Martín Kohan. “Voy a evitar la frase de impacto. No quiero prestarme a esta dinámica de época que vacía la lectura”
El escritor tendrá a cargo el discurso inaugural de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, este jueves, en La Rural
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El escritor y docente Martín Kohan (Buenos Aires, 1967) sigue las instrucciones del fotógrafo en Caffe Tabac, en la esquina de avenida del Libertador y Coronel Díaz, y posa dentro y fuera de la confitería chic. Algunos clientes lo saludan y le palmean la espalda. Este año, el autor de Confesión y profesor en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de las Artes fue elegido por la Fundación El Libro para abrir la 47ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, este jueves a la tarde. Después del precedente establecido por Guillermo Saccomanno en 2022, a los escritores que brindan el discurso inaugural se les paga un honorario. “Está bien que se reconozca que es un trabajo”, señala Kohan. El suyo ya está pasado a máquina y corregido, y tiene veinte páginas.
A partir de junio, los hinchas de Boca Juniors tendrán un buen motivo para recordar su nombre: Kohan va a publicar un libro sobre el club de sus amores. “Me convencieron y lo pude escribir; es un libro muy particular para mí”, cuenta. Su ensayo más reciente es ¿Hola? Un réquiem para el teléfono (Godot), un trabajo heterodoxo donde conviven Roman Jakobson con Susana Giménez, Jorge Luis Borges y Carlos Perciavalle, y el Doctor Tangalanga con Walter Benjamin. Recién salido de la imprenta, Cuentos reunidos, de Luis Gusmán (Edhasa), lleva un prólogo suyo. “La novela Villa, de Gusmán, fue clave para que yo escribiera Dos veces junio”, reconoce.
-¿Te dieron un tiempo estimado para leer el discurso y van a pagarte?
-No me acuerdo cuánto me dieron. Son más de veinte páginas; voy a tener mi tiempo, si se cansan y me echan, se cansan y me echan. Tampoco será como Fidel Castro: no voy a estar seis horas. Pero hay un desarrollo. En cuanto a la cuestión del pago, sí, efectivamente, y me parece muy bien; es uno de los aspectos con los que estuve muy de acuerdo, que es reconocer y pagar un trabajo.
-¿Qué podés adelantar?
-Uno de los ejes, que quizás se podría decir que estructura el resto, es plantear un desplazamiento no ya de nuestra Feria, sino de las ferias del libro en general o los festivales de literatura, que suelen hacer centro en la figuración de los escritores, como una pasarela donde son contemplados. Y tratándose de una Feria del Libro, quería correr el eje hacia los libros, es decir, hacia las lecturas, es decir, hacia los lectores. Me parece clave. Incluso habiendo como hay un escritor, que en este caso soy yo, que se para ahí y toma la palabra, en tanto qué habla un escritor si habla en una feria, si lo hace en tanto autor de su propia obra, con lo autorreferencial que esto puede llegar a suponer, o se enuncia como en lo que en principio es, un lector. Ahí el autor se constituye ante todo como lector y se coloca como tal para tomar la palabra; se abre un juego diferente, más interesante que el desfile de figuración de autores. Es un intercambio de lecturas.
-¿Entonces, no va a haber referencias al contexto socioeconómico o sociopolítico?
-Lo pensé mucho. Pasan muchas cosas en la Argentina, de acá al jueves van a pasar otras más; seguramente vamos a decir “¿te acordás del día en que se bajó Alberto? Hay un punto sobre eso, y que es que intento poner el marco en el cual esa clase de intervenciones pueden llegar a producirse; qué relación hay entre un lector y un escritor, entre un escritor y una figura pública, entre un escritor y un intelectual que ocupa un lugar en la esfera pública, y que es lo que le da espesor a la intervención que puede tener un escritor, un intelectual, un opinador. Entonces, me parece que más que esa clase de intervenciones a la que no rehúyo y me ocupo habitualmente, como en la columna semanal en Perfil, me parece que más que agregar una intervención que podría ser la de la columna o la siguiente entrevista, era mejor tratar de plantear que está pasando hoy con las intervenciones, las lecturas. Porque en general estas intervenciones tienen un grado de desarrollo y suelen quedar reducidas a dos frases sueltas, en general la del título, y todo lo que se genera se genera sin conocer el resto del texto.
