Mario Sabato: “La casa de mi padre fue la única que en tiempos difíciles le abrió las puertas a Estela de Carlotto”
Hasta el 18 de diciembre el hogar de Ernesto Sabato exhibe una muestra fotográfica que pone la lupa en los lugares más recónditos de la morada del escritor
Sábado de primavera. Una casona de Santos Lugares, provincia de Buenos Aires. Desde afuera se ve una reja que separa la tranquilidad de un barrio a la hora de la siesta, de un jardín selvático y prolijamente descuidado. En ese patio un par de perros se entretienen corriendo a un gato y un hombre mayor, canoso y delgado se divierte con la escena mientras fuma un cigarrillo. Es Mario Sabato (70), cineasta e hijo de Ernesto Sabato, el escritor argentino que presidió la Conadep y creó obras como El Túnel, Antes del fin o Uno y el universo.
Mario está en la casa de su padre, en Langeri 3135, porque el 7 de noviembre inauguraron una muestra fotográfica a cargo de la fotógrafa Flavia Tomaello que suma encanto a las visitas guiadas que se ofrecen allí, y que estará abierta hasta el 18 de diciembre.
La casa es alta y conserva sus colores originales. Por fuera, blanco y maíz, baldozas blancas y negras y dos bancos de plaza. Por dentro paredes y muebles blancos y algunos detalles bordó en cajones y manijas. Al lado de la puerta está en pie el perchero con el piloto y el sombrero que usaba el escritor. Desde el recibidor, libros, cuadros y bibliotecas. La vivienda tiene dos escritorios: el primero más cerca de la calle y el segundo más cerca del patio. Fue el último el que el escritor usó durante la última dictadura militar pero es en el primero donde junto a una Remington reposa un cuadro con la leyenda "La desaparición de niños en Argentina es un problema de todos".
La casa también tiene un atelier, desde ahí se ve el patio donde habita la estatua de Ceres de Parque Lezama, la misma que aparece en los primeros capítulos de Sobre Héroes y Tumbas.
Con mucho esfuerzo y poca ayuda económica la casa revivió y así lo siente Mario, que con 70 años dice que respira ahí adentro el mismo aire que cuando tenía 15 ó 20.
-¿Por qué restaurar la casa?
-Mi papá quería que la casa se convierta en lo que es hoy. Nos pareció que iba a ser difícil pero fue mucho más de lo que pensábamos. La casa se enfermó con mi madre y se agravó mucho con el deterioro de mi padre. La casa se mimetizó con ellos. Había perdido alegría, vitalidad, creatividad y el tema era recuperarla no sólo restaurando muebles y paredes, sino restaurando también el espíritu y eso es lo que más nos interesó y creo que se logró.
-¿Qué siente al ver que el objetivo está cumplido?
-Para mí fue una carga pesadísima, era una obligación muy potente y conseguirlo fue como un triunfo íntimo, personal. Fue muy fuerte. Siempre entendí, y lo corroboré el día que mi padre murió, que yo lo compartía con mucha gente. El legado de mi padre era algo que debía cuidar, preservar pero sobre todo compartir. Por eso lo de la casa se hizo como una devolución.
-Para Ernesto Sábato la memoria era un tema muy importante. ¿Volver a abrir las puertas de esta casa es parte de ese legado?
-Él tenía muy marcado el respeto de la memoria, pero más que mantener viva la obra, con esto queríamos mantener vivo el recuerdo de las personas. Esta era una casa plena de vitalidad. Acá venían artistas consagrados y por consagrarse, periodistas, escritores, poetas, músicos. Era una casa muy creativa y eso es lo que había que recuperar.
-Sin embargo, Sabato tenía fama de ser un tipo serio y hosco…
-Por eso en la casa está presente el tema de la cuestión divertida. Un lector de mi padre asociaría su casa con la seriedad, la adustez, el gesto duro pero entre estos muros había alegría, sobre todo de mi madre. Había creatividad y risas. Esa memoria es la que quisimos conservar en esta casa abierta, esta casa que refugió a mucha gente. De hecho, esta casa fue la única que en tiempos difíciles le abrió las puertas a Estela de Carlotto.
-¿Cómo siente la casa hoy?
-Respiro mi casa como cuando tenía 15 ó 20 años. Cuando acompaño a la gente en las visitas veo que para ellos es una experiencia emocional fuerte. Los 24 de junio (el día en que Ernesto Sabato cumplía años) cuando mi padre vivía y mi madre estaba bien mucha gente sabía que la casa estaba abierta y el que quería venir lo hacía sin invitación. Llegaban desde famosos hasta estudiantes o chicos del barrio y yo veía la emoción. Y ahora siento que los visitantes sienten eso: el 24 de junio. Esa era la idea por eso no hay criterios museológicos.
-¿Qué recuerdos se le vienen a la mente cuando vuelve a estar en el patio de la casa?
-Cuando era chiquito, este es un barrio de trabajadores y todos mis amiguitos se juntaban acá. A mí me llamaba la atención y no tenía respuestas cuando me preguntaban ‘¿Y tu papá de que trabaja?’. Yo no sabía qué contestar. Hasta que un día contesté "de pensar", y hasta que no se hizo famoso era como un desocupado, porque ser escritor es un estado de la vida, del alma, de tener que decir cosas. Además, recuerdo que había un amiguito mío en el barrio que era hijo de ferroviario, pero los ferroviarios tienen aristocracia y plebeyos. Este era hijo de un maquinista, entonces era de la aristocracia, y cuando pasaba el tren y su padre sabía que estábamos jugando acá tocaba la bocina para avisarnos que había pasado. Ahí yo pensaba: 'Ese sí que es alguien importante'. La cosa cambió mucho cuando era adolescente y empezaron a ver que venían periodistas o famosos.
-Pero la fama también hizo que la cosa cambie durante la dictadura, ¿Cómo atravesaron esa época?
-La etapa de la dictadura fue durísima para toda la familia pero en comparación con lo que pasaron muchos amigos nuestros la palabra ‘duro’ queda grande. Fue una época de mucho miedo. Nosotros teníamos un sótano. Las amenazas a mi padre, mi hermano y a mi eran diarias, y cuando detectábamos el peligro obligábamos a mi padre a dormir en el sótano. Luego, en la época más dura nos ofrecieron irnos a Italia, nos habían conseguido departamentos y trabajo. Mi padre nos consultó si ir o no, y nosotros le dijimos que no porque era como darle una cachetada a toda la gente que tenía que irse y no podía, entonces nos quedamos.
-¿Por qué aún sin la ayuda suficiente se esfuerzan tanto en que esta casa permanezca abierta para la gente?
-Deseo que la casa siga. Mientras se pueda, que siga. Es una carga muy grande, hemos tenido ayuda del municipio de 3 de Febrero, también de la provincia, pero cuesta mucho y no nos alcanza con lo que nos dan. Sin embargo, con esperanza todo se puede. Me parecía imposible hacerlo así, que no me va a parecer imposible mantenerlo. En un país que va borrando todo el tiempo su memoria es importante que cosas así se mantengan. La vida de mi padre atravesó la mitad de la historia de nuestro país. Nació con el Centenario y murió cerca del Bicentenario. Como todos los países jóvenes borramos muy rápido, y si borrás rápido crecés muy despacio.
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