Monstruos, laberintos y rayuelas: el Recoleta invita a jugar con Julio Cortázar
Más de veinte artistas participan de la muestra impulsada por el centro cultural para rendir homenaje al escritor, a 40 años de su muerte y 110 de su nacimiento
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Vale perderse. Como lo hacía por las calles París Horacio Oliveira, álter ego de Julio Cortázar y protagonista de Rayuela, cuando buscaba encontrarse con la Maga. Una serie de pasajes conectan desde esta semana la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, bautizada así en honor a los otros célebres personajes creados por el escritor argentino, con las dos contiguas que se llaman J, por su nombre y C, por su apellido. Esa suerte de laberinto de 93 metros que invita a elegir el propio recorrido conecta los tres “capítulos” de Comienzo del juego, muestra realizada en homenaje al autor a 40 años de su muerte y 110 de su nacimiento.
Como en Rayuela, hay un desafío a quebrar el orden lineal. Y como en el cuento “El otro cielo”, se puede tener la percepción de estar atravesando un pasaje que lleva a otra época y a otra ciudad, en otro continente. Como anticipó días atrás LA NACION, las salas curadas por Maximiliano Tomas y Pablo Gianera reúnen piezas de uso cotidiano de Cortázar, además de fotografías de su infancia, primeras ediciones, cartas y audios con su voz. Ambas están unidas por la original trama lúdica diseñada por Rodrigo Alonso, quien sumó obras de más de una veintena de artistas invitados para que aportaran desde lo visual un clima de historia fantástica.
En la sección “Bestiario”, que evoca su primer libro de cuentos (1951), se pueden encontrar esculturas, pinturas y un mural de Abril Barrado, Irene Lasivita, Nadia Gutmann, Gisela Banzer y Elsa Soibelman, con seres que remiten a su vez al Minotauro de Los reyes (1949). En este último, el primero publicado con su verdadero nombre, el autor propone una curiosa variante del mito: Ariadna no está enamorada de Teseo, sino del monstruo.
“Existe la versión oficial del mito –explicó Cortázar en una entrevista-: Teseo es el héroe que entra en el laberinto y busca a ese monstruo espantoso que es el Minotauro, que devora a jóvenes rehenes. Entonces lo mata, y sale como el gran héroe. Yo vi eso totalmente al revés: en el Minotauro vi al poeta, al hombre libre, al hombre diferente. Y que por lo tanto es el hombre al que la sociedad, el sistema, encierra inmediatamente. A veces los meten en clínicas psiquiátricas, y a veces los meten en laberintos.”
Vale salir, entonces. Y cruzar la puerta que conduce a “Casa Tomada”, un área que rinde homenaje a uno de sus cuentos más conocidos. Como en aquel antiguo hogar familiar en que sus habitantes van siendo desplazados por una presencia extraña, hay un aire siniestro en las obras de Paula Toto Blake, Mildred Burton, Fermín Eguía, Marcela Sinclair, Florencia Almirón y Hugo Sbernini.
También hay terror en la mirada del hombre creado por Pablo Suárez que parece caer desnudo por una escalera, junto a otras versiones menos tradicionales de peldaños creados por Edgardo Giménez y Gerardo Feldstein. El video Instrucciones para subir una escalera, de Roberto Cenderelli, recrea el texto de Cortázar donde recuerda que “se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas”.
Vale detenerse a jugar –o a mirar cómo lo hacen otros- con las rayuelas flúo de Marta Minujín. Son las que instaló la artista en la Avenida 9 de Julio en 2009, cuando se cumplía un cuarto de siglo de la muerte del escritor, y cinco años más tarde en París, a un siglo de su nacimiento. “Es un juego que no cuesta nada, y vas de la tierra al cielo”, opinó entonces Minujín, en una entrevista televisiva. “Cortázar es un gran escritor que ha trascendido todas las fronteras –agregó-, como yo las trasciendo”.
“La autopista del sur”, otro relato de Cortázar escrito en 1964, presta su título a una heliografía realizada por León Ferrari en 1980, en la cual se ven los autos vistos desde arriba, en un embotellamiento en espiral sin salida. A su lado, Jorge Macchi logra transmitir la misma sensación de tiempo suspendido con un reloj proyectado sobre un rincón en las paredes y el piso, con sus agujas detenidas en los límites de cada plano.
Vale tocar el piano, al llegar a la sala C, para escuchar frases de Cortázar vinculadas con cada tecla. Son pronunciadas de forma aleatoria por él mismo, con su particular acento y cadencia, en esta instalación interactiva creada especialmente para la muestra por los músicos Silvina Zicolillo y Matías Giuliani.
Vale preguntarse, también, por qué no vemos aquí la fotografía más famosa de Cortázar: esa tomada por Sara Facio en 1967 en París, con el cigarrillo sin encender en la boca. “Fue una decisión consciente –explica Tomas, director del Recoleta-. Por un lado, porque estuvo exhibida en la muestra anterior, Cuánto pesa el amor, y no queríamos repetirla en dos exposiciones consecutivas. Pero también hay otra razón: en la vitrina de los años de la infancia, en el álbum de María Herminia Descotte –la madre de Cortázar- hay otra fotografía de esa sesión de Sara Facio, del mismo día, en la que el cigarrillo ya casi está completamente consumido”.
Vale discutir, por qué no, una hipótesis de Gianera que sostiene que Cortázar “era más fama que cronopio”. A modo de prueba, señala una carpeta exhibida con una anotación del escritor: “Cartas de personas de personas que trabajan sobre mis libros y que mantendrán contacto”. “La gracia de eso es que se supone que tal vez había otras carpetas con cartas de quienes no se mantenían en contacto –explica el curador-. En ese sentido, Cortázar era un poco más fama en el sentido de que era metódico, muy ordenado en algunos aspectos. Me parece que una literatura como la suya sólo puede organizarse a partir de ese orden. Incluso para introducir el juego o el azar, tiene que haber algún tipo de método”.
Todo vale. Sobre todo, confiar en el mensaje que nos deja Cortázar en el capítulo 105 de Rayuela: “Sólo en sueños, en la poesía, en el juego nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos”.
Para agendar:
Comienzo del juego en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930). Hasta el 23 de marzo de martes a viernes de 13.30 a 22; sábados, domingos y feriados desde las 11.15. Entrada gratis.