María Fernanda Ampuero. “Mi pauta para escribir terror es darle una exageradita a la realidad”
Una sensación de devastación y de apocalipsis acompaña los libros de relatos de la autora ecuatoriana, invitada a la Feria LEER-Literatura En El Río, que mañana y pasado se realizará en San Isidro
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“Esta es la tierra de mis sueños”, dice a LA NACION la escritora y periodista ecuatoriana María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976), la única invitada internacional a la quinta edición del Feria LEER-Literatura En El Río, que tendrá lugar este fin de semana en el Centro Municipal de Exposiciones de San Isidro con el lema “lo tenebroso y lo espeluznante”. La autora de los celebrados libros de cuentos de terror Pelea de gallos (2018) y Sacrificios humanos (2021), ambos publicados por Páginas de Espuma, vivió en Buenos Aires hace veinte años. “Estudié literatura en Puán [en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA] con profesores maravillosos como Noé Jitrik, Tununa Mercado, Cristina Piña -recuerda-. Era otra la Argentina, yo era otra, todos éramos otros; nos caíamos a pedazos pero éramos jóvenes”. Años atrás, visitó Buenos Aires para dar un taller de crónica, invitada por su colega Cristian Alarcón. Esta es la primera vez que llega como escritora de ficción. Mañana dará una charla, a las 17.30, y una hora después leerá al público sus cuentos “Luto” y el sexualmente oscuro “Elegidas”.
Ampuero vive en Madrid desde hace varios años y trabaja como periodista para revistas como SoHo, Gatopardo, Yorokobu y Vistazo. “Me es difícil dedicarle el tiempo al periodismo de largo aliento como hago yo, y además me edita Leila Guerriero, con la que te salen unas crónicas maravillosas, pero ella te dice ‘ahora necesito que entrevistes a otras quince personas más’ -cuenta en la ronda de prensa en el Museo Pueyrredón, en San Isidro-. Entonces ahí tienes que entregarle tres meses. Al final del proceso te pagan quinientos dólares; es un montón de trabajo: hacer contactos, ir a la entrevista y a la otra y a la otra, desgrabar. Me encanta pero me exige mucho esfuerzo. Parezco muy extrovertida pero no lo soy. Como entrevistar me genera mucha tensión, lo preparo muy bien; siento que puedo controlar los nervios si sé más cosas del entrevistado”.
Aunque luego de publicar los libros de crónicas Lo que aprendí en la peluquería y Permiso de residencia lanzó otros dos de relatos, que cosecharon buenas críticas y lectores y se siguen reeditando, aún le parece raro presentarse como escritora. “Lo que soy es profe, colaboradora, columnista, entrevistadora, doy charlas -responde-. Creo que esa precariedad es tan brutal y pesa tanto que finalmente piensas cómo me voy a nombrar escritora si en realidad soy profe de escritura creativa, de pequeñas charlas monográficas sobre un tema, invitada a festivales y a ferias. No tengo esa pretensión”.
-Como narradora, ¿solo te interesa el terror?
-Es lo único que me interesa. Quiero ajustar cuentas con todo el hijueputismo del mundo que me ha hecho daño a mí y a mucha otra gente. Yo estoy viva, pero otros no a causa de ese odio, porque hay un chiquillo homosexual que se suicida, porque días atrás en España un chiquillo trans y su hermana se lanzaron por la ventana, ambos argentinos, por cierto. Eso no tendría que pasar. ¿Tiene sentido que esto pase? El único sentido es que hay odio. Quiero vengarme y, como no soy material para la cárcel, me vengo por medio de la herramienta con la que siempre he hecho todo, que es la palabra. La elección de los temas de mis crónicas siempre fueron a favor de las víctimas. Nunca creí en que el periodista tiene que ser equidistante. ¿No voy a ser subjetiva con la gente de la Amazonia ecuatoriana frente a Repsol? Estaría loca si fuera así.
-¿La literatura no permite trabajar desde la perspectiva del monstruo?