-¿Eso pasa muy seguido en tu opinión?
-Te diría que lo comprobamos a diario. Es como si se pensara en el viejo paradigma. Es como si perdurara todavía la lógica del título con gancho para enganchar lectores, cuando desde hace bastante tiempo es evidente lo que enganchás no es un lector, es un comentador que no va a leer, va a comentar sin leer. Estoy generalizando: cuál es la lógica de un título gancho, porque la idea de no enganchar a un lector es evidente; enganchás un clic, entonces la lógica es “no queremos que esta nota se lea, queremos que alguien la cliquee”. Yo no me dedico a los clics, yo hago textos. Mi destinatario es un lector de libros, columnas, entrevistas. Esto se va a desgrabar, se va a transcribir, nos estamos dirigiendo a un lector. Si el que publica esta conversación lo que quiere es alguien que cliquee, no que lea, ya tenemos un corrimiento fatal, porque esto cobra sentido en la medida en que alguien lo lee. Ese alguien después está de acuerdo, no está de acuerdo, se enoja, se enfurece, hay infinitas posibilidades, pero la base es que de esta conversación se produce un texto. La idea de que este texto está dirigido a un comentador o a un cliqueador nos pone frente a un vaciamiento.
-¿Se vacía el lugar del lector?
-Claro. El núcleo de lo que nosotros hacemos es que produjimos un texto que alguien va a leer y ahí se genera algo. Si eso que se genera no presupone la lectura estamos en un problema. Siempre existió el que pispea por arriba, el que lee por arriba y el que habla de lo que no leyó, para no sonar tan apocalípticos. Pero se notaba la falta, quedaba claro que no habías leído eso de lo que estabas hablando. Esa sensación de falta parece estar desapareciendo, se habla de lo que no se leyó sin el más mínimo problema, si el más mínimo tapujo. Es fácil verificarlo leyendo los comentarios de las notas en los diarios online y las redes. Es clarísimo que no han leído aquello que están compartiendo o aquello sobre lo que se pronuncian. Entonces cuál es el sentido de toda esta dinámica. No se lee pero se escribe.
-¿Lo atribuís solo a una estrategia de los medios?
-No, pasa en general. Los medios lo alimentan, lo sabrás más que yo. Me encontré pensando que hay que volver a titular de este modo: “Pronunciose Fulano sobre tal tema” y nada más. ¿Querés saber como se pronunció Fulano? Entrá a la nota. Porque el título no es más la puerta de entrada para el lector. El que entra no es el lector, es alguien que va a comentar, escribir, insultar, descargar su violencia o elogiar, pero no ha leído. Escribo, soy crítico literario, trabajo de leer y escribir sobre lo que leo, soy docente de literatura. Pensé en cómo no prestarme a esta dinámica epocal que vacía la lectura: en el discurso voy a evitar la frase de impacto, que no haya ni una. El que no lee y se pronuncia igual no se va a enterar de lo que estoy diciendo.
-Los discursos de apertura en la Feria tienen mucha repercusión pública.
-Eso me entusiasmó mucho y lo tomé como una responsabilidad. Quise evitar golpes de efecto. Es la diferencia entre tomar posición y dar golpes de efecto. La diferencia entre producir algo sustancial y producir frases de impacto;si me sale o no, me dirán después.
-¿Te habrán convocado como representante de la generación intermedia de la literatura argentina?
-La literatura tiene esa generosidad, con 56 años que tengo no me siento viejo o recién empiezo a ser viejo. Ya pasé la etapa donde dejé de ser joven. No sé por qué me eligieron, espero que no se hayan equivocado.
-Elegiste, entonces, defraudar las expectativas.
