Mauricio Wainrot: “Hay gente con miedo de que convierta esto en un ballet”
El histórico director de la compañía del San Martín está al frente del área de Cultura de la Cancillería; con austeridad, buscará construir una marca país y despolitizar una gestión que trae herencias
El 9 de junio se publicó en el Boletín Oficial el decreto que lo designó en su nuevo cargo, que recién el viernes pasado la Cancillería oficializó, con un comunicado formal. Pero desde antes, unos seis meses, Mauricio Wajnrot –a quien artísticamente se conoce como Mauricio Wainrot, con "i" en lugar de "j"– desempeña su nueva tarea en la Dirección de Cultura de la cancillería argentina. Más allá de esta informalidad –que lo llevó, por ejemplo, a la Bienal de Arquitectura de Venecia al frente del envío que representó a nuestro país–, el primer semestre de gestión le permitió al coreógrafo foguearse en un terreno que no es exactamente el suyo. O sí. Por un lado, porque la danza es un "asunto cultural", y por otro, porque su carrera hasta aquí ha demostrado de sobra su carácter "internacional". Ambos factores sirven como argumentos para que con su mirada, su criterio y su fuerza arrolladora –la que lo mantuvo durante las últimas dos décadas al frente del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín– Wainrot venga a suceder a otra histórica funcionaria cultural, Magdalena Faillace. Otra vez sobre lo formal, la función sutilmente ha cambiado, porque para reemplazar a la "Directora"
se creó el cargo "extraescalafonario de representante especial para asuntos culturales", con rango y jerarquía de subsecretario.
Recién llegado de la ópera de Bordeaux, donde repuso una de sus obras más vistas en el mundo, El Mesías, y del teatro San Carlo de Napoli, adonde eligió, entre 40 aspirantes de 25 nacionalidades, a su nuevo director, Wainrot toma plena conducción de un área que tiene nuevos objetivos y algunas herencias políticas difíciles.
–Se dice que tu designación corrió por cuenta del Presidente.
–Mi relación con Macri siempre fue excelente. Nos conocimos en casa de un coleccionista de arte y luego nos reunimos varias veces. Después del fracaso del radicalismo y del peronismo, que viniera una fuerza nueva me gustaba, y sigo pensando que mi elección fue muy buena. Hablé con [la canciller Susana] Malcorra y sé que este lugar vino de él.
–Tuviste un espacio de transición con Magdalena Faillace.
–Nos encontramos, fue muy amable; la conozco desde hace muchos años, ella siempre venía a mis estrenos; lamentablemente nunca invitaron al Ballet del San Martín a ningún evento en todos estos años y me da mucha pena ese olvido que tuvo para nuestra compañía, una de las mejores del país. Me habló de la gente, de la Bienal de Venecia, de la Feria del Libro de Fráncfort, de las cosas más importantes que tiene la Dicul. Algunas me parecieron muy positivas y otras no tanto, porque esto estuvo muy ligado a la política y bastante cerrado a los que no éramos kirchneristas. Yo, en cambio, pienso en la excelencia de cada artista provenga de donde provenga si realmente son valiosos. Y en la "marca Argentina", la marca país, como Canadá, Francia, Italia, Alemania.
–Estos meses te dieron training para entrar en este mundo, que no te es ajeno ni propio.
–Es ajeno y no. Trabajé en mi carrera con 50 compañías en 25 países, y siempre estuve ligado a las embajadas, a los consulados. Viví muchos años en Bruselas, en Montreal, en Alemania, en Suecia, y la vida de la diplomacia no me resulta para nada ajena. Hablo cuatro idiomas: inglés, francés, italiano, español… y algo de alemán también.
–¿Habrá más danza que lo acostumbrado que esta división?
–Hay gente que tiene mucho miedo de que convierta esto en un ballet. Para nada. Pero sí me interesa darle apoyo, justamente porque en los últimos 12 años casi no hubo lugar para ella (excepto por el tango, una industria mundial de miles de millones de dólares que no necesita venderse). Le daré tanto apoyo como a Arco y a los artistas plásticos o a los escritores en las ferias del libro.
–¿Cómo es tu dieta cultural?
