Más del Oscar
La última entrega de los Oscar consagró a Slumdog Millionaire, pero también dejó en claro que Hugh Jackman puede bailar y que Kate Winslet sólo actúa mal cuando se ve en la obligación de agradecer un premio. En la Academia no sólo hicieron justicia con Danny Boyle, director del film que se llevó ocho estatuillas (curiosamente maltratado por la crítica argentina), sino también con Wall-E, el film de Andrew Stanton que ganó en la categoría de Mejor Film Animado, un rubro donde año tras año destacan muchas películas que bien podrían empezar a considerarse auténticos clásicos futuros. Ganadoras en ediciones anteriores de los Oscar, Ratatouille, Buscando a Nemo y Los increíbles son cumbres cinematográficas que trascienden el género de la animación, y lo mismo puede decirse de los cinco cortometrajes animados que se disputaron el Oscar, todos disponibles en ese planeta virtual que se llama YouTube.
Esta vez, el trabajo más flojo de todos le correspondió a Pixar, la fábrica de maravillas de donde surgieron Wall-E, Monsters Inc. y Ratatouille, entre otras joyas. Presto, el corto dirigido por Doug Sweetland, cuenta los inconvenientes que vive un mago ante un conejo que se rebela, y la sucesión de gags divierte pero no muestra nada nuevo. Demasiado poco para lo que ya se ha visto que puede hacer Pixar, y muy pobre si se lo compara con sus cuatro extraordinarios contendientes. En la mitad del tiempo que consume Presto, la Gobelins Ecole de l’Image francesa narra una genial historia de amor y aventuras de dos pulpos en Oktapodi, puro vértigo y osadía visual que atrapa y entretiene sin caer en los clichés de Presto. Desde Rusia, el realizador Konstantin Bronzit crea en Lavatory-lovestory la apuesta estética de apariencia más sencilla y resolución más compleja, capaz de convertir un baño de hombres en un palacio del romanticismo puro y duro. El inglés This Way Up no es de los más logrados, pero su fino humor negro y la onírica danza de la muerte que involucra a los protagonistas le dan un valor especial. Y La maison en petits cubes, del japonés Kunio Kato, constituye un verdadero poema dramático en doce minutos, una tristísima y delicada oda a la supervivencia en la que un hombre pone ladrillo tras ladrillo de una última casa en una ciudad inundada, sólo para recordar el mundo –y la vida– que ha perdido. Sin lugar para objeciones, La maison… ganó el Oscar en su categoría, y su triunfo demuestra que hoy la belleza y la renovación de los estilos de Hollywood se logran mejor fuera de Estados Unidos (como Slumdog...) o en el siempre vital mundo de la animación.
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