-Si se espera descolocación y vos llevás descolocación, no estás descolocando a nadie. Siempre hubo juegos de escándalo, aun en la literatura que es una práctica magra frente a otras disciplinas donde las personas son famosas y tienen repercusión, como en el fútbol o los medios. Justo ayer estaba escuchando a Yanina Latorre. Los escritores estamos en un ámbito protegido, se supone que no tenemos una relación con el escándalo. Otra vez: cuál es la diferencia entre una intervención y la frase efectista de impacto. A qué está dispuesto a recurrir cada uno para obtener cierta repercusión y, aparte, para qué la quiere. Insisto, si uno hace hincapié en la lectura, se pueden suscitar líneas de lectura.
-¿El estado de la lectura en el país es muy crítico?
-Me parece que estamos mal, por lo menos para preocuparse por algunas cosas. Por lo menos en tres niveles: la circulación de la literatura, de la literatura argentina contemporánea; cuál es el volumen, no de ventas sino de lectura, de lo que escribimos hoy. Y estamos teniendo un porcentaje alto de alumnos que terminan la primaria o la secundaria sin poder comprender un texto, hablo de textos básicos, no James Joyce. Hay más problemas con la lectura, siempre hubo, siempre hubo falsos lectores. En las clases puedo palpar el estado de cosas y el punto es la escuela media: la formación de lectores y de destrezas de lectura en la escuela media.
-Y eso que en la Argentina se invierte en promoción de la lectura, desde el sector público y el sector privado.
-Eso lo menciono porque la Feria del Libro tiene un fuerte vínculo con la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, muy dañada por el gobierno anterior. Del actual tenemos no pocas cosas para decir, pero en el anterior fue desatendida. Se enviaron cajas de libros que no se abrieron, y la cuestión no es dejar de enviar cajas sino ver por qué esas cajas llegaron y nadie las abrió. Al mismo tiempo, si no trabajás en las competencias de lectura, eso gira en vacío. Ahí vuelvo a pensar en la literatura, es decir, en la formación de una competencia de un discurso del mayor grado de elaboración y de exigencia, porque si se forman lectores en la competencia y en los textos más exigentes, ahí hay un lector que no es solo de literatura, tenés a alguien capaz de interpretar y de dar sentido.
-¿Existe un temor a que esa exigencia en la formación de lectores sea considerada elitista?
-La literatura tiene un lugar central. Pero si la literatura retrocede o hay un facilismo de no dar textos complejos, porque es elitista, estamos complicados. El gesto elitista es quedarse con Borges, Saer y Puig, y que los estudiantes se quedan con lo que les gusta. Pero lo que les gusta es lo que ya están en condiciones de leer, incluso con el optimismo de pensar que ya hay una literatura que les gusta. El desafío para los docentes es formar lectores, no entretener a lectores ya existentes. Probablemente a un estudiante de segundo año le cuesta abordar Borges, pero para eso existe la escuela y el docente. Van a decir que no entienden nada. Nadie no entiende nada. Lo que entienden y lo que les gusta ya está. Además, puedo repudiar los despidos en Clarín y la guerra en Ucrania, y los repudio, pero eso va a ser una frase suelta. ¿Hacen falta más insumos para esa fábrica de no lectura?
-En El método Rebord, Beatriz Sarlo decía que le había agarrado un ataque cuando se enteró de que en la Facultad de Filosofía y Letras los estudiantes ya no usaban más el punto y coma.
-Sarlo, a uno que estudió con ella y la lee y la admira, es un caso interesante para pensar. Mi formación le debe muchísimo a Josefina Ludmer, mi manera de entrar en los textos y recorrerlos. Ya tenía las referencias de otras maneras de leer de otros docentes, diría Sarlo y David Viñas, una manera de jugar en el circuito universitario y una apuesta social más ampliada. Agregaría a Susana Zanetti, Noé Jitrik y Piglia. Cuando Piglia da las clases en la Televisión Pública no hace algo distinto de lo que hace en la Facultad. Para mí fueron referentes de un tipo de interpelación más amplia y que además no era una doble vida. Un discurso que puede estar en un ámbito y en otro, eso me interesó desde muy joven. La base es la lectura de textos. Parece que hay gente que no se enteró de que Sarlo es crítica literaria; después podés decir no estoy de acuerdo, no me interesa, no voy a leer sus textos. Siempre hubo gente que no leyó. El asunto es que si no la leíste asumiste que hay una serie de conocimiento, de formación de sus ideas, que no conocés, y estás en tu derecho. Cuando la abordás, tenés que saber que hay algo ahí que no sabés. Es alguien que interviene en los medios, es entrevistada, habla con Fantino, con Rebord y con Tulio Halperin Donghi. Sarlo es una escritora, una crítica literaria, y sus intervenciones están hechas desde ese lugar.
