María Fux, inmortal: decenas de mujeres despidieron a una maestra de la danza bailando en el Rosedal
La creadora de la Danzaterapia murió el lunes a los 101 años; esta mañana, más que un adiós, el encuentro en Palermo fue una fiesta; “la danza es de todos o no es de nadie”, creía
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Un domingo primaveral de agosto en el Rosedal decenas de mujeres de todas las edades levantan los brazos al cielo y cantan: “Dale alegría, alegría a mi corazón...”. Runners y ciclistas interrumpen su entrenamiento y las miran. ¿Por qué están tan contentas? Se abrazan, lloran, se ríen y sobre todo bailan. El velorio de María Fux es una fiesta. “Ella siempre amó la vida”, dice emocionada su nieta Irene Aschero, que heredó la dirección general del estudio. “La mejor manera de despedirla es danzando; sin discurso ni funeral”.
“Y ya verás, las sombras que aquí estuvieron no estarán. Y ya verás, que no necesitaremos nada más...”, suena Mercedes Sosa a todo volumen. Las herederas de Fux se agarran de las manos y forman un círculo que parece contener el legado de la pionera de la Danzaterapia. “Caló muy profundo en quienes tuvimos el lujo de conocerla”, dice María Goya entre lágrimas. “Ella me inició en el mundo de la danza. Me enseñó a sentir el poder sanador de la música y del movimiento. Abrió un canal de comunicación no solamente para quienes no tenemos dificultades para movernos, sino también para personas con discapacidad. Acá estamos para continuar con su legado”.
Inés Sanguinetti, la fundadora de Crear Vale la Pena, reconocida organización que ofrece formación artística a jóvenes de poblaciones vulnerables, recuerda el día en que Fux la llamó para felicitarla: “Fue un honor. Me dijo que siguiera, que lo que yo estaba haciendo era similar a lo que hacía ella”. Sanguinetti habla de Fux en presente: “María dice que la danza es de todos o no es de nadie. Concibe el movimiento como una herramienta central para indagar lo que sentimos, conocernos, entender quiénes somos; habilita el movimiento a personas con discapacidad, ancianos, personas con síndrome de Down, autismo. Rompió con algo brutalmente elitista. Vine acá a agradecerle su impulso y su visión sobre el derecho a bailar”.
En el mismo sentido, la escritora Betina Bensignor señala: “En sus clases todas bailábamos bajo la misma consigna: chicas con síndrome de Down, con espasticidad, mujeres de 87 años y profesoras de danza. Tuve el honor de acompañarla en la escritura de sus tres libros. Conocí su ocupación constante, más que preocupación, en dar herramientas para mejorar la propia calidad de vida”.
Basta caminar entre las alumnas de Fux para comprender que fue mucho más que coreógrafa y docente. “Era maestra no solo de danza, sino de vida”, dice la psicóloga Elizabeth González Montaner, que se está formando en danzaterapia. “Enseñaba a no quejarse, a tomar las circunstancias de la vida para crear”. Su nieta Irene Aschero también destaca la sabiduría de su abuela: “María siempre habló del “sí, puedo”. No importa cuáles sean mis límites físicos, ni psíquicos. Yo puedo danzar. No hace falta ser super flaca ni caminar en puntas. Ella creía en buscar el movimiento desde adentro y no desde la imagen. Por eso acá ves gente de todos los colores y tamaños. Eso es lo que ella buscaba, que todos disfrutaran del placer de danzar”.
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