Marcel Duchamp y después
ESTETICA DE LA INCERTIDUMBRE Por Jorge López Anaya (Fundación Federico Jorge Klemm)-116 páginas-($ 18)
LA ubicación de las que en otro tiempo fueron las bellas artes se ha modificado, sin duda, en el contexto cultural del presente diseñado por la sociedad de masas, el mercado, los medios de comunicación electrónicos, la informática. La larga tradición del arte occidental (que había pasado por la construcción de las catedrales medievales, por la creación de la pintura de caballete en el Renacimiento y por la eclosión a partir de la cual el arte cobró su moderna autonomía, a fines del siglo XIX) ya había quedado atrás a principios del siglo XX. Frente a la construcción acelerada del mundo moderno, a la expansión de las máquinas, a la confianza en un futuro de certezas y en un progreso basado en el poder de la razón, el arte generó entonces nuevas respuestas, que fueron principalmente de dos tipos: celebratorias, como el futurismo y el constructivismo, y críticas, en especial de la racionalidad, como el dadaísmo y el surrealismo.
Una figura central dentro de la vertiente crítica, y una de las más importantes para el arte de los últimos tiempos, es la del autor del Gran Vidrio , Marcel Duchamp, creador de los ready-made y de conceptos como "retardo" y "acto creativo". La última publicación de López Anaya, Estética de la incertidumbre. El arte después del fin del arte , tiene como columna vertebral el "efecto diferido" (noción historiográfica que "explica la acción de una obra, de una tendencia o de un artista, sobre creadores muy posteriores") de los hallazgos del artista, es decir, la influencia "retardada" que su obra tuvo sobre el arte de la segunda mitad del siglo XX. El autor, que inauguró en los años ochenta la cátedra de arte argentino contemporáneo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que publicó -entre otros libros- Historia del Arte Argentino y Arte para un tiempo sin dioses y es colaborador permanente de este diario, considera en este volumen (en el que se reúnen textos compuestos en ocasiones distintas, entre 1989 y 1997) el importante papel que jugó Duchamp en la escena del arte, una escena que se fue volviendo paulatinamente más compleja y que obliga hoy al espectador a modificar su mirada frente a las obras.
López Anaya sostiene que del arte actual, que comienza en 1951 -de manera simbólica- con las "White paintings" del artista americano Robert Rauschenberg, surge un nuevo paradigma: el del objeto ambiguo. Esa ambigüedad lleva al espectador a asumir un papel activo, ya que es él quien debe llevar a cabo un ejercicio de reflexión para resolver el enigma que la obra artística le propone. En el corazón de esta operación se hallaría el goce estético, el goce de la "estética de la incertidumbre" que da título al volumen. La interpretación no dependería entonces de un código de normas prefijadas sino de la mirada de un espectador partícipe, que no puede ser sin embargo una mirada inocente, ni desinformada.Una de las principales funciones de este libro es, justamente, la de ofrecer claves de apertura para comprender los movimientos y las obras singulares que surgieron a partir de mitad del siglo XX en adelante.
La modernidad puede caracterizarse como una "edad crítica". Así la llama Octavio Paz, quien dedicó también un excelente ensayo, Apariencia desnuda , a la obra de Duchamp, particularmente atraído por la concepción del artista, que ponía de relieve la "idea subyacente" en la obra artística en desmedro de lo que él llamaba "arte retiniano", es decir un arte cuya función se reduce a un simple regodeo epidérmico. En esa concepción se interesa, a su vez, López Anaya, que comienza el recorrido de su libro con la "Idea como arte" y señala cómo, en distintas épocas, la actividad artística indujo a los artistas y a las tendencias a replantearse el concepto mismo de arte. Clasifica luego las ramificaciones surgidas a partir de planteos conceptuales desde los lugares en donde se originaron, por lo general en Estados Unidos y Europa: anti-form , arte povera , body-art , land-art , performances , etc. En algunos casos cita ejemplos de artistas argentinos.
Lo que se llamó "la desmaterialización de la obra de arte", que consistía en salir de los medios habituales (pintura y escultura), cuya vitalidad estaba en muchos casos terminada, y alejarse de los códigos del mercado, también tuvo su germen en Duchamp, dice López Anaya. El libro evoca además otras tendencias que han estado en la avanzada (como la obra de Joseph Beuys, la Transvanguardia y el Anacronismo, los simulacionistas) y analiza la situación que dio lugar a los nuevos lenguajes artísticos. Según López Anaya, la idea de "lo nuevo" y la vertiente crítica han terminado por asimilarse en la cultura actual globalizada y homogeneizante. Apoyándose en Baudrillard, observa cómo los museos son en muchas partes un lugar de consumo más de la sociedad de masas.
El subtítulo El arte después del fin del arte es provocativo, pero quedaría una mayor polémica pendiente al respecto.
La postura de López Anaya en Estética de la incertidumbre es la del estudioso que conoce a fondo todos los temas hasta sus mínimos detalles. El se ubica en un lugar de imparcialidad para ofrecer un panorama exhaustivo. Queda a cargo del lector la tarea de indagar y profundizar en los temas de su predilección.