Michelle Obama lanzó “Con luz propia”, su manual íntimo para lidiar con la vida
Aplaudida a rabiar, como una rockstar, la exprimera dama de los Estados Unidos subió al escenario con su amiga Ellen DeGeneres y, en su afán por mostrarse una mujer como cualquier otra, conectó con el público a través de experiencias y frases motivadoras
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WASHINGTON.- Llovía a cántaros, pero el teatro estaba lleno. Había más mujeres que hombres, y más adultos que jóvenes. Una nutrida fila de personas se esparcía por el lobby y trepaba por la escalera, a la espera de poder comprar un libro firmado. Adentro, una pantalla gigante en el escenario mostraba fotos de Michelle Obama –el motivo de la cita–, fotos de su infancia, sus padres, y de su familia, su marido, Barack Obama, y sus hijas, Malia y Sasha. Las fotos iban acompañadas de frases que recorren su nuevo libro, Con luz propia. Vencer en tiempos de incertidumbre (Plaza & Janés), su manual para enfrentar la vida. “Te caes, te levantas, seguís”, se llegaba a leer en la pantalla. El mensaje se esfumaba, y aparecía otro. “Nos volvemos audaces en la luminosidad”, con la foto familiar de fondo. Después, otra foto, y otra frase: “Cada día tenemos la tarea de convertirnos en una nueva versión de nosotros mismos”.
A Michelle Obama le resulta natural conectar el público. Apenas aparece en el escenario –una imagen de rockstar con botas de cuero rojas, con un look total denim, pelo suelto y enrulado a lo Beyoncé– el teatro se desvive en aplausos. Su presencia es imponente, y más aún al lado de su amiga Ellen DeGeneres, quien oficia de anfitriona –aunque al final hablará poco–, y parece diminuta a su lado. Pero en su libro Michelle Obama escribe que le disgusta cómo se ve, “todo el tiempo, y sin importar qué”, cómo le costó lidiar con su altura cuando era chica, y que muchas mañanas apenas se ve en el baño le gustaría apagar la luz. “He vivido con mi mente temerosa durante 58 años. Me pone inquieta. Le gusta verme débil”, escribe.
Esa frase, una de las que ganó más notoriedad, enmarca el esfuerzo que despliega con su libro para mostrarse terrenal, común, un intento por universalizar su experiencia de vida exponiendo sus temores, sus debilidades, y su manera de enfrentarlos. Pero su vida es cualquier cosa menos normal. Michelle Obama dejó atrás una infancia de dificultades para estudiar en Princeton y en Harvard, ser abogada, “la roca” de Barack, una Primera Dama que hizo historia en la Casa Blanca –una casa “construida por esclavos”, como ella mismo recuerda– y se convirtió en un ícono cultural. La portavoz de la frase: “Cuando ellos nivelan para bajo, nosotros nivelamos para arriba”. Ella intenta unir los eslabones de su historia con un relato íntimo, que presenta en Washington ante miles de personas que escuchan en silencio, y que al final se irán a su casa sin tiempo para hacerle preguntas.
La pandemia del coronavirus, que tocó a todo el mundo, es el puntapié. Michelle Obama cuenta su encierro. Los juegos, el regreso de las hijas, cómo preparaban martinis, o cuando puso a todos a pintar y organizó una muestra de arte familiar. Lanza una primera broma cuando dice que estaban mejor preparados para la cuarentena “por los ocho años en la Casa Blanca”, y ofrece una primera experiencia universal, que ata a su pasado y a su presente.
“Fue una mezcla de emociones. Y porque estoy tratando de evitar caer en una depresión, empecé a tejer”, rememora. Una tenue risa recorre el teatro. “No sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar encerrados y yo pienso ‘tengo una casa llena de personas y vamos a tener que hacer algo además de vernos y mirar películas’, y había ordenado agujas de tejer y pensé ‘bueno, probemos, esto’. En el libro escribo que tejer estaba en mi ADN, porque como una persona negra, mis ancestros eran personas que tenían que coser y tejer. Todos en mi familia, mi madre, mis tatarabuelas, todas mis abuelas eran cosedoras y tejedoras porque así te ganabas la vida cuando eras negro y pobre”, relata.
Para Michelle Obama, tejer ya no es una forma de ganarse la vida.
“Lo interesante de tejer y de usar las manos y de hacer algo es que es meditativo. Es como una fe, es por eso porque la fe y la religión son tan importantes, porque es algo que apaga tu mente y deja que tus manos tomen control”, explica. “Lo que me recordó es que todo el tiempo estamos tan ocupados, moviéndonos tan rápido, tratando de conseguir grandes cambios, grandes cosas, grande todo, lo escucho en los jóvenes. Me escriben y me dicen ‘quiero enfrentar todo ahora, quiero ser como Beyonce’, ¿cierto? Porque lo aprenden de nosotros, que el poder es grande. Pero yo recién vengo del poder más grande, estuve casada con el Comandante en Jefe en la Casa Blanca, y la verdad es que el verdadero cambio ocurre con un punto, un revés. Es pequeño”, dice. “Pensé, ‘esto que tengo en la falda es lo que puedo controlar’. No puedo cambiar lo que pasó en la elección, puedo controlar esto, entonces hablo de que cuando me siento fuera de control, me enfoco en lo que puedo controlar. Y hay poder real en eso”, cierra. “El poder de lo pequeño”, alecciona.
Otro tramo de la charla, y del libro, está dedicado al miedo. Michelle Obama habla de la importancia de sentirse “cómodamente asustada”, y lograr que los temores se conviertan en una guía, y no en un obstáculo. Habla de esa regla en su experiencia yendo al colegio, la universidad, los miedos de su familia, y llega a la histórica campaña de Obama a la Casa Blanca, y la decisión más trascendental en la vida de los Obama, que aparece, como todo lo demás, encuadrada en su intimidad. “La usé, y hablo sobre eso en el libro, en la decisión de dejar a Barack competir”, cuenta. Michelle Obama revive la conversación en tono de stand up, imitando la voz de su marido, entre las risas del público, y después, más seria, dice que decidió apoyarlo porque no quería ser como sus abuelos. “¿Quiero sentarme a la mesa de Acción de Gracias diez años después y decir, ‘¿saben?, su abuelo pudo haber sido presidente, pero no, no. No quería ir a Washington. Nos quedamos acá. La abuela dijo que no’”, relata.
Eso nunca ocurrió, y la vida de los Obama cambió para siempre. Nada hubiera ocurrido si ella decía que no. Para cada momento bisagra, Michelle Obama ofrece una anécdota, y teje una historia y una lección. Ya sea al hablar de su familia, las dificultades de criar a sus hijas en la Casa Blanca, las presiones, o la vida en pandemia. Su esfuerzo por hacer amistades, y ser una Primera Dama “normal”. Un esfuerzo que se estira hasta este libro, que seguramente no será el último.