Minujín al Malba
La artista más mediática de la Argentina, precursora, hippie y transgresora, se prepara para la mayor retrospectiva de su carrera y en diálogo con adn* despliega la agudeza de su mirada crítica
Marta no se saca el mameluco. Es su uniforme de trabajo desde que se lanzó a las pistas en los años sesenta, cuando era una chica flaca y tímida. ¿Tímida? Verborrágica, lúcida e implacable -con el resto del mundo y consigo misma-, prepara con su batallón de colaboradoras las obras que se mudarán en pocos días al Malba para la gran retrospectiva, tan merecida como demorada, de una producción difícil de asir.
Los pasos previos, el criterio de selección y la ubicación en el planeta arte de los siglos XX y XXI son analizados por la curadora Victoria Noorthoorn (Bienal de Pontevedra, del Mercosur y de Lyon), quien tiene una química particular con esta artista inclasificable y genial.
Rigurosa, estricta, con ese sello de politesse propio de una educación estricta, Noorthoorn ha logrado ubicar el fenómeno Marta Minujín en las coordenadas de un siglo cambiante. La retrospectiva -sin olvidar la muestra antológica de Jorge Glusberg en el MNBA en el 89- confirma el compromiso del Malba con el arte argentino contemporáneo a través de la política de gestión de su curador jefe, Marcelo Pacheco, y del fundador de la institución, el coleccionista Eduardo Costantini.
En las mismas salas donde estuvieron Kuitca, Berni, Tarsila, Yente y Prati, González-Torres y Víctor Grippo, se exhibirá, a partir del 19 de noviembre, la historia escrita por Marta Minujín en el arte argentino.
Casada desde hace medio siglo con Juan Carlos Gómez Sabaini, madre de dos hijos, Marta Minujín se asume a sí misma como una laburante que no se saca el mameluco. Su abuelo fabricaba ropa de trabajo en la misma casa de la calle Humberto I, barrio de San Cristóbal, donde tiene su taller.
Tampoco se saca los anteojos negros, que son parte del personaje que ha creado y es un aspecto clave de su propia obra. Cuando se saca los anteojos, tiene unos lindos ojos claros. Su padre era médico nutricionista, su hijo es banquero y presidente de arteBA Fundación, y su marido, un conocido contador que ha ocupado posiciones destacadas en el área de economía de distintas administraciones. Su hija Gala, graduada en Relaciones Internacionales, vive y trabaja en los Estados Unidos. Pronto la hará abuela nuevamente. Su artista fetiche es Pablo Picasso (tiene lógica, fue un campeón del marketing) y su maestro y mentor, Jorge Romero Brest, fundador y director del Instituto Di Tella, donde Marta dio el Batacazo cuando era casi una adolescente.
-¿Por qué una retrospectiva ahora?
-Primero porque fue una decisión de Costantini, es un acto jugado y comprometido del Malba; no es lo mismo colgar cuadros de Kuitca o de Berni que recuperar treinta años de laburo, reconstruir obra y desarrollar un guión que arme la historia, con una enorme exigencia de producción. Si me preguntás por qué, creo que hoy es un momento muy Minujín. Presenté mis cosas en el Macba (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona), el Minuphone , en la nueva versión de Telefónica en Sevilla y en Nueva York, tengo alta visibilidad internacional
-¿Cuántas obras se verán y dónde?
-Estará en el segundo piso del Malba, un recorrido de más de 200 proyectos que arranca con las pinturas informalistas, surrealistas y abstractas, mis cuadros de cuando tenía 16 años, aunque a los 12 ya había hecho un autorretrato. En la terraza habrá esculturas. En la parte de abajo, donde ahora está Prior, mi obra de incidencia latinoamericana; en algunos casos es sólo un registro fílmico o fotográfico, con gran colaboración de Mauro Herlitzka y la Fundación Espigas, porque destruí mucha obra, como Greco, sólo que él no pudo resistir la presión y se quitó la vida. Tengo una pulsión destructiva, a veces autodestructiva, vos sabés.
-¿Y cómo salís de eso?
-Sola, trabajando; es mi manera de bajar la ansiedad que me provoca estar pensando todo el tiempo, no puedo parar de tener ideas y armar cosas, lo único que me calma es la acción y trabajar quince horas. Y también me cura el miedo; me pasa como a Charly (García), el miedo me hace dar una vuelta de rosca brutal. Ahora estoy contenta por la elección de Victoria (Noorthoorn), a quien elegí yo. Habíamos estado en Nueva York con Beginning with a Bang! y me invitó a la Bienal del Mercosur; ella se apasionó con mi trabajo hasta el punto de discutir mentalmente con las teorías de Restany y de Romero Brest. Tiene su propia mirada y es de otra generación: 39 años.
