Mondongo vuelve al ruedo con una nueva receta y otros platos
El dúo de artistas de Juliana Laffitte y Manuel Mendanha exhibe en la galería Barro dibujos realizados con el escritor Sergio Bizzio
Los ingredientes habituales de las obras de Mondongo suelen ser tamaños monumentales, laboriosidad descomunal, obsesión y detallismo al extremo, una cocción lenta de horas sobre cada trabajo y una mesa servida con cierta espectacularidad. Sus imágenes son proezas de paciencia, construidas con toneladas de plastilina, kilómetros de hilos de coser, galletitas, chicles o espejos rotos. Pero para la muestra que se expone hasta el sábado en la galería Barro, Tres, han cambiado la receta. Incursionan en otras disciplinas y se olvidan de la logística de las megaconstrucciones. El plato que ofrecen esta vez es distinto, pero igual de sabroso.
La galería parece más grande, dividida en tres salas por una sucesión de telones rojos que suman esa pizca de teatralidad que nunca falta. Corriendo el primero, hay un golpe de efecto con una marioneta construida por la dupla de Juliana Laffitte y Manuel Mendanha: Luciana, harapienta y cabizbaja, se hamaca acompasadamente mientras se oyen llantos, ruidos y alaridos de la banda sonora creada por Ismael Pinkler.
La poeta Cecilia Pavón cuenta en su texto que la chica fue a un taller de poesía y escribió estos versos: "Quiero no tener ninguna edad. Quiero no madurar. Quiero maquillarme con todos los colores del crepúsculo. Quiero drogarme para siempre. Quiero no parar de ir y venir en una hamaca celestial". Frente a ella, cuelga el dólar construido con 82.000 clavos unidos por alambres y, debajo, un esternón hecho con miles de monedas de 5 y 10 centavos de peso, dos obras anteriores sacadas oportunamente del freezer.
Tras el segundo cortinado se llega a la sala que da nombre a la muestra. Se trata de 220 de los 400 dibujos que hicieron a seis manos con el escritor, músico, dramaturgo y cineasta Sergio Bizzio, que no colabora como nada de eso sino como artista (ya hizo una exposición de pinturas en Miau Miau en 2012). Esta vez, en hojas A4 y con tinta, grafito y acuarela de sólo tres colores (rojo, negro y dorado), se sentaban semanalmente los tres a dibujar cada uno en su hoja, hasta que alguno dijera ¡paso!, y entonces rotaban los dibujos. A veces agregaron pedacitos de hilo, fuego, rasgaduras, agujeros y recortes de otros dibujos. Hay bancos para sentarse a ver el conjunto, pero conviene acercarse para captar los detalles de estas escenas surrealistas y bastante oscuras.
La tercera sala deja al espectador debajo de una gran corona de espinas y frente a un túnel dorado, como un boquete dentro de un lingote de oro, con nueve anillos como el infierno de Dante. Al final, se divisa un conejo mínimo y delicado. Ahí adentro, cultivaron otro género en el que son casi nuevos: la performance. Ésta es su segunda ocasión y pone el cuerpo Carolina Stegmayer.
Su proceso creativo habitual parte de dibujos que no son los que se ven, sino su materialización tortuosa en otra escala y con materiales extraños. Esta vez no. "Fue puro placer", dice Laffitte. "Construyen una lengua más en el interior de la propia lengua y llenan de reflexiones y pensamientos subversivos las imágenes oficiales de la comunidad", señala la cineasta Albertina Carri en otro de los textos de sala. Los Mondongo se dejaron tentar por nuevas maneras de amasar su arte. Y el resultado es un disfrute.
Tres Galería Barro (Caboto 531, 4978 3759). Hasta el sábado
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