Manuscrito. Una reacción frente a lo inexplicable
Anoche un Boeing 787 de Air France, escoltado por dos cazas, fue obligado a aterrizar en la base McGuire de Nueva Jersey. Había dado un código erróneo a la torre de control del aeropuerto JFK, que alertó de la situación. Aún hoy continúan interrogando a los 243 pasajeros y a la tripulación que viajaba en el vuelo. Mañana, el equipo de militares, científicos, matemáticos y psicólogos que por estas horas se devana los sesos tratando de explicar lo inexplicable sumará a autoridades religiosas de todos los credos para consensuar que no es posible que haya sido el diablo el que metió la cola. Mientras tanto, el presidente espera que le digan cómo justificar que este avión retenido ahora en un hangar es idéntico a aquel que el 10 de marzo de 2021 salió de París y llegó a Nueva York después de atravesar un cumulonimbus antológico, exactamente con las mismas cosas y la misma gente a bordo. Después del susto, el 11 de marzo todos siguieron sus vidas; ciento seis días más tarde podrían encontrarse cara a cara con una versión distinta de sí mismos.
Hoy es viernes 25 de junio de 2021, aquí y también en el relato de Hervé Le Tellier. Su novela La Anomalía (Seix Barral) despabila, entretiene, intriga. “¿Cómo reaccionarías ante lo inexplicable?”, cuestiona la faja roja que indica que por este libro el autor obtuvo el premio Goncourt 2020. Más allá de la estrategia de venta, la pregunta no le llega al lector en cualquier momento: la sensación de que “hay una moneda en el aire”, que todavía no cayó ni en cara ni en ceca ni de canto, es bastante contemporánea a este larguísimo año de pandemia. Y si es puro material de la ficción la hipótesis de una “fotocopiadora” capaz de duplicar en el cielo a un avión con todos sus pasajeros y tripulantes –y a cada uno de ellos con sus historias y sus recuerdos–, la realidad que nos atraviesa no hubiera sido mucho más creíble antes de aquel diciembre en Wuhan. Convertidos por la fuerza a la virtualidad como estamos, qué pasa si nos proponen pensar que cada uno de nosotros es un ser virtual. “¿Qué cambiaría? Simulados o no, vivimos, sentimos, amamos, sufrimos, creamos y moriremos dejando nuestra huella, minúscula, en la simulación”, dice la misma científica que unas páginas antes gritaba: “¡Me niego a ser un programa!”.
Literatura y matemática son componentes claves en el ADN de este referente del grupo de experimentación narrativa Oulipo. Con ese conocimiento Le Tellier escribió La anomalía –el título también es muy actual– entre 2018 y 2019. Las líneas que describen el protocolo de crisis que puede perturbar el tráfico aéreo no habrían incluido al coronavirus como ejemplo de una “epidemia fulgurante de tipo aérobico” si el francés no hubiera corregido su texto en 2020, ya con el covid paralizando el mundo. Pero no es el virus la razón por la que se encendió la alerta en nuestro ayer de la narración.
“¿Cuántos relatos simultáneos puede aceptar un lector?”, se pregunta Victor Miesel, escritor que en la ficción redacta “La anomalía” (el libro adentro del libro). Es imposible no pensar en la serie o la película que esta novela deja servida sobre la mesa. ¿Quién podría interpretar al asesino a sueldo? ¿Y al presidente que mira con la boca abierta como un enorme mero de peluca rubia? ¿Harían un cameo Xi Jinping y Emmanuel Macron? Para el papel del probabilista con pinta de antihéroe hay tres sugerencias expresas en el texto: dice que parece un John Cusack flácido, un Keanu Reeves con alopecía o el Tom Hanks de Forrest Gump. La experiencia de esta lectura no sería igual de vertiginosa ni tan inteligente sin el humor, engranaje del que el autor se vale tanto como de los fundamentos científicos o los códigos de la cultura pop. Para relajar la preocupante manía de querer explicarnos hasta lo inexplicable, me quedo con los pasajeros bailando un tema de Ed Sheeran, “So tired of being me”, en un caluroso hangar bañado de incertidumbres. “Tan cansada de ser yo”, ya puedo imaginar la escena en una pantalla.
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