-¿Volverías a vivir igual que como viviste?
-Sí, disfruto con la acción de hacer la obra, lograr imposibles, plantearme utopías, como hacer una torre de pan lactal para la Bienal de Irlanda, inspirada en la torre de Joyce y con la marca del pan del que habla en Dublineses . Una vez que la cosa sale, ya no me interesa más, soy como Fitzcarraldo con su obsesión por el teatro de Manaos, mientras más imposible el desafío, mejor .
-¿Te considerás genial? ¿Pensás que el personaje Marta tapó la obra?
-Creo que soy bastante genial, pero no lo pienso. Me siento una gran trabajadora, que vive, existe y piensa para el arte. No me interesó nunca el mercado (ahora tal vez un poco) y viví hasta los años ochenta de becas. Gané 18 becas, primero la de Francia, después la Guggenheim, la Rockefeller... No pensaba en vender las obras y era pobrísima. Cuando me fui a París, la plata me alcanzaba para una habitación sin baño; me bañaba en los baños turcos y casi no comía.
-El Di Tella te cambió la vida.
-Fue un reconocimiento. Caminaba por Florida y la gente me miraba, siempre me miraba como si fuera un bicho raro. Ser artista entonces lo era. El establishment no entendía, y menos por ser mujer. Ana Gallardo me dice: "Gracias por existir, porque nos abriste el camino y facilitaste muchas cosas". Hoy el lugar del artista es mucho más fácil, tiene algo de enfant gâté , de estrella.
-¿Cómo fueron tus primeras obras?
-Cuadros, pinturas surrealistas, abstractas, y luego obras matéricas muy a lo Tàpies, hasta salir del plano, primero con los cartones y luego con el colchón, que era el colchón de mi cama y derivó en La chambre d´amour , la galería blanda. De mi primera época rompí todo, era lo que pensábamos con Greco. Creo que el comienzo es la época polimatérica, después laca a la piroxilina, pequeños relieves que luego ocupan más espacio. En el año 62 incorporé el colchón y creo que ésa fue mi primera obra propia, sin influencia -no copiar a nadie, no mirar nada-, que luego serían estructuras colgantes. Con La chambre d´amour , me catalogaron de otra forma y el Di Tella fue un lanzamiento, pero ya tenía mucha obra antes...
-¿Es la primera vez que verás tantos proyectos tuyos?
-Sí, habrá de todo, fotos, películas, reconstrucciones. El montaje será del equipo Malba: Gustavo Vázquez Ocampo y Victoria Giraudo. Mucho material se conservó en los archivos del Pompidou y del MoMA, estará la reconstrucción (1985) de Revuélquese y viva de la Colección Blaquier, instalaciones de La Menesunda , una película de Leopoldo Mahler trasladada a digital, y una pareja (ya contratada) que estará todo el tiempo en una cama real y después llega el Batacazo y cómo se destruyó... En la sala de abajo las acciones latinoamericanas, La academia del fracaso y obras de participación masiva: El Partenón en pantalla gigante, esculturas en la terraza, en el pasillo, un cuadro grande que exhibí en arteBA y las fotos con Andy Warhol, que compró Costantini en Pinta tres años atrás. Es clave la zona hippie con toda mi ropa hippie ...
-¿Ese fue tu mejor momento?
-Es lo que más adoro de mi vida, mi hora de hippie que todavía dura.
Mujer de Acuario en la era de Acuario, cumplirá 68 años el 30 de enero, en plena muestra.
-¿Qué sentís en este momento?
-Estoy contentísima. El mejor lugar donde podía exponer es el Malba, lo más moderno que hay en la Argentina. El reconocimiento llega tarde, no del público pero sí del coleccionismo. No he vendido como Christo (N. de la R. artista famoso por envolver los puentes de París); si viviera en Nueva York, sería millonaria. No pude vender un dibujo del Partenón en cien pesos, pero ahora se vende afuera; compran museos, colecciones europeas.
-¿Tu imagen es tu mejor obra ?
-Mi imagen escandalosa y mediática tapó la obra. No lo hice a propósito, se dio así, como los anteojos negros que empecé a usar para no maquillarme y pasaron a ser parte de mi persona. Me gusta estar siempre igual y flaca; las artistas de mi generación en Estados Unidos, como Cindy Sherman, son todas gordas. Creo que las argentinas somos más frívolas y "fisiqueras"; me gusta estar bien.