-Me cuesta más. Es una cosa que me han criticado, que la mía siempre es una literatura de la primera persona o del testigo, a favor de las víctimas. Me cuesta más ponerme en los zapatos del asesino, del violento, del homofóbico, del empleador que maltrata a sus trabajadores. Tampoco tengo una pretensión de cambiar las cosas, esa es una cosa de la masculinidad tóxica, de los escritores masculinos que sabemos quiénes son, los de la novela total, los que quieren que sus novelas sean como La montaña mágica [de Thomas Mann] y a los que les repatea que las mujeres estemos existiendo. “Pero, mijo, les dices, somos el cincuenta por ciento de la población, hemos estado al lado tuyo toda la vida, en la casa, en el colegio, en la facultad”.
-¿Hay una resistencia de los escritores al boom actual de escritoras en América Latina?
-Yo ni siquiera le llamo boom. Siempre ha habido un silenciamiento que ahora no permitimos. El silenciamiento del acoso sexual, de las violaciones, de que nos paguen menos, de que el hombre no se haga cargo de los niños. Todo eso se acabó con el #MeToo. No se leía a Elena Garro, a Clarice Lispector, a Alicia Yánez, no sé por qué no nos hacían leer a Hebe Uhart junto con Julio Cortázar, por qué solo a Octavio Paz y no a Elena Poniatowska. Ahí estaban las mujeres, escribiendo, ahí estamos. ¿Cómo puede ser que conociéramos a Juan Carlos Onetti y no a Armonía Somers, que no conociéramos a las mexicanas, a Amparo Dávila que es la madre de todas nosotras, que escribió un terror social y político como el que escribimos hoy? Nadie ha inventado nada, lo que ha cambiado es la mirada. Es ofensivo que digan que somos una moda; es ofensivo para los editores, como si fueran usureros que buscan escritoras hasta debajo de las piedras.
-¿Tu editor de Páginas de Espuma, Juan Casamayor, interviene en tu trabajo?
-Él interviene mucho no solo en mis libros sino también en mi vida. Sabe que soy muy insegura, dudosa de mí misma, que tengo el síndrome de la impostora muy fuerte. A veces eso me boicotea, pero me permite tener los pies sobre la tierra, me impide fascinarme con el oropel y saber que voy a volver a casa a comer lentejas. El lunes pasado comí con Juan y hablamos de mi vida, de su vida y del proyecto de libro que tengo sobre la muerte de mi padre, de cómo la orfandad a la edad que sea te hace replantearte la existencia. Fue una muerte muy particular, hace ocho años, en un hospital público de Ecuador con las condiciones infernales que te imaginarás que se viven allí. Esa sensación me ha acompañado en mis dos libros de cuentos, esa sensación de devastación y de apocalipsis. Ahora quiero escribir sobre eso.
-¿Será una autoficción?
-No, siempre relatos. En mis relatos hay cosas de autoficción, pero la gente no lo sabe, la gente cree que lo más mimético es lo biográfico, pero son las cosas más locas las que en verdad me pasaron, como en el primer cuento de Sacrificos humanos, “Biografía”, sobre un asesino en serie de inmigrantes. Ese discurso está tomando mucha fuerza en España, era muy importante para mí crear a un asesino de inmigrantes para hablar de otras cosas.
-Niñas y adolescentes son las protagonistas favoritas de tus cuentos.
-Esa edad de la pérdida de la inocencia es fundamental para mí, esa bisagra que te transforma en algo que no ibas a ser. Los personajes perciben pero no saben describir lo que les pasa y de lo que están hablando, lo que genera una tensión brutal, porque tú sabes lo que esas criaturas están viendo y el peligro que están corriendo. Soy la autora del coming of age, de la infancia a la adolescencia, y ahora a la adultez.
"El hecho de que creamos que un pobre es menos que nosotros, que un inmigrante es un intruso, o que una mujer no tiene derechos sobre su cuerpo, o que tus padres no te quieran porque eres gay, o trans o gorda o respondona, todo eso es espeluznante."
-¿Tienes un método para escribir?
-Mi pauta para escribir terror es darle una exageradita a la realidad, le cojo un zoom, o como dice Mariana Enriquez, le subo el volumen. Soy una rumiante. Me imagino como una vaquita con un montón de hierba en la boca y tú dices: “Pero no está haciendo nada, está mirando el espacio infinito, moviendo su mandibulita”. Trabajo así, estoy lavando los platos y estoy rumiando, estoy poniendo la lavadora y estoy rumiando. Cuando está superrumiado, me siento y ya hay un material, una sensación sobre todo. En ese proceso he llegado al tuétano de la sensación que quiero transmitir. Las escenas concretas no importan tanto porque la sensación, la atmósfera, lo tenebroso y lo espeluznante está trabajado.
