Memorias de gestión, un género poco argentino
La publicación del volumen en que Jorge Remes Lenicov repasa su tarea al frente del Ministerio de Economía en el crítico año 2002 pone de relieve la escasez de libros escritos por los protagonistas de la historia reciente, a diferencia de lo que sucede tradicionalmente en Estados Unidos, los países europeos y Brasil
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En una década muy complicada, como fue la que soportó la Argentina desde la crisis de 2001, algunos protagonistas relevantes de la política y de la economía nacional –no demasiados– se animaron a dejar constancia de sus experiencias en libros que incluyen interesantes pinceladas sobre las razones que provocaron aquel trance casi terminal del país, pero que contienen escasas señales de autocrítica.
La reciente aparición de Bases para una economía productiva del primer ministro de Economía surgido tras el estallido de la convertibilidad, Jorge Remes Lenicov, permite repasar algunos ejemplos del género de la memoria política, variante muy poco explorada en la Argentina en comparación con lo que ocurre en Estados Unidos, algunos países europeos o Brasil. No constituyeron, salvo alguna excepción, éxitos editoriales, pero han permitido reconstruir una parte de la historia reciente que todavía se muestra demasiado confusa como para ser relatada con suficiente amplitud en tiempos de profunda polarización ideológica.
El ex presidente interino Eduardo Duhalde tiene su propio libro (Memorias del incendio), al igual que el ministro de Economía que lo acompañó, Roberto Lavagna, y que continuó en su cartera con Néstor Kirchner hasta noviembre de 2005 (El desafío de la voluntad). Eduardo Amadeo, primer vocero de Duhalde y embajador de su gobierno ante Estados Unidos, también recorrió ese camino (La salida del abismo), al igual que Martín Redrado, presidente del Banco Central entre 2004 y 2010 (Sin reservas). Otro funcionario del kirchnerismo –más precisamente uno de sus creadores– Alberto Fernández, generó su propia obra, como confesó, para "cerrar una etapa" (Pensado y escrito). "Lo hice para darles otra trascendencia a las decisiones que uno toma –expresa el jefe de gabinete de Néstor Kirchner y, luego, hasta 2008, de Cristina–. Y porque quise ponerle un punto final a una experiencia política con los Kirchner."
El resto aseguró, en diálogo con adn, que su principal objetivo al encarar sus obras fue hacer un balance de gestión o, para expresarlo con más elegancia, una "rendición de cuentas", en una coyuntura de escasa circulación de información desde el poder político hacia la sociedad civil en la Argentina.
Un poco más osado, Remes Lenicov indicó que lo hizo "para aclarar su punto de vista porque había argumentos con los que no estaba de acuerdo y le parecían tendenciosos" respecto de su complicada gestión entre enero y abril de 2002, el momento más álgido de aquel año de transición.
Al recordar la manera en que escribieron estas obras, pocos aceptaron el juego de destacar alguna anécdota que hubiera disparado su inspiración, como si todavía el peso de la opinión pública los condicionara en forma tajante. La excepción fue Eduardo Amadeo, que actualmente ejerce el cargo de diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. "Apenas asumimos, en enero de 2002 –cuenta– un amigo me mandó una caja de vino con deseos de suerte. Guardé la caja vacía, y comencé a poner allí todas las libretas con las notas que fui tomando durante las reuniones. Cuando volví de mi embajada en Washington, ese cajoncito y los correos electrónicos de un año y medio de negociaciones, eran ‘el libro’. Sólo tuve que ordenar las notas, ponerle mi toque personal y redactarlo."
Ninguno de los interrogados admite haber tomado como modelos a ministros o presidentes de otros países, pero Remes Lenicov acepta haber recibido "influencias indirectas" de los libros de memorias de Henry Kissinger, Bill Clinton, Winston Churchill, Federico Pinedo y Guido Di Tella. Amadeo, en cambio, explica que le resultó útil leer The Chastening, libro del periodista del Washington Post Paul Blustein, sobre el papel del FMI en la crisis de los países emergentes durante los años 90, incluyendo, por supuesto, la Argentina. Fernández admitió que el libro de Beatriz Sarlo, La audacia y el cálculo, "le gustó por su crítica racional a los Kirchner".
La mayoría afirmó que trabajó "en equipo" para elegir el título, aunque Redrado confesó que le hubiera encantado llamarlo "Los secretos del templo", pero que al editor general de la editorial Planeta Ignacio Iraola no lo convencía. Ninguno de los políticos y funcionarios dejó traslucir demasiada autocrítica en las páginas de sus libros, pese al tiempo transcurrido desde que ¿abandonaron? el poder. Fernández afirmó que fue "todo lo objetivo que puede ser una persona que estuvo en el gobierno".