-Con tu pareja, la escritora y psicoanalista Alexandra Kohan, coinciden en que es un tiempo de autofiguración de los escritores.
-Nos leemos mutuamente y en casa se habla de todo, aunque yo tiendo a hablar mucho de fútbol. El discurso inaugural de la Feria es el lugar para plantear esto. Puedo tomar posición sobre una cantidad de cuestiones, algo que he hecho en muchos lados, pero también veo lo que pasa con las tomas de posición en general. Me pareció mejor hacer un movimiento de reflexión sobre lo que se escribe, lo que se escucha, lo que se lee y lo que no se lee. Porque hay un retroceso de la lectura con respecto a la escritura, ahí donde un lector habla de los textos ajenos y un escritor en estado de autopromoción constante.
-¿Hay un tabú a la hora de criticar a los autores argentinos?
-El género reseña se pensó históricamente como género de iniciación; después eras ascendido al artículo. Hace años se leían otras obras del autor para reseñar, ahora solo leen el libro que reseñan. Primer problema. Segunda cuestión: cada vez más la reseña en medios se ha corrido a la gacetilla editorial con los adjetivos elogiosos convencionales y no hay un desarrollo de lectura. Para tirar dos o tres elogios no necesitabas leer el libro ni desarrollar una lectura. Lo contrario de ese estado donde todos hablan bien de todos no es empezar a hablar mal, porque el enemiguismo es lo mismo que el amiguismo. En la crítica, aun en la periodística, tengo siempre la impresión de que lo que verdaderamente constituye un elogio de un libro, tan básico como la honestidad intelectual de hablar bien cuando te parece bien y mal cuando te parece mal, es desarrollar una hipótesis de lectura. Leelo y decí lo que te parezca en el modo que te parezca, pero lo que le da consistencia a un texto en el análisis crítico es el espesor de la lectura que se desarrolla. Incluso hay lecturas que son fuertemente elogiosas y si buscás un adjetivo de elogio no lo encontrás. Es la diferencia entre crítica literaria y publicidad.
-¿Qué opinás de las cancelaciones en el ámbito cultural?
-No estoy de acuerdo con esas estrategias, creo que están equivocadas. No las comparto. Además, han logrado instalar lo peor que se pueda instalar: el miedo.
-¿Creés que hay una especie de retroceso de los escritores varones o solo se habla menos que antes de sus obras?
-No lo sé. Espero que no. Sería una forma de discriminación que las mujeres no necesitan. Hay tantas mujeres que escriben tan bien, tanta literatura tan extraordinaria que están escribiendo mujeres. Sería una forma de desprecio a las mujeres, que no lo merecen.
-¿Como lector cuándo te das cuenta de que algo es buena literatura?
-Gran cuestión. Es clave marcar la diferencia con lo que sería una crítica de gusto. A diferencia del gusto, hay un criterio de valor que uno esgrime que excede lo puramente subjetivo, lo que no quiere decir que sea objetivo ni científico. Si hubiese un criterio que dijera lo bueno es esto, lo malo esto, no valdría la pena. Es un campo de disputa, y la disputa tiene que ver con qué concepción tenés de la literatura, cómo la entendés. ¿Es entretenimiento, es lenguaje, es estrategia de narración, es multiplicación de sentido, es representación de la realidad social, es una herramienta de concientización política?, ¿qué entendés por literatura? Según la concepción de literatura que pongas en juego, será tu criterio de valor, y eso es lo que vuelve interesante el debate.
-¿La literatura argentina actual es interesante?
