Manuscrito. Música, sexo y un trágico olvido
Erwin Schulhoff, compositor y pianista premiado, combatió en la Primera Guerra Mundial y murió en un campo de concentración
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Todo empezó en el canal Allegro: un concierto de solistas de la Filarmónica de Israel que interpretaba obras de cámara poco conocidas de tres compositores; dos de ellos, celebérrimos: Mozart y Beethoven; el tercero, Erwin Schulhoff, había sido casi olvidado después de su muerte en el campo de concentración de Wülzburg, en Baviera, en 1942.
Apenas terminó la emisión, busqué a Schulhoff en YouTube. Lo primero que encontré me sorprendió: la cantata Manifiesto comunista, de 1932, con textos de Karl Marx y Friedrich Engels.
El futuro compositor había nacido en Praga en 1894, en un hogar acomodado. Fue Anton Dvorak, el gran músico checo, compelido por la madre de Erwin (éste era un niño), quien, tras un breve y riguroso examen, le dijo a la ansiosa progenitora que el chico tenía mucho talento y debía formarse.
Schulhoff cursó estudios de piano y composición en Praga, Viena, Leipzig y Colonia. Ganó dos veces el premio Mendelsohn: por piano, en 1913; y por composición, en 1918. Durante la Primera Guerra Mundial, combatió en el ejército austrohúngaro y fue herido dos veces. Los años veinte serían los dorados de su juventud berlinesa, de su crecimiento artístico al ritmo del jazz y de la prédica irracionalista e iconoclasta del movimiento dadaísta.
La llegada del jazz con las tropas norteamericanas conmocionó la vida europea. Schulhoff pensaba que era la música de aquel presente y del futuro. Compuso ragtimes, blues, charlestons, y los insertó en obras de estructura clásica. En su Suite para piano 5 Pittoresken, de 1926, cuatro de los cinco movimientos eran de jazz, pero en el tercero, “In futurum”, cuya duración era de 1′ 28′', sólo se oía el silencio. Así, el músico checo se adelantó 33 años al famoso 4′ 33′ (1952) del norteamericano John Cage, en el que silencio se prolongaba el tiempo indicado en el título.
En un sentido no musical, la más audaz de las obras de Schulhoff es la Sonata Erótica: una performance en la que una actriz debía emitir los gemidos, grititos de admiración, placer, y sorpresa, de un orgasmo, siguiendo el ritmo fijado por el compositor. Donna Summer avant la lettre. En YouTube, di con una divertida versión en video, interpretada por una integrante de Ebony Band (1994). Solo se escuchan, tras el clímax, los sonidos del agua con la que la “suspirante” se higieniza en una palangana; y, más tarde, un chorro de orina que centra en un orinal.
Las obras de más éxito y calidad de Schulhoff son las de cámara como Hot Sonata para saxofón alto y piano, Cinco estudios de jazz para piano; y Concierto para piano y pequeña orquesta. En 1925, terminó su Sinfonía Nº 1, de tendencia clásica, muy bien recibida. En la Segunda sinfonía, neobarroca, se escuchaba un banjo, algo raro en una sinfonía de esa época. Sus últimas cuatro sinfonías son del período comunista. El músico dedicó la Tercera a los huelguistas de Eslovaquia; la Cuarta, a los combatientes de la Guerra Civil Española. La Quinta fue la más cercana al realismo socialista. La Sexta fue llamada Sinfonía de la Libertad, terminada cuando ya era prisionero de los nazis. Schulhoff compuso una sola ópera, Flammen (Llamas), Don Juan en versión surrealista, de 1932; el año de su conversión al comunismo y del Manifiesto.
Con el nazismo, su condición de judío y militante comunista lo obligó a trabajar en el anonimato y la clandestinidad. Él y su familia adoptaron la nacionalidad soviética para obtener pasaportes y visas de la URSS. Cuando los tuvo, en vez de escapar de inmediato, dejó pasar una semana. En ese lapso, Hitler invadió Checoslovaquia. Schulhoff fue arrestado. El 18 de agosto de 1942, murió de tuberculosis en el campo de concentración de Wülzburg.
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