Ružić.
En Bienalsur conviven participantes de distintas nacionalidades, técnicas y estilos y, también, dialogan artistas consagrados con emergentes que son seleccionados en la convocatoria global Open call. Una de las consagradas es Gallardo y su obra CV Laboral, de 2009, un audio de 4 minutos y medio donde se escucha la voz de la artista. Frente a la pieza, el espectador solo ve un par de auriculares. No hay cuerpo ni imágenes como en las otras cuatro que la rodean creadas con recurso del video, la fotografía y la ilustración.
Como explicó en la inauguración la investigadora y curadora Diana Wechsler, directora artística de Bienalsur, muchas de las obras presentadas en una ciudad dialogan con otras exhibidas a miles de kilómetros; algunas, incluso, forman parte de una pieza o muestran un segundo capítulo de una exhibición que se puede visitar en otra sede.
Montada sobre una pared, la serie gráfica Apuntes para un acto coreográfico de despotenciación del cuerpo, de Della Guardia, está integrada por veinte figurines: son una secuencia de movimientos (o instrucciones) para una pieza performática que fue presentada en Córdoba con actores y muebles de oficina. Las posturas y los gestos resaltados en ese trabajo hacen un guiño a la serie de fotos de Caesar: diez imágenes de pequeño formato de una típica situación de home office, con una joven frente a una computadora, que va cambiando de postura mientras trabaja hasta quedar sentada en el piso. Humor, ironía y una mirada al estado de las cosas en estos tiempos pospandémicos.
Con la frase “Happiness belongs to you” (“La felicidad te pertenece”) armada con globos plateados y colgada en una pared, la obra de Galán presenta en una foto y un video un joven modelo de “empleado del mes” de la famosa hamburguesería estadounidense con aire de sonrisa y look de muñeco Ken. Y así como las dos creaciones citadas antes reflejan experiencias de la vida real con humor, en la videobra Ana (Till the end of the thread), de Ružić, reina la nostalgia por un trabajo del pasado que ya no existe a través de los movimientos corporales de una ex empleada de una fábrica textil de la antigua Yugoslavia.
Como dijo en la apertura Aníbal Jozami, director general de Bienalsur, la decisión de inaugurar en San José la posta del kilómetro 171 (el km 0 es la sede del Hotel de Inmigrantes del Muntref, donde se pueden ver unas diez muestras con obras de William Forsythe y Haroun Faroki, entre otros) tuvo que ver con “llegar no solo a las grandes capitales del mundo sino también a lugares diversos del interior”; algunos, incluso, vulnerables, como lo que planean presentar dentro de unas semanas en la villa 21-24 de Buenos Aires. Las cuatro inauguraciones en distintos museos y espacios de Montevideo rindieron homenaje a la primera edición de Bienalsur, que empezó a su gira mundial en 2017 en la capital uruguaya.
La gestualidad vuelve a aparecer en las fotografías de la argentina Matilde Marín, que integran la muestra Gestos. Una colección posible, inaugurada el sábado en el Museo Nacional de Artes Visuales, de Montevideo. Las imágenes de Marín, cocuradora de esa exhibición junto con Wechsler, pertenecen a su serie Juegos de manos, de 1999: son fotografías analógicas trabajadas en laboratorio, donde se destacan sus propias manos en primer plano, sobre un fondo negro. La artista tuvo que “jugar” a hacer determinados movimientos cuando fue operada de las manos hace décadas. Sus fotos juegan, también, con un video de 29 minutos de Faroki, de 1997: La expresión de las manos reúne gran cantidad de escenas de películas donde se destaca la gestualidad del cuerpo.
El Palacio Taranco, en la ciudad vieja, abrió sus puertas por primera vez al arte contemporáneo para recibir a los “intrusos” de Bienalsur. Sede del Museo de Artes Decorativas, la imponente mansión de 1910 que perteneció a la familia Taranco aloja la muestra Forasteros en el palacio, capítulo 2, que propone un “juego de espejos” con el capítulo 1 que se presenta en el Museo Nacional de Arte Decorativo porteño. Una invitación para que el público recorra las diferentes salas y descubra en el camino algo que lo sorprenda.
En el comedor, donde hay una enorme mesa servida con la vajilla original, se escuchan ruidos: en una pantalla se ven mujeres que arrojan platos contra el piso. Es una obra de la argentina Gabriela Golder que dialoga con la instalación de la italiana Bruna Esposito, en la sala de lectura del primer piso: una intérprete del lenguaje de señas recita en silencio “El infinito”, de Giacomo Leopardi, en un video. Entre el proyector ubicado sobre una pila de libros antiguos, de la biblioteca de los Taranco, y la pared hay una estatua de una niña tejiendo que parece un testigo o un intruso. Hay otras obras para descubrir durante la visita. Una pista: al entrar o al salir, vale la pena detenerse en el jardín y mirar hacia arriba. En una ventana de la fachada algo sorprende.
En el Espacio de Arte Contemporáneo, que comparte sede con el Museo Nacional de Historia Natural, el artista Pablo La Padula presentó Políticas con la Tierra: circular, prospectar y devolver, bajo su curaduría. La problemática del medio ambiente es uno de los grandes temas que atraviesa esta edición de la bienal y aparece en esta muestra con trabajos de las artistas uruguayas Eloisa Ibarra, Alejandra González Soca y Adriana Rostovsky. Ladrillos de adobe que forman un laberinto de luces y sombras, duna de tierra negra en una expedición arqueológica y plantas que brotan en donde parece no haber vida son las ideas que recorren los tres trabajos.
En dos de los espacios de Montevideo (el Museo Nacional de Artes Visuales y el centro de exposiciones Subte) está presente la artista Graciela Sacco con su emblemático afiche de la mano que apunta y lanza una pregunta inquietante: “¿Quién fue?”.
Sacco, que murió en noviembre de 2017, cuando arrancaba Bienalsur, fue junto con el francés Christian Boltanski (que falleció en julio de 2021), una de las artistas impulsoras de este proyecto global y es por eso que se la considera la “madrina” de Bienalsur, la enorme ola de arte contemporáneo que no para de crecer y llegará en diciembre a Japón.
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