-Sí. Me parece que en el estado de cosas de la literatura actual hay un elemento muy significativo, y es que se ha vuelto mucho más fácil publicar, económicamente. Lo cual, en principio, es muy bienvenido y una gran suerte, ya casi no había lector que no fuera también un escritor, y ahora no hay casi también un escritor que no sea también un editor. Nos resulta más difícil discernir qué nos puede interesar, qué les puede interesar a otros, qué puede valer la pena, qué nos parece bien. Todo esto se apoya en los criterios de lectura.
-¿Este año vas a publicar ficciones?
-No. Va a salir un libro muy particular para mí. Hay dos temas sobre los que nunca pude escribir. Los dos me los propusieron más de una vez y vi que no podía. Una especie de autorretrato, autobiografía de lector, y el otro es un libro sobre Boca. Y me di cuenta de la imposibilidad de escribir sobre ambas cosas, porque eran demasiado constitutivas para mí. Yo me hice de Boca más o menos a los cuatro años y aprendí a leer en el mismo momento; incorporé las dos cosas a esa edad y las dos cosas van a estar para siempre en mi vida. Otras también muy importantes van a estar para siempre, mi mujer, mi hijo, pero no estuvieron desde siempre. Yo no me acuerdo de mí como no lector y no me acuerdo de mí cuando no era hincha de Boca. O sea es mi vida entera. Y siempre sentí que estos dos elementos de mi vida eran tan constitutivos que no me daban ángulo para escribir sobre eso. No obstante este año me convencieron y escribí el libro sobre Boca.
-¿Y el de Ampersand?
-No pude, no puedo y no voy a poder. La colección es hermosa y la leo muchísimo. Leí el de Daniel Link, el de Tamara Kamenszain, el de Sylvia Molloy. Si no los leí todos, los leí casi todos. Me encanta y admiro lo que ellos fueron capaces de hacer y yo no: ver y pensarse como lectores. No pude y con el de Boca no podía hasta que pude.
-¿Llevás un diario?
-No, por lo mismo por lo que no puedo escribir para Ampersand. No escribo en general sobre mí, incluso en las novelas, aun cuando las novelas tocan mundos propios como podría ser mi colegio secundario en Ciencias Morales, la construcción narrativa me hace siempre tomar distancia de mí. Trabajo con materiales de mi historia, eso sí. Pero la idea de una perspectiva autobiográfica no me ha sido nunca estimulante. Para mí lo importante no es el tema, sino la forma; la forma que tiene el tema y aquello que la forma va a hacer con el tema, porque también lo constituye.
-¿Seguís usando tu cuenta de Twitter para debatir?
-Sí, aunque no emití un solo tuit propio; son todas respuestas. Vos entrás y es cero. No siempre el que tuitea advierte que lo que está haciendo es publicar un texto, y a veces, dos que traban conversación creen que están conversando como si conversaran en privado. En el carácter público que tienen los tuits, me parece muy bien que todos puedan tomar la palabra, todo el mundo me incluye a mí, yo también estoy en el mundo y si quiero tomar la palabra públicamente, no veo por qué no hacerlo.
-¿Te interesa el revuelo que se originó tras la muerte de María Kodama y la ausencia de un testamento?
-No tanto. La ley es la ley: reivindico muy fuertemente los derechos de autor y que se pague por el trabajo intelectual. Pero el que trabajó ya murió. Estoy a favor de la difusión y la circulación de la obra de Borges. Por ejemplo, repeler, perseguir y hostigar a quienes retoman a Borges y hacen ejercicios de escritura, o sea, son borgeanos, no es algo muy propicio para difundir la obra de Borges. No es solamente promoviendo contratos de traducción y asegurando la circulación de los libros como se difunde una obra; el modo en que una literatura es apropiada en la lectura y recreada en la escritura es un aspecto fundamental en la consolidación de una obra. Esto que digo lo aprendí leyendo a Borges.
-¿El Gobierno nacional o el porteño te ofreció algún cargo? Viste que algunos escritores dirigen instituciones estatales o conducen programas en medios públicos.
-No, no. Y no lo haría, no lo sé hacer. No sé dirigir. Y por la cantidad de horas que paso en programas de televisión, tal vez tendrían que pagarme.
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