"Soy un objeto. Todo lo de la mesa puede utilizarse sobre mí. Asumo toda la responsabilidad, incluso si me matan", decía el cartel. Era el año 1974 y Marina Abramovic estaba a punto de entregarse, en una galería de Nápoles, a un público con más de setenta opciones a su disposición: desde un vaso de agua hasta un arma con una bala. Seis horas más tarde, la artista serbia terminaría semidesnuda, ensangrentada y llorando.
"El inicio de esta performance fue fácil -recuerda Abramovic en una charla TED-. La gente me daba el agua para beber. Me daba la rosa. Pero pronto hubo un hombre que tomó las tijeras y me cortó la ropa; luego tomaron las espinas de la rosa y me las pegaron en el estómago; alguien tomó la hoja de afeitar, me cortó el cuello y bebió mi sangre. Las mujeres les decían a los hombres qué hacer. Y los hombres no me violaron solo porque era una inauguración, había mucho público y ellos estaban con sus esposas".
Aquella acción fue una de muchas en las cuales se entregó a situaciones límite, durante una carrera que ya lleva casi medio siglo e incluye el prestigioso León de Oro en la Bienal de Venecia. Como la que realizó en 1980 con Ulay, su pareja en la vida y en el arte durante doce años, fallecido semanas atrás. Tres décadas antes de su conmovedor reencuentro en la retrospectiva del MoMA, demostraron juntos el poder de la confianza al tensar entre ambos un arco con una flecha que apuntaba al corazón a Abramovic: cualquier movimiento en falso podía matarla.
"Los seres humanos temen sufrir, sentir dolor, morir. Yo escenifico ese tipo de miedos ante una audiencia. Con esa energía, llevo mi cuerpo tan lejos como puedo. Y luego me libero de estos miedos. Soy tu espejo: si puedo hacerlo por mí, puedes hacerlo por ti", agrega la artista en la charla TED. "La única manera de cambiar la conciencia y el mundo que nos rodea es empezar con uno mismo", sostuvo en unmensaje de unión global ante la pandemia del coronavirus.
Para lograr ese cambio impulsa desde el Marina Abramovic Institute (MAI) su propio método, que compartió en Buenos Aires cuando participó de la Bienal de Performance en 2015. "Limpiando la casa" -título muy apropiado para estos días- es un taller de ejercicios destinados a calmar cuerpo y mente, superar los propios límites, desconectar de la tecnología y conectar con la intuición. "Un artista debe mirar dentro de sí mismo en busca de inspiración -dijo entonces-. Cuanto más profundo vea dentro de sí mismo, más universal se volverá."
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