Cautivó con su belleza y talento a los artistas de la escena porteña de los años ‘60; madre de la actriz Verónica Llinás, hoy es rescatada por una muestra en el Malba
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“Me voy a casar con vos”, le aseguró Julio Llinás a Martha Peluffo, al reencontrarse con ella en la galería Van Riel. La había visto por primera vez poco antes, al llegar de Francia en 1957, “bronceada, vestida de rojo, una señal de peligro”. “Bellísima, era la mujer más linda de Buenos Aires. Era la musa de todos los artistas”, recordaría el poeta casi medio siglo después, en una entrevista con Victoria Verlichak.
Se casaron en 1959, en una ceremonia religiosa en el Palacio de los Patos, según recuerda esta última en Martha Peluffo. Esta soy yo (Fundación Ceppa, 2007). Ilustra la tapa del libro un autorretrato de 1975 que la muestra desnuda, testimonio de aquella belleza irresistible, que en estos días integra la muestra Terapia en el Malba.
Muy distantes de sus trabajos abstractos previos, esas obras fueron realizadas por “la sorcière” (“la hechicera”, como le decían según Verlichak) tras su separación en el estudio de la “Casa de las brujas”: un petit hôtel sobre Lacroze 2101 que compartía con colegas. “La vieja mansión venida a menos con el tiempo se había convertido en un verdadero centro de artistas, y no solamente para aquellos que allí trabajaban o vivían -escribe Luis Felipe Noé en el prólogo-. Recuerdo muchas y muy divertidas reuniones músico-alcohólicas, en las que la casa desbordaba de gente”.
Entre quienes llegaron hasta allí se contó Cornell Capa, miembro de la Agencia Magnum y hermano de Robert Capa. Como parte de su misión de registrar talleres de artistas de América latina para el catálogo de la muestra The Emergent Decade, fotografió a Peluffo con su hija Verónica.
“Cuando ella murió yo tenía diecinueve años”, recuerda la actriz en el libro, que acompañó una muestra homenaje en el Centro Cultural Recoleta. Fue ella quien logró recuperar cuadros que habían quedado en Venezuela y Bogotá tras los frecuentes viajes de su madre, a quien define como “una artista que renunció a lo cómodamente correcto y decidió explorar en su tela y en su alma”.
Como resultado de esa exploración surgieron otros osados autorretratos, también exhibidos en el Malba, que integraron una memorable exposición en Rubbers en 1968: el color intenso de las pinturas, acompañadas por una instalación sonora, contrastaba con las paredes negras de la galería. “Había pasado dos años pintando muy poco, algo raro en mí -dice Peluffo, citada en Esta soy yo-. Fueron dos años de pérdida de tiempo, pero me hicieron mucho bien.”
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