Mirada de género: “Manos a la obra” reúne a una selección de diez mujeres artistas en Maman
Desde la rueca de aquella inolvidable performance sobre “La Bella Durmiente”, de Nushi Muntaabski, hasta el “Requiem para un plumero”, de Nora Iniesta, una recorrido por veinte años “con osadía y libertad”
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Con Manos a la obra, exhibición de 27 obras de mujeres artistas argentinas, la galería Maman celebra veinte años, a los que suma otros números redondos: en estas dos décadas la galería hizo 80 exhibiciones y Daniel Maman, su fundador, cumple 45 años en el mercado del arte, desde que comenzó su trabajo como marchant, en aquella época trasladando las obras en colectivo. La inauguración fue un festejo que desbordó la galería y copó la vereda, donde se dieron cita artistas que no se veían hace tiempo por la pandemia.
Manos a la obra reúne piezas que ya se expusieron en la galería, diferentes entre sí en sus abordajes estéticos y conceptuales. Son artistas con trayectoria que ya participaron en alguna muestra o, en otros casos, que la galería representa. Hay trabajos de Alicia Penalba, Catalina Chervin, Nora Iniesta, Marcia Schvartz, Nushi Muntaabski, Karina El Azem, Mónica Van Asperen, Mónica Millán y Cynthia Cohen. Llama la atención la recién llegada Bárbara Diez –wedding planner y expareja del jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta–, que se anima a sus primeros palotes en el arte, con unos collages que hizo en pandemia.
“A todas las une una mirada de género, que está presente sin ser denuncia, sino que es consustancial a sus obras”, señala a LA NACION Patricia Pacino, curadora de la exposición, durante la recorrida de prensa. Y añade: “La intención no era hacer una muestra de diez artistas mujeres porque me parece que es un tema demodé. Todas estas artistas tienen osadía y libertad. Toman lo artesanal (como las venecitas, las mostacillas, la técnica del vidrio templado y del collage) para llevarlo a lo que se considera arte mayor. Para reformularlo con propuestas totalmente originales e innovadoras. También está presente el espíritu lúdico, el humor y la ironía”.
Excepto Penalba (1913-1982), todas las artistas viven y crean en la actualidad. De ella, se exhibe una magnífica serie de piezas escultóricas que hizo como bocetos para sus obras monumentales abstractas –todas realizadas en París y en Italia–. Uno de estos bocetos, hecho en material refractario patinado en un fabuloso azul con destellos magentas, corresponde a la obra que presentó en la III Documenta de Kassel, en 1964.
Penalba, quien le hizo frente a una historia familiar trágica –su padre era violento, sus dos hermanos se suicidaron y otro murió muy pequeño— fue una de las pocas escultoras argentinas que hizo obra monumental. La artista, que pasó una infancia sufrida, definió a su padre como un hombre “que destruía la vida de los que lo rodeaban”. Apenas ganó una beca para estudiar en París, intentó olvidar su pasado trágico: no volvió a hablar ni escribir en español (sólo usó el francés, incluso en sus escritos más íntimos), se despojó de su primer apellido (Pérez) para convertirse en Alicia Penalba y dejó atrás su figuración anterior para crear obras imponentes que remiten a formas orgánicas, restos óseos y fósiles.
Antes del polémico beso, la rueca
Se exhibe Rueca, hecha en mosaico veneciano, una pieza clave que integró la inolvidable perfomance Sueños de Vidrio (arteba, 2012), donde Muntaabski interpretó a la Bella Durmiente. La obra pertenece a la colección de Amalia Amoedo, quien la prestó para la exhibición. Recientemente este y otro cuento clásico, Blancanieves, fueron blanco de polémicas por el carácter no consensuado del beso que le da el príncipe a la bella durmiente, que yace inconsciente por una maldición de la madrastra, para despertarla. También, volvió al centro de la escena cuando una nena cuestionó el cuento clásico cambiándole el final con un dibujo que se volvió viral y que puso el foco, de nuevo, en la importancia del consentimiento a la hora del contacto físico. Hubo quienes alertaron sobre el peligro de analizar o juzgar con criterios morales actuales creaciones de otras épocas, en este caso un cuento tradicional que los hermanos Grimm recogieron siglos más tarde.
La idea de aquella performance de Muntaabski, en la que participaron 20 mil personas, consistía en que el público despertara a la artista durmiente: Marta Minujín, que acaba de presentar Minucode en el MoMA, y Rogelio Polesello la sacaron del limbo con cosquillas; Humberto Tortonese —su actual compañero radial junto a La Negra Vernaci—, con un beso. La performance fue pensada para desatar la creatividad, sin embargo algunos hombres la opacaron al lastimar a la artista con mordidas, arañazos, y la zamarrearon con violencia. Para prevenir otros hechos similares, Muntaabski ideó un sistema que alertaba al personal de seguridad de la sala y que ella activaba disimuladamente con un mecanismo. La bella durmiente Muntaabski logró despertar renovada cuando Gabriela Cabezón Cámara, Cecilia Sperling y Juan Fernando García la deleitaron con sus lecturas; hubo personas del público que le recitaron poesías. “Se generó un clima muy amoroso. Hice una versión joven de la bella durmiente y otra de niña, donde entraban los chicos”.
Belleza y violencia: municiones como joyas
Con municiones y balines que compró en la década del 2000, cuando en las casas de pesca de la Ciudad de Buenos Aires se vendían armas y balas, El Azem hizo una caja como las que se usan para guardar especias pero que contiene material bélico ordenado y exhibido como perlas y joyas: prima la tensión dicotómica entre belleza y violencia; entre verdad y simulacro. “No todo lo que brilla es oro es una máxima moral, más que estética”, señala la artista sobre el concepto que articula algunas de sus obras. También se presenta Equidistancias sonoras, una hipnótica escultura lumínica hecha con la técnica de vidrio soplado, de Mónica Van Asperen, quien en un video en YouTube se refiere al carácter sagrado de la obra, a la “invocación que hace cada artista para que se despierte la criatura en un objeto”.
De Mónica Millán, artista que trabajó durante una década con un pueblo de tejedores paraguayos y que aprendió a bordar cuando era chica con sus abuelas, se exhibe Flores no sumisas en florero, realizada recientemente sobre una frazada como las que usamos en casa y que incluye elementos de plásticos que recrean una exultante vegetación híbrida y colorida. Se puede ver también Ojo de agua, una pintura de Marcia Schvartz, y Réquiem para un plumero, que Nora Iniesta hizo para una muestra del Día de la Mujer: una caja de madera y vidrio que contiene un plumero con el palo curvo. El día de la inauguración en la galería Maman, la artista llevó una cala que colocó prolijamente sobre la caja.
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