-Los dos últimos son los ejes del festival.
-Todo lo que consideramos la otredad y la forma en que nos relacionamos con ella es tenebroso y espeluznante. El hecho de que creamos que un pobre es menos que nosotros, que un inmigrante es un intruso, o que una mujer no tiene derechos sobre su cuerpo, o que tus padres no te quieran porque eres gay, o trans o gorda o respondona, todo eso es espeluznante.
-¿El género del terror pasó de ser marginal a mainstream?
-Yo toda mi vida he amado el terror más que ningún otro género. El amor de mi vida literaria y cinematográfica es el terror. Lo he visto todo en cine, desde la basura más grande y más gore que puedas imaginar hasta las obras maestras de Brian De Palma o Stanley Kubrick. A Stephen King lo he leído como se lee un libro sagrado, a Shilrey Jackson y a los clásicos. Mi favorito de King es Carrie porque yo escribo desde la venganza; ella es mi animal totémico, me gusta la venganza de Carrie, con esa madre toda religiosa que es como ecuatoriana.
-¿Hay un terror a la ecuatoriana?
-Venimos de una literatura canónicamente masculina. No había nada que hubiera sido escrito por una mujer. Ecuador es un país extrañísimo porque es pequeño y con mucha desigualdad social. Los de clase media y alta tienen una actitud con el resto de la gente… Por ejemplo, creen que las personas indígenas tienen que quedarse calladas y servirlos, calladitas. Hay un clima de violencia soterrada contra las personas que son de otra clase, un clasismo racial muy fuerte que tal vez los argentinos no tienen. No sé si existe un terror a la ecuatoriana. Los mejores colegios son religiosos, donde se les enseña a las mujeres a ser serviles como la Virgen, donde te meten el miedo a Dios. O sea, el ingrediente maravilloso para un libro de terror.
-Muchas amigas escritoras recomiendan tus libros.
-Somos muy amigas con Mónica Ojeda, me encanta ella. Con Mariana Enriquez somos muy amigas y me pone feliz poder verla en Buenos Aires porque la vi muy poquito en Madrid. Soy muy amiga de todas; no tenemos ninguna pica ni ninguna envidia, ni nos pegamos como Vargas Llosa y García Márquez. Nos queremos, nos ayudamos. Una de mis mejores amigas de la vida es Gabriela Cabezón Cámara. La amo con todo mi corazón. Y a Samanta Schweblin, a Camila Sosa Villada, a Liliana Colanzi. Sororidad de escritoras. Todas nos leemos. No sé si eso pasa entre los escritores.
Un festival para aterrarse, abanico en mano
La Feria LEER-Literatura En El Río -organizado por la Secretaría de Cultura y Ciudad de San Isidro y con el apoyo de la Fundación Medifé- tendrá lugar sábado y domingo, de 13 a 20, en el Centro Municipal de Exposiciones de San Isidro (Del Barco Centenera 1014), con entrada libre y gratuita. “Es el festival literario que convoca más público por fuera de la ciudad de Buenos Aires -dice la secretaria de Cultura y Ciudad, Eleonora Jaureguiberry a LA NACION-. En la última edición participaron más de diez personas”. El intendente de San Isidro, Gustavo Posse, visitará LEER el domingo a la tarde.
“Asociarnos y pensar con San Isidro esta iniciativa de calidad es para nosotros la ocasión de democratizar la experiencia lectora y ofrecer actividades muy interesantes a la comunidad vinculadas con la promoción concreta de la experiencia de leer, que es abrir nuevos mundos, desplegar la imaginación y ofrecer vidas posibles”, señala Daniela Gutiérrez, gerenta de la Fundación Medifé, institución que suma un nuevo formato (el del festival) a su agenda de acción cultural.
