Mapas de un mundo flotante
Por Laura Cardona
Phoenix
Por Eduardo Muslip
Construida en medio del desierto, en la ciudad estadounidense de Phoenix cada cosa parece estar bien demarcada y diferenciada, aunque finalmente gana la percepción de que todo es más o menos lo mismo. En ese ambiente propicio para la melancolía en la que suele sumergirse el protagonista, los fantasmas de los que no están tienen menos peso que las nuevas amistades. Para conjurar esa ausencia, y porque el narrador no quiere estar sólo atento a la materialidad del presente, escribe, guiado por una ley azarosa, asociativa, imprevisible.
De los relatos que componen Phoenix , de Eduardo Muslip, los tres primeros ("Maribel", "Diciembre" y "Paraguay") tienen por escenario la ciudad del título. El cuarto ("Air France"), publicado en Internet en 2008, es el único que no pertenece a esa serie. Sin embargo, el narrador y protagonista comparte características comunes con el de los relatos precedentes: una particular relación con la pérdida y una vocación especial por los mapas. Al niño de "Air France" -que duerme con un globo terráqueo-, le regalan un planisferio de la compañía francesa, que lo fascina. Como quiere conservarlo y cuidarlo, lo afirma en la pared de su cuarto con cinta adhesiva, pero se despega y comienza a romperse. Desesperado, y sin poder quizá soportar su progresiva destrucción, lo desgarra en miles de pedacitos, ante la mirada asombrada de su madre. Presa del temor a sentirse rechazado y atrapado por las personas y los objetos, siente alivio cuando la madre se va y confirma que él también puede salir por esa puerta. Así como en el mapa de Air France las líneas de los vuelos marcan trayectos y destinos, en los tres primeros relatos se trazan mapas humanos a partir de los itinerarios personales. Se trata, sin embargo, de una cartografía precaria. El universo del narrador de Phoenix parece tramarse con líneas de fuga; es un mundo de relaciones transitorias, prontas a terminar como comenzaron, sin mayores explicaciones.
Llegado a esa ciudad hace cinco años, el protagonista cursa un posgrado de español y enseña la lengua a principiantes de la universidad, al igual que Maribel, la caprichosa y consumista latina nacida en Nueva York que ocupa la atención del primer relato. "Diciembre" se desplaza un poco más a Buenos Aires, al departamento que comparten el narrador, su novio Juan y Sergio con sus dos parejas sucesivas: Victoria y Nina. "Paraguay" tiene como eje el recuerdo de Leandro, un paraguayo que vivía en Buenos Aires, que tuvo una fugaz relación con el protagonista antes de mudarse a Atlanta con su novio Mark. Están también las compañeras y los alumnos del posgrado. Los relatos se tejen entre Buenos Aires y Phoenix, en el vaivén entre el presente y el recuerdo. El narrador, como flotante, siente que su lugar no le corresponde del todo, tiene el corrosivo presentimiento de que hay algo malo en lo que hace y que en el futuro seguramente habrá resta, pues está destinado a la pérdida. Hay un desajuste entre lo que piensa y lo que sucede, como si llegara siempre tarde, o nunca estuviera en el lugar exacto. Esta incomodidad deriva en escenas cómicas, ridículas, patéticas o tiernas. Los personajes son estudiantes, turistas, jóvenes y no tanto, relacionados afectivamente con el narrador. Todos están por viajar y quedarse a vivir en alguna parte, en cualquier continente. Tienen trabajos transitorios, se mudan de una habitación a otra; no hay marcas personales en esos escenarios anónimos. "El cuarto parece estar diseñado para cuando alguien sale de él y apaga la luz."
Sostenida en minuciosos, encantadores y agudos procesos reflexivos de alguien que observa sin ser visto, la prosa de Phoenix confirma aquello que Daniel Link escribió hace años: los cuentos de Muslip son inteligentes y conmovedores, delicados y sólidos. Cada vez mejores, cabría agregar.
© LA NACION
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