–Sé de cine y me gusta muchísimo; también de música, y bastante de plástica, por haber vivido 32 años con un gran artista [se refiere a quien fue su pareja, Carlos Gallardo]. Y conozco escritores. Siempre he sido una persona interesada en la cultura más allá de la danza y por eso me gusta estar acá, porque tengo una "dieta" variada: me encuentro con productores, con artistas, con músicos, con proyectos de diferente índole, en los que logro sumergirme, moverme, imaginarme, ver cómo pueden solucionarse. Estamos trabajando ya en la Bienal de Arte de Venecia 2017 y concreté un comité de ocho integrantes formado por el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Andrés Duprat; los curadores Mercedes Casanegra, Rodrigo Alonso, Fernando Farina y Fabián Lebenglik; Adriana Rosenberg, de Fundación Proa; Inés Katzenstein, de la Universidad Di Tella; María Teresa Constantin, del Espacio Osde, y el secretario de Patrimonio de la Nación, Américo Castilla. Yo no elijo a dedo como pasaba antiguamente.
–¿Cómo resolverás las polémicas delegaciones a las ferias del libro extranjeras?
–Estoy tratando de despolitizar todo esto. Guadalajara, por ejemplo, como paga la estada, elige a los representantes. Laura Niembro [directora de la feria mexicana] me preguntó si tenía alguna sugerencia y le dije que de los once nombres elegidos algunos estaban muy repetidos y que prefería que hubiera un dramaturgo o autores que hubieran ganado el Sor Juana Inés de la Cruz.
–Las últimas delegaciones eran de más de cincuenta escritores…
–Bueno, sorpresa, nosotros en este momento estamos con un presupuesto muy escueto en relación con todos los gastos que venimos arrastrando del año pasado. Para 2016 habían adjudicado 1400 pasajes (unos tres millones de dólares) y cuando llegué me enteré de que habían cortado esa lista a menos de un tercio.
–¿Quiénes irán a Fráncfort en octubre?
–Vamos a manejarlo como el Programa Sur a las Traducciones, que tiene un comité de selección.
–Hablemos del Programa Sur, que está endeudado y trabado.
–Ya está destrabada la situación, que es la siguiente: por resolución, los jurados tienen un máximo para seleccionar por año 150 obras, pero en el ejercicio de 2015 se hicieron 210, de las cuales se pagaron 73 y quedó un remanente de 137 traducciones que debemos afrontar nosotros. La semana pasada pagamos 77 (210.000 dólares) y ahora estamos en el proceso administrativo para pagar las 60 restantes (unos 180.000 dólares). El Programa Sur nos interesa mucho, no está olvidado, pero tuvimos que saldar la deuda. Quedarían unas 13 obras para hacer este año y no queremos pasarnos de las 150.
–La preocupación es que si no se convoca a tiempo no llegarán a Fráncfort, la feria más importante para el negocio.
–Lo sé perfectamente. Ésta es una de las herencias. Como lo que pasó en el CCK: el año pasado se contrató a montones de artistas a los que no se les pagó y que este año se están quejando al gobierno actual porque no se les paga. Y por supuesto hay que pagar y no importa qué gobierno sea. Es una deuda. Sé de la preocupación de la Cámara del Libro porque recibí cartas de la gente de traducciones, de editoriales... Llegado al caso, habría 13 títulos para este año.
–¿Tenés que manejar un presupuesto con austeridad?
–Sí, es un presupuesto austero. A la Bienal de Arquitectura de Venecia fuimos cuatro personas.
–¿Vivís este momento como un alejamiento de la danza local?
–No, lo vivo como un año sabático. El Teatro San Martín está cerrado, la compañía está haciendo lo que puede, Andrea Chinetti [directora interina de ese Ballet tras su salida] y su equipo están liderando el grupo de la mejor manera posible. Es bueno que el teatro se reabra pronto. Y el año que viene, si se reabre, será con la Novena sinfonía de Beethoven, una obra coreográfica que nunca estrené. Y tengo arreglado hacer Medea en el Colón.
–Como director de una compañía cumpliste un ciclo.
–Sí, y está cerrado completamente. Prefiero ser coreógrafo invitado, que es como ser un amante. Me cansé de estar lidiando con las autoridades y con los bailarines.
–Acá también tendrás que lidiar con autoridades.
–No tengo dudas, pero serán nuevas maneras y tengo ejercicio.
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