El lema de 2023 -”lo tenebroso y lo espeluznante”- fue elegido por la importancia del género del terror en la cultura actual y porque es muy atractivo para los niños y adolescentes. “Es un festival en el que participan muchas familias con chicos; es nuestro modo de gestionar cultura”, agrega Jaureguiberry, que el domingo, a las 15.30, en el Auditorio, presentará con el escritor Martín Felipe Castagnet la edición 2022 de Antología del Premio Municipal de Literatura Manuel Mujica Lainez, con los diez cuentos finalistas, y las bases del certamen de este año, en el que se podrá participar desde el lunes. El jurado de la edición 2023 está integrado por Agustina Bazterrica, Juan José Becerra y Mercedes Halfon.
Además de Ampuero, que mañana, a las 17.30, se presentará en diálogo con la periodista Constanza Bertolini, participan de esta edición los escritores María Inés Falconi (que hablará sobre su libro para chicos basado en la leyenda urbana de la “dama blanca”) y Luis Pescetti, Dolores Reyes, Mariano Quirós, José María Marcos (en diálogo con Particia Kolesnicov); Gabriela Faillace y Luciano Saracino (quienes conversarán con Natalia Blanc mañana, a las 14.30 y contarán historias de ultratumba y de fantasmas), Luciano Lamberti, Esther Cross y Ricardo Romero (moderados por Matilde Sánchez), y Franco Vaccarini y Victoria Bayona, que revelarán algunas claves para crear historias de miedo. El domingo, a las 17, estará presente en la costa sanisidrense “la reina del terror”, Mariana Enriquez, que dialogará con la ensayista Sandra Gasparini, fan del género y, como tantos otros, de la autora.
“Es un gusto que este año la feria LEER haya tomado como temática el género terror y todo lo que lo rodea -dijo Enriquez, que se apresta a debutar en el Teatro Coliseo el jueves próximo-. Será un placer estar conversando sobre ese tipo de literatura que está en un gran momento. También me parece importante que la feria haya invitado a escritores con libros dirigidos a un público adulto, ya que sobre todo es un género para adultos, pero también a escritores con títulos para niños y adolescentes, porque hay, por supuesto, una especialización en chicos que viene de los cuentos de hadas hasta hoy”.
Igual que los organizadores del encuentro, la autora de Nuestra parte de noche lamentó la muerte de la actriz María Onetto, que iba a leer cuentos de terror este sábado a la tarde. “Es una enorme pena; era una talentosísima actriz -expresó-. Todos vamos a estar pensando en ella. Lo que le ocurrió nos tiene que ayudar a reflexionar sobre cómo hablamos, pensamos y manejamos el tema de las enfermedades y los trastornos mentales”.
Con un cóctel (o un licuado) de humor y terror, Luis Pescetti se presentará el domingo a las 16 en el Auditorio y, a las 18, dará un concierto. “Voy a hablar con Natalia Blanc y la gente sobre los miedos; ellos me cuentan sus miedos y yo les recomiendo medicación -bromea el escritor y músico-. Después daremos el recital con la banda”. Para Pescetti, la Argentina y México son los dos países de América Latina donde los niños tienen mayor participación en el mundo de la cultura. “Un tema muy fuerte para mí es que hay una franja de chicos de siete a doce años que, durante la pandemia, empezaron a ver series y a leer libros de chicos más grandes, y se perdieron de las cosas de su edad -dice-. No hay quien cuente las historias, los miedos y las experiencias de esos chicos”.
Y se soplarán velitas, porque mañana a las 15:30 la Librería Notanpuan festeja sus cuarenta años de vida con una charla entre los libreros Fernando Pérez Morales y Milagros Pérez Morales, padre e hija. Además, se exhibirán retratos de escritores contemporáneos hechos por el fotógrafo Alejandro Guyot. “Será como ver a todos los que tenemos en las bibliotecas”, dice la coordinadora del área de Literatura de la Secretaría de Cultura y Ciudad, la escritora Camila Fabbri.
Por supuesto, habrá una feria de libros de un centenar de editoriales que fueron invitadas sin cargo a participar y que se distribuirán en dos carpas (una con libros para adultos y otra para niños y adolescentes), actividades permanentes para chicos de todas las edades (un campamento literario, una posta de sellitos monstruosos y una posta de disfraces de terror) y un patio de comidas para hidratarse y reponer energías.
La programación detallada se puede consultar en este enlace.
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