Mary Shelley vuelve "remasterizada", a 200 años de inventar Frankenstein

A dos siglos de su nacimiento el más célebre de los monstruos literarios sigue con vida, con latido vigoroso a pesar de tal longevidad. ¿Quién no conoce, al menos en parte, el argumento de Frankenstein o el Moderno Prometeo, piedra angular de la ciencia ficción? La criatura que Mary Shelley creó para aquella novela publicada en 1818 apareció más tarde en decenas de películas, series de televisión, videojuegos, cómics, obras de teatro, piezas de ballet; y la lista crece.
Recientemente este imaginario tuvo un nuevo capítulo: investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) "remasterizaron" la figura de la escritora inglesa, que es la protagonista -¡por fin ella y no su monstruo!- de un sistema de inteligencia artificial que compone historias de terror. Esta tecnología crea monstruos narrativos zurciendo fragmentos propios con textos que envían usuarios en Twitter, en una suerte de cadáver exquisito new age. La mecánica es sencilla: Shelley (la máquina) escribe un tuit para iniciar una historia e invita a que la continúen los escribas humanos diciendo "tu turno".
#Mommy es el título de una de estas creaciones colaborativas. La que sigue es una de las versiones compuesta por un hilo de tuits, en donde los fragmentos en negrita corresponden a la inteligencia artificial. "¡Mami! -llamé nuevamente. Mami, ¡hay alguien en el ataúd, ayúdame! No sirve de nada, ella no puede oírme. Estoy demasiado lejos de la superficie. ¿Imaginas lo que es ser enterrado por tu propia madre? ¿Puedes hacerlo? Esto está sucediéndome mientras escribo estas líneas. De pronto, cuando la tierra cubre mi ataúd, escucho una voz diciéndome 'Ella no puede molestarnos aquí, finalmente estamos juntos y solos'. Sonreí en mi interior. La voz, muy profunda, dijo 'Yo seré un padre para ti'".
Manuel Cebrián, uno de los hombres del MIT involucrados en la iniciativa, explica que antes de poner al sistema a escribir inyectaron en su vena inerte clásicos de Stephen King y Edgar Allan Poe, además de una colección de miles de obras de terror disponibles en internet, libres de derechos.
A esto se conoce como deep learning -o aprendizaje profundo- que es la habilidad de las máquinas para aprender e imitar el funcionamiento del cerebro humano [ver recuadro].
El investigador reconoce que su criatura ha demostrado destreza para describir una persecución o la irrupción de un monstruo, aunque no es muy hábil para crear suspenso o proponer revelaciones. Sus virtudes y falencias se corroboran en los cuentos breves que están publicados en el sitio www.shelley.ai (en inglés).
"La creación interactiva que propone este trabajo es una idea fascinante", opina Marie Mulvey-Roberts, profesora de literatura inglesa en la Universidad del Oeste de Inglaterra (UWE Bristol). "Es un poco lo que Víctor Frankenstein hacía: unía partes ya creadas y le daba vida.
Esta iniciativa es una forma de monstruosidad, donde la ilusión de un cuerpo coherente se descompone". La especialista en la obra de Shelley nota que la vigencia de la novela y la persistencia del monstruo no son casuales: "El libro puede ser visto como un mito de la creación moderna, y también como una advertencia respecto a asuntos que no pasan de moda como la compasión o la crianza, y acerca de los peligros de la ambición desmedida. Plantea además las grandes preguntas sobre el significado de la vida y de la muerte, y por supuesto los límites de la ciencia. La novela es sin dudas versátil, y es actual cuando pensamos en actividades como los trasplantes o la clonación", comenta Mulvey-Roberts.
En diálogo con LA NACION, Esther Cross desmenuza más razones que explican la vigencia del personaje de Shelley. "Su originalidad fue tal que ni bien apareció surgieron las imitaciones y parodias. Eso no sucedió con ningún otro personaje de la historia de la literatura. Y es al mismo tiempo un personaje complejo, difícil de atrapar en un par de pinceladas: pensante y asesino, comprensible y al mismo tiempo terrible, plantea preguntas que todavía nos hacen pensar", señala la autora de La mujer que escribió Fankenstein, un título publicado en 2013 que explora encantadores y también aterradores detalles de la vida de Shelley. Por ejemplo, que la escritora, cuando niña, aprendió a leer su nombre en una lápida, la cercanía de Shelley con la muerte, y la historia que cuenta que la creadora del monstruo conservó el corazón de su amado fallecido envuelto en un poema.
"Cuando escribió Frankenstein o el Moderno Prometeo había otros escritores trabajando en temas tangenciales pero ella captó el temor de su época, el asombro y el miedo que sentían las personas por lo que podría hacer la ciencia con los cuerpos humanos, y lo puso en palabras. De esos hilos secretos, entre otros, está hecha la trama de su libro, y esos hilos no se cortaron", dice Cross.
No fue el rayo de una tormenta la chispa que dio vida al monstruo en la cabeza de Shelley. Cross cuenta que el engendro resultó de una apuesta, cuando los integrantes de un grupo de escritores, entre los que se encontraba la autora inglesa, se propusieron escribir una historia que les helara la sangre.
¿El sistema de creación artificial creado en el MIT cumple con este objetivo que el texto de Shelley, la de carne y hueso, sí alcanzó? "El programa de shelley.ai investiga, por lo que entiendo, la capacidad de la inteligencia artificial para inducir emociones, específicamente el miedo, de manera que las intenciones podrían compararse, salvando las distancias", opina Cross. "La diferencia es que Mary Shelley dio en el clavo porque imaginó la historia que heló la sangre a ella misma, comprendió que si a ella la asustaba, podría asustar al lector y eso no puede hacerlo una máquina. Por ahora, no encuentro paralelismo entre el monstruo de Mary Shelley y los sistemas de inteligencia artificial. Creo que esos sistemas cambian nuestras vidas, pero la manera en que lo hagan no tiene por qué ser necesariamente monstruosa. Dependerá de lo que pase con los sistemas de inteligencia artificial. Lo que sigue vigente es la pregunta de qué hacer con los resultados de ciertos experimentos. Sigue sin respuesta, dentro y fuera de la literatura", comenta la autora de Tres hermanos y La señorita Porcel.