Mariana Enriquez ganó el Premio Herralde con una "perturbadora" novela de terror ambientada en la dictadura
BARCELONA.– Un padre y un hijo viajan en coche de Buenos Aires a las Cataratas del Iguazú a comienzos de 1980. La tensión se respira en el aire, entre retenes militares, desaparecidos y terrorismo de estado. Pero no se trata de una huida hacia el exilio ni de un viaje turístico, sino de algo mucho peor. Aunque el padre quiera evitarlo y protegerlo, el hijo está llamado a convertirse en lo profundo de la selva en una suerte de médium de una Orden secreta que busca, con el auxilio de crueles dioses arcaicos, y mediante sacrificios humanos y rituales atroces, acceder a la vida eterna. Y eso que comenzaba como una suerte de road movie al cabo de más de 600 páginas deviene en una ambiciosa novela de terror, a caballo entre la selva misionera bajo la dictadura, el Londres psicodélico de los años 70 y Buenos Aires en los también oscuros años 90.
De eso trata Nuestra parte de noche, el manuscrito de la periodista y escritora Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) galardonado hoy por unanimidad con el 37º Premio Herralde de Novela, dotado con 18.000 euros. "Estoy contentínsimo con este premio, porque para mí Mariana Enriquez es una de las mejores escritoras que he leído en los últimos diez años. De ella ya hemos publicado dos libros de cuentos maravillosos, Las cosas que perdimos con el fuego y Los peligros de fumar en la cama, la sensacional biografía de Silvina Ocampo La hermana menor y ahora rematamos con este novelón impresionante", comenta entusiasmado el patriarca de Anagrama, Jorge Herralde. Y otro tanto afirma el jurado –compuesto por Lluís Morral, Gonzalo Pontón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y la editora Silvia Sesé– que elogia la obra por perturbadora y desmesurada, que trasciende el género fantástico o de terror para inscribirse en la estirpe de la "gran novela latinoamericana", como Rayuela, Cien años de soledad o 2666.
Agradecida y halagada, Enriquez explica la desmesura y la ambición de la obra: "Es una novela muy personal que tiene todas mis obsesiones", dice. "Dentro de lo que me gusta hacer a mí, que es género, también hay política, hay una pregunta por el poder, sobre la familia, y qué significa la herencia; también hay una pregunta sobre América Latina y sobre la explotación de los cuerpos", enumera la autora. "A través del género, yo puedo pensar estos temas mejor y con mayor lucidez", añade Enriquez que, de paso, confiesa su debilidad por el fantástico y el terror.
Aunque desarrollar una historia de terror en los años de la dictadura parece tener una lectura unívoca, Enriquez matiza ese juego. "No es una novela alegórica, es de género. La brutalidad de los rituales tiene un sentido dentro de lo que creen los personajes. Pero reconozco que eso tiene un reflejo y se puede hacer una lectura política sobre lo despiadado que puede llegar a ser el poder y hasta adónde puede llegar", explica. "Y también plantea una pregunta sobre la herencia, si es una condena o se puede cortar y comenzar una nueva historia", completa su reflexión, esta mañana, minutos después de conocerse su premio.
Entre las influencias, guiños y deudas que contrae con otros autores, Enriquez revindica no solamente grandes nombres de la tradición argentina como Borges, Arlt o Quiroga, sino también anglosajones más recientes como Neil Gaiman o David Mitchell. "Yo nunca concebí el género fantástico como evasión. La imaginación es una de las mejores herramientas para pensarnos", concluye.