Materialismo sensual
La segunda novela de Ana Ojeda empalma historias de migrantes del largo siglo XX en una Buenos Aires hostil
En primer lugar, hay que decir que los personajes de la segunda novela de Ana Ojeda (Buenos Aires, 1979) son, más que nombres o representantes de algún tipo de clase (social, sexual, política), cuerpos. De entrada queda claro que tienen sus apetencias, sus gustos, sus saberes -minúsculos, como el que activa el goce erótico, infantiles o relativos a una cultura exiliada-, sus rechazos, su respiración, trasladada al texto con un logrado medio tono comprometido y opaco. Ya en Modos de asedio , su novela anterior, esa sensualidad narrativa acechaba por los bordes del género, que se podría llamar novela realista, para revelar el reverso o la hilacha de las tramas que configuran las vidas en una ciudad en ruinas. En Falso contacto , la misma ciudad, Buenos Aires, a comienzos del siglo XX y del XXI, en algunos momentos significativos (1983, por ejemplo, o el catastrófico fin de 2001), es el escenario y una protagonista tácita.
Dentro de ese marco, otro: las familias (cuando hay familias) italianas, judías, japonesas, y, en ellas, los personajes que pugnan. ¿Contra qué? Las circunstancias sociales, poco amables para la mayoría; los ideales, los mandatos (" Il benessere viene dal' lavoro "), los enemigos del cuerpo. De Uma, cantante de tangos que de joven trabajará aun embarazada en un burdel de Constitución, se dice que, humillada por espiar a un vecino del conventillo, "les sostuvo la mirada a todos y era sólo una niña junto a la pared húmeda del patio". De Quimey, engañada por su el talante frustrado de madre, que apostará a un mañana que nunca llega. De Ramona, que dirige el Danubio Blu "con mano dura, ayudada por su incapacidad para sentir".
En la primera parte, "Inercias", la voz narrativa presenta a los protagonistas: Uma, Quimey, Nacho Porter, periodista gráfico de la sección Exterior (justo él, obsesionado con su uniforme laboral, "cáscara perfecta"), y Genovefa y Odiseo, los Romeo y Julieta de arrabal llegados del volcánico sur de Italia. También delimita un territorio común: Balvanera, Constitución, La Boca, el Bajo porteño, poblado, a comienzos y finales del siglo XX, por viviendas de inquilinato, prostíbulos frecuentados por ricachones de la zona norte de la ciudad, imprentas anarquistas o redacciones alimentadas a base de chismes y cafeína, avenidas transitadas por patanes, casas tomadas. Entre el ensueño de los personajes con una vida mejor o más justa, las intervenciones narrativas son ágiles y precisas ("El fino señor la acostó en el camastro de una cachetada", "[?] los estertores finales de los largos años noventa se demoraban en el calendario y se respiraba en el aire que en cualquier momento todos íbamos a terminar pidiendo a la entrada del subte" o "[...] le preguntaban qué se había dicho o cuál era el enfoque preferido por ?el diario' para dar tal o cual noticia. Nacho aprovechaba para ejercer un poco de jefecito y reírse de pares y superiores"). Esas acotaciones punzantes, a la vez, reconfiguran la perspectiva de la lectura, al pasar de un costumbrismo pintoresco a un materialismo sombrío.
En "Resistencias", la segunda parte, el empalme insinuado de las familias y los personajes se hace evidente, y se desencadenan nuevos éxodos. Quimey partirá rumbo a Europa cuando Nacho y los estragos del experimento neoliberal la expulsen de la casa tomada, antigua sede de la librería e imprenta ácrata de los Porter. "Capitulación", la sección final, exhibe el envés vital de la renuncia, el abandono, la fuga, incluso, de Odiseo a su lugar de origen. Segundo título de la colección Nueva Nueva Narrativa Argentina de Milena Caserola, esta palpitante novela obtuvo una mención especial en el premio "Laura Palmer no ha muerto" 2012, decisión de un jurado integrado por Selva Almada, Ricardo Romero, Federico Levín y Daniel Kruppa.
Falso contacto
Ana Ojeda
Milena Caserola
160 páginas
$ 75