-Y sos la única artista argentina que la gente reconoce por la calle.
-Siempre fue así, me tocó ese destino, no lo busqué. Formo parte de una generación de artistas que nacieron con esa estrella: John Lennon, Janis Joplin, Marta Argerich, los Rolling Stones. Yo soy hippie , amo ser hippie , que un tipo te pegue un palo y contestarle con una sonrisa y el signo de la paz. El ácido te abría la mente y expandía los sentidos, no cambio mi tiempo por ningún otro. Voy a ser siempre hippie .
-¿Por qué sos artista?
-Nací artista. A los 10 años ya lo sabía, me leía la vida de Van Gogh y las Cartas a Theo , era mi ídolo. Después fue Salvador Dalí y finalmente Picasso, ídolo total que ama el arte pero no sufre, goza y crece, cambia y se recrea; es un genio.
-Tenés un aspecto tan burgués que suena raro con toda esta historia: casada desde hace cincuenta años con el mismo tipo, madre de dos hijos, abuela formal, departamento en Recoleta...
-No es ser burguesa, sino un concepto de vida integral. Yo quería ser artista pero no sacrificar ser mujer; quería hijos, nietos y marido... Para los amantes no hubo tiempo porque mi primer matrimonio es con el arte, me casé con el arte. Mi marido lo sabe y se lo voy a agradecer en el catálogo por haber soportado tantas cosas. Facundo y Gala nacieron entre La Menesunda y El Obelisco de pan dulce ; crecieron en medio de eso, no leyendo Radiolandia . Cuando conocí a mi marido, supe qué era el amor. Me fui tres años a París, no lo vi durante tres años, ya casada. Los chicos se bancaron una madre insólita.
-Fuiste premonitoria, en tu arte y también en la concepción warholiana del artista mediático.
-Me influyeron Picasso y Dalí, por su manera brutal de trabajar. Lo que más me gusta es trabajar. Tengo que estar haciendo algo sino me muero, por eso tengo buena salud. Desde que nació Gala nunca más fui a un médico, hace treinta años. A Warhol no lo considero un modelo o un ídolo, sino un par.
-¿Cómo era la escena del arte?
-Maravillosa. Con Pucciarelli y Greco, Payró y Pellegrini, había una euforia por romper con lo establecido. No había curadores, había teóricos. El Instituto Di Tella era un lujo; empresarios cultos que querían hacer cosas por la cultura.
-¿Y el público?
-Es todo. El Partenón y El Obelisco no existen si el público no los desarma.
-La obra de arte se completa con el público.
-El happening es para una elite, para descongelar a la gente tan estructurada, como cuando tiré los pollos desde un helicóptero pour épater le bourgeois ; el arte efímero gigante es para todos.
-¿Y con el establishment , cuál es tu relación?
-Nunca tuve una relación directa con el establishment, sino con personas concretas, empresarios a los que convencí de tanto martillarles la cabeza. A Marcola le dije que hiciéramos El Obelisco de pan dulce ; con El Obelisco vendió un millón y medio más de panes dulces; puso ocho fábricas a producir sin parar y fue la gente la que completó la obra al desarmarla y comerse los panes. Con el Partenón fue la oportunidad de un momento político. Franco Macri, amigo de una amiga mía, quería quedar bien con Alfonsín porque él era menemista; me dice que había 30.000 libros prohibidos. Macri puso 25.000 dólares, Pacho O´Donnell le dio el OK de la plazoleta en Carlos Pellegrini y se hizo. Fue emocionante, único.
-¿Tenés seguidores?
-Es difícil seguirme. Nadie quiere hacer lo que quiero hacer yo, son proyectos imposibles.
-¿Qué te queda por hacer?
-La torre de Babel con libros en todas las lenguas, Buenos Aires será en 2011 capital mundial del libro, ese será mi homenaje.
adn Minujín
Buenos Aires, 1943
Pionera del arte pop, es la única artista que cualquier argentino reconoce por la calle. También es famosa a nivel internacional por sus performances, happenings y construcciones en gran escala, como El Partenón de los libros y El Obelisco de pan dulce . Se dice incluso que es la versión femenina del rey del pop, Andy Warhol, con quien realizó una performance en 1985. Para ella, "todo es arte": procuró unir el arte con la vida a lo largo de su carrera como dibujante, pintora y escultora. Fue reconocida con importantes premios como el Nacional del Instituto Torcuato Di Tella y tres Konex, además de la Beca Guggenheim. En el Di Tella presentó su obra más polémica, La Menesunda , instalación realizada con Rubén Santantonín.
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