Desde un lugar equidistante, el sociólogo e historiador Marcos Novaro indica que "no se les puede pedir [a estos autores] que expliquen imparcialmente lo que hicieron, pero sí que sean más o menos fieles a los hechos y que cuenten por qué tomaron las decisiones que tomaron, qué pensaban en el momento en que lo hicieron, qué alternativas vieron, los detalles y los procesos que transcurren fuera de la vista del público y que pueden ayudar a entender retrospectivamente lo que un gobierno hizo o intentó hacer". Novaro reconoce que son escasos los hombres públicos que se animan a dejar en la Argentina su gestión por escrito. "Son pocos los que se animaron a poner sobre la página cosas de las que después pudieran arrepentirse. Y como la historia está todo el tiempo reescribiéndose, parece lo más conveniente tener las manos libres para desdecir, corregir, reinterpretar todo."
De hecho, subraya Novaro, "ya aparecen aquellos que reinterpretan su paso por el kirchnerismo diciendo que Néstor era un moderado pragmático mientras que Cristina es una ideóloga intolerante que dilapida su herencia; a algunos hay que reconocerles que lo hacen por escrito, como Alberto Fernández, en un libro que, más allá de eso, es bastante útil, aunque también sesgado, claro, porque intenta mostrar que todo andaba bien hasta que él se fue del cargo". Novaro expresa cierta pena porque la idea de la "memoria", tan cultivada en Estados Unidos y Brasil (donde la Fundación Getulio Vargas publica los trabajos de los funcionarios del área económica), no encuentra demasiado eco en el país.
En ese sentido, el ex presidente Eduardo Duhalde explica que "la situación excepcional por la cual asumí la presidencia de la República fue la razón principal por la cual creí valioso registrar en un libro esa experiencia". Experiencia que intentó repetir a través de una candidatura presidencial que no tuvo éxito en 2011.
Lavagna, por su parte, considera que la rendición de cuentas "debe ser una adquisición cultural para nuestra Argentina, parte de la construcción de un país distinto; las experiencias de este tipo son pocas y el ejercicio es una inconstante, en una nación acostumbrada más a olvidar sus errores que a aprender de ellos".
Redrado, quien ya había escrito otros dos libros al concluir gestiones previas (Tiempo de desafíos acerca de su función en la Comisión Nacional de Valores durante el menemismo y Exportar para crecer, en la Secretaria de Comercio Internacional, desarrollada entre el duhaldismo y el kirchnerismo), admite que escribir Sin reservas lo ayudó "a darles una hilación a las ideas y a profundizar en el análisis de lo realizado" alejándolo del "fragor de la gestión, permitiendo además realizar una autocrítica", como la que aparece en los últimos capítulos.
Remes Lenicov admite que "lamentablemente en nuestro país hay muy pocos ex ministros de Economía que hayan narrado sus experiencias (Federico Pinedo y Domingo Cavallo se cuentan entre las excepciones)". "Escribirlo me ayudó mucho para reflexionar sobre lo realizado, ordenar las medidas de forma tal que sea comprensible para los lectores, formalizar la estrategia implícita en el programa implementado y volver a leer lo que los dirigentes, analistas y medios decían en aquel entonces. Fue una experiencia muy buena y enriquecedora. Como fue escrito años después de dejar el ministerio creo haber sido lo más objetivo posible", afirma el ex ministro de Economía de Duhalde, quien tras dejar ese cargo se desempeñó, hasta el año último, como embajador ante la Unión Europea en Bruselas.
Alejado hace menos tiempo del círculo del poder, Alberto Fernández recuerda: "Cada vez que tomábamos una decisión importante en el Gobierno, solía escribir los pormenores que la rodeaban y siempre le decía a Kirchner que uno era incapaz de tomar cabal proporción de los hechos cuando le tocaba ser actor en ellos, pero que, pasado el tiempo, uno podía advertir que esos mismos hechos adquirían una dimensión diferente".
- Bases para una economía productiva Jorge Remes Lenicov Miño y Dávila El primer ministro de Economía del gobierno de Eduardo Duhalde presenta en esta memoria su punto de vista sobre los complejos días que significaron el fin de la convertibilidad en 2002, cuando él estaba al frente de la cartera.
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