Margarita de Dinamarca, 50 años en el trono de una reina pintora, políglota y fumadora, y su lado B en el cine y el teatro
Figurinista e ilustradora, cumple medio siglo como cabeza de su país con un relevo asegurado gracias a sus dos hijos y ocho nietos
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Hoy Margarita de Dinamarca cumple 50 años como soberana de su país, pero a punto estuvo de no ocupar el trono, que iba a ir a parar directo a su tío Canuto. No era su destino: la ley no se lo permitía por ser mujer. Hicieron falta dos parlamentos y un referéndum para aprobar que Margarita Alexandrina Thorhildur Ingrid pudiera convertirse en heredera. La mayor de las tres hijas de Federico IX llegó al mundo una semana después de que la Alemania nazi invadiera Dinamarca y tras ella llegaron Benedicta y Ana María —hoy esposa de Constantino de Grecia—, pero ningún varón. Eso hizo que, según ascendió al trono en 1947, Federico quisiera dejar bien atado que su primogénita, de entonces solo siete años, se convirtiera en su heredera. Le costó un buen tinglado constitucional y casi seis años de batalla legal.
Entonces, a Margarita le faltaban aún más de 20 años para convertirse en reina. Disfrutó de sus días de princesa heredera, de sus primeros tiempos, de su matrimonio y sus hijos. El francés Enrique de Monpezat no era una apuesta común para un consorte, pero fue la que ella misma decidió. Juntos tuvieron dos hijos, un número relativamente bajo para una reina. Pero los dos fueron varones. Y los años han dejado ver que la monarca no siempre lo ha tenido fácil con los hombres de su familia.
Si a su marido Enrique no le gustaba el título de príncipe (siempre anheló el de rey consorte) ni su papel de segundón —razones por las que incluso se mudó a Francia durante décadas para escapar de la corte—, las tensiones se dispararon cuando llegaron Federico, el hoy heredero, y Joaquín. Con el primogénito todo fue bien hasta la llegada de Mary Donaldson, su mujer, con la que la reina tardó un largo tiempo en conectar. Con Joaquín se repitió el patrón del padre: la complicada gestión de considerarse un hermano florero, un verso suelto y, sin embargo, siempre observado.
Margarita, que lleva entre sus nombres también el de Thorhildur, que literalmente significa guerrera de Thor, ha luchado contra las tensiones familiares internas y ha logrado, sin embargo, convertirse en una reina amada, que sabe cómo mostrarse cercana ante su pueblo. Por su 80º cumpleaños, celebrado hace menos de un año, no dudó en mostrarse en camisón en unas instantáneas en las que los empleados de palacio le cantaban a distancia. O, cuando hace cuatro años murió su marido —que pidió expresamente ser incinerado, rompiendo la tradición de que lo entierren con la monarca en su tumba de tres millones de euros—, ella declaró: “Nos queríamos mucho. Fue un amor realmente apasionado por ambas partes”. Unas sorprendentes declaraciones tras 40 años de matrimonio por parte de una figura reinante, que también confesó que le resultó “abrumador” ver cuánto le importaba Enrique a su pueblo, pese al carácter esquivo y caprichoso del consorte. “Me habría gustado que mi esposo experimentara un poco de toda esa simpatía”, llegó a decir. Pero en Dinamarca nadie se quejó por su lamento.
Pese a sus tensiones familiares, esta exfumadora empedernida, que dejó el tabaco en 2006 de forma pública, pero en privado no lo ha hecho jamás, ha formado un clan con ocho nietos que garantizan el relevo al trono y a quienes ve a menudo. Aunque es sincera: “Definitivamente, no soy la mejor abuela del mundo”, contaba a un diario sueco en 2019. “Creo que es maravilloso que las madres y abuelas abracen mucho a los niños. Yo no soy tan buena en eso”. Y remataba: “No poseo ningún tipo de paciencia angelical”. Pero nadie en su país recibe esas ideas como otra cosa que no sea una valiosa muestra de su sinceridad y su carácter.
Otra de las dicotomías que tan bien la caracterizan está en su formación y sus gustos. Fue educada en Cambridge, Londres y la Sorbona, estudió Ciencias Políticas, Economía y Arqueología, habla cinco idiomas a la perfección... pero lo que le interesa son los trabajos manuales. Bajo el pseudónimo de Ingahild Grathmer, Margarita ha escrito relatos y traducido e ilustrado libros (entre ellos, la versión danesa de El señor de los anillos), adora bordar (hace años cosió una funda para un bolso de su nuera Mary) y ha diseñado vestuarios para obras como Los cisnes salvajes, en 2009, donde interpretó un pequeño papel de campesina, el ballet El Cascanueces, en 2017 o, recientemente, para la película de Netflix Ehrengard. Sus pinturas y bordados han sido incluso expuestos en museos.
Hace 10 años, cuando cumplía 40 en el trono, Margarita concedió multitud de entrevistas, ofreció una gran fiesta de gala con otros monarcas y príncipes europeos y se dio un baño de masas con un paseo en carroza por las calles de Copenhague. Este Jubileo de Oro tendrá que ser más discreto para Daisy, como la llaman cariñosamente en familia, incluso en otras casas reales. Ha concedido una gran entrevista para la que 18 daneses han acudido al palacio de Fredensborg a hacerle preguntas en persona, y donde se ha dejado interrogar acerca de sus privilegios (está muy al tanto de ellos, como lo estaban sus padres, y trata de inculcarles esa misma alerta a sus hijos y nietos), sobre si le gusta cenar viendo la tele (es partidaria de separar ambas actividades) o cuándo se bajará del trono. A esto último contestó que no lo hará porque, como declara siempre que tiene ocasión, el suyo es un servicio público que durará hasta su muerte. Aunque le gustaría más bordar.
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