Manuscritos encontrados en un desván
Dos cuadernos de tapa bordó, manuscritos con una caligrafía nerviosa y fluida, fueron hallados por el escribano Luis Bollaert hace unos años entre sus papeles de familia. Descubrió, para su sorpresa, que correspondían al Diario , jamás publicado, de un viaje fabuloso emprendido por su tatarabuelo Lucio V. Mansilla en agosto de 1850, cuando tenía sólo 18 años.
¿Por qué una familia encumbrada de la sociedad porteña decidiría enviar al hijo primogénito (que hasta entonces no había visto ni siquiera la cercana ciudad de Montevideo) a una insólita aventura que lo llevaría primero a la India y a Egipto y luego a varias de las principales ciudades europeas? Las razones parecen haber sido varias y complejas. Lucio V. daría cuenta de algunas de ellas en la extensa causerie : "¿Por qué??", en otras causeries y también en sus Memorias : amores inconvenientes fuera de su clase social, lecturas de Rousseau (más inadecuadas aún, conceptuaba su padre, para quien era sobrino de Juan Manuel de Rosas), y quizá sobre todo (como se percibe en estos manuscritos), la preocupación por el destino de un hijo inclasificable, que parecía inepto para profesión alguna, aunque ya era hora -según los cánones de la época? de que se comportase como un adulto.
Desdeñados más tarde por Lucio V. (quien los mencionaría en Recuerdos de Egipto , como "páginas insulsas e imperfectas"), los dos cuadernos -uno, borrador; el otro, transcripción en limpio del primero, aunque incompleta- son empero, desde nuestra óptica contemporánea, un documento precioso. Aunque está lejos de aparecer en ellos el gran escritor de Una excursión a los indios ranqueles (1870), emergen, en cambio, las condiciones de posibilidad para que ese escritor existiera. Acaso, de no haber sido visto él mismo como proveniente de una nación "salvaje" por los arrogantes europeos de Calcuta, no hubiera podido concebir su original perspectiva reivindicadora sobre los indios argentinos, como prójimos y como sujetos culturales. Disfrazado de gaucho con grandes bigotes en una fiesta de la comunidad británica, Lucio tiene la oportunidad de ser, en carne propia, "el otro cultural", ante quien los "civilizados" sonríen. Tampoco se escapan a su mirada, ya capaz de fuerte ironía crítica, las humillantes condiciones serviles a las que los indios de la India viven sometidos, por obra del Imperio de la Reina Victoria.
Si bien el viaje no convierte a Lucio V. en el sagaz y responsable comerciante que tal vez deseaba el General Lucio Norberto Mansilla, lo vemos crecer y madurar a lo largo de su Diario . El niño mimado, que se marea continuamente durante el interminable trayecto marítimo y expresa una desgarradora nostalgia por su madre, padre y hermanos, aprende a soportar los malestares físicos, mitiga el aburrimiento con la lectura y el aprendizaje del inglés, y afronta el silencio de largos meses sin una noticia de los suyos.
Quien vuelve es ya un hombre joven que no ha visto en vano la diversidad de las culturas. Seguirá viajando por las geografías y los libros después de haber constatado con los propios ojos que el mundo "se conoce por los extremos".
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