Matta, el paisajista del subconsciente
Surrealista y universal, chileno de nacimiento, fue el último sobreviviente del círculo de Breton
NUEVA YORK.- Se cumple una semana de la muerte de Roberto Sebastián Antonio Matta Echaurren. Conocido como Matta, a secas, sus pinturas alucinantes, algunas de pesadilla, hicieron de él un surrealista destacado y un artista importante a mediados del siglo XX. En sus últimos años, repartía su tiempo entre París, Londres, Milán y Tarquinia.
Nacido en Chile, pasó gran parte de su vida en Francia. Entre 1939 y 1948, residió en Estados Unidos, influyendo en la evolución de la Escuela de Nueva York. Sin embargo, nunca alcanzó en los Estados Unidos la fama que conquistó en Europa.
Los franceses lo consideraban un miembro clave, y el último sobreviviente, del círculo de André Breton. Como él y otros surrealistas, adoptó la idea del dibujo automático -es decir, lo más espontáneo posible, sin una concepción previa- que supuestamente era un modo de aprovechar los impulsos del subconsciente. El mismo describió sus pinturas como "el subconsciente en su estado ígneo, líquido; una sustitución consciente y diurna del fenómeno de los sueños".
En sus primeras obras surrealistas (fines de los 30 y comienzos de los 40) se propuso sugerir el cataclismo primordial. Pintó paisajes gelatinosos y espacios cósmicos llenos de extrañas formas orgánicas, en colores fluorescentes y disonantes. Después de la Segunda Guerra Mundial, estas imágenes dejaron paso a otras no menos fantásticas. Pobló sus telas con criaturas robóticas, mutantes, que a veces parecían otras tantas respuestas a la guerra. Los norteamericanos lo criticaron por pintar figuras cuando la moda imponía cada vez más la abstracción; él replicó que eran necesarias para expresar la inhumanidad del hombre para con sus semejantes. "Procuró enviar un mensaje a otros artistas, incitarlos a abordar en forma directa estas cuestiones difíciles", explicó Elizabeth Smith, curadora de una reciente retrospectiva de Matta.
Hombre enérgico, expresivo, famoso por su tozudez, decía haber nacido el 11 de noviembre de 1911, aunque otros fijaban su nacimiento en 1912. Provenía de una prestigiosa familia de ascendencia vasca, con varios diplomáticos y un ex presidente entre sus miembros. Al ingresar en la Universidad Católica de Santiago, se rebeló contra su rígida formación católica y estudió con Hernán Gazmuri, un pintor cuyo anticlericalismo influyó profundamente en él.
En 1935, emigró a París. Por un tiempo, trabajó en el estudio de arquitectura de Le Corbusier. También viajó y en Madrid, en la casa de su tía, conoció a García Lorca y Neruda. Hondamente afectado por el asesinato de Lorca, durante la Guerra Civil española, compuso un guión cinematográfico fantástico que presagiaba sus sentimientos izquierdistas.
En París, gracias a una carta de presentación que le había dado García Lorca, conoció a Dalí y a Breton y se unió a los surrealistas. Dibujante refinado y elegante, dotado para la arquitectura imaginaria, Breton gustó de sus obras y lo invitó a exponer con el grupo. En 1939, como Breton y otros, se trasladó con su esposa a una comunidad neoyorquina de expatriados. Por su conocimiento del inglés, contribuyó de manera especial a la difusión de sus ideas entre los artistas norteamericanos. En los años subsiguientes, causó gran impacto en algunos de los pintores que habrían de asociarse con el expresionismo abstracto, entre ellos Pollock, Rothko, Baziotes, Motherwell y, en particular, Gorky. Hasta fue su maestro.
Aun así, nunca se sintió totalmente cómodo en Estados Unidos. En parte, porque su obra seguía un rumbo, mientras que el arte norteamericano empezaba a tomar otro. En 1948, regresó a París. Famoso por su veleidad, el círculo surrealista de Breton al principio lo rechazó: le achacaban el suicidio de Gorky por haber mantenido relaciones con su mujer. Sólo lo reincorporaron a sus filas en 1959; para entonces, el movimiento surrealista casi tocaba a su fin.
Más tarde, Matta fue un partidario ferviente y declarado del socialista Salvador Allende. Cuando el dictador Augusto Pinochet lo derrocó de la presidencia de Chile, Matta se convirtió en persona non grata . Enterado de que Pinochet lo había puesto en la lista negra, por un tiempo se rodeó de guardaespaldas. Y decidió adoptar la ciudadanía francesa. (En los 50, en Estados Unidos, había figurado en otra lista negra por comunista; esto no le impidió visitar posteriormente el país, aunque todavía en los 80 le costó obtener la visa de entrada.)
Se ha dicho que después de su partida de Nueva York, Matta recicló su arte más temprano y fabricó cuadros para satisfacer el mercado. Es un comentario injusto. A fines de los 70 y principios de los 80, exploró nuevos temas en grandes telas, a menudo con una paleta más clara y variada. Sin embargo, sus obras tardías rara vez se expusieron en museos norteamericanos. Estados Unidos siguió conociendo mejor su período desde finales de los 30 hasta los 50.
Duchamp escribió cierta vez, acerca de sus pinturas tempranas: "Su primera contribución a la pintura surrealista, y la más importante, fue descubrir regiones del espacio hasta entonces ignoradas en el arte". Matta hablaba de morfologías psíquicas, a las que después llamó "inscapes" ("paisajes interiores"). Martica Salwin, experta en el tema, dice que "visualizan la psique, lo cual significa no limitarse a mirar una cosa por vez, un punto en el tiempo y el espacio". Los inscapes , acota, "abarcaban el pasado, el presente y el futuro unificados".
Mujeriego notorio y (según dicen algunos parientes) padre inconstante, Matta dejó una descendencia insólitamente complicada. Con su primera esposa, Anne Alpert, tuvo dos hijos mellizos en 1943: Sebastián, fallecido en 1977, y Gordon Matta-Clark, muerto en 1978; ambos fueron artistas. Su segunda esposa, Patricia, se divorció de él, se casó con el marchand Pierre Matisse y murió a comienzos de los 50. Con Angela Faranda tuvo un hijo, Pablo Echaurren; vive en Italia y se dedica al arte. Malitte Pope le dio una hija en 1955, Federica Matta, también artista, y en 1960 un hijo, Ramuntcho, músico y productor discográfico; ambos residen en París. También le sobreviven su última esposa, Germana Ferrari Matta, y la hija de ambos, Alisee, nacida en 1970. Germana está preparando el catálogo completo de sus obras; sólo se ha publicado el primer tomo.
Matta dijo una vez que todos necesitamos del arte porque él "despierta y sacude en nosotros energías que, de otro modo, podrían transformarse en violencia y ser muy peligrosas". Convencido de que el verdadero arte es la imaginación sin trabas, añadió: "Quizá lo necesitemos en los momentos críticos de nuestra vida".
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)