Manuscrito. Canciones y fotografías contra los prejuicios
Una evocación de Jorge Yuchark, rector del autor en su escuela secundaria, y dos recomiendaciones: Señales en el río, el disco debut de la docente y escritora Mónica Carozzi. y el Proyecto Calle, dirigido por Jorge Mazzinghi.
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Hace poco me enteré que Jujo, un compañero de la escuela de mi hija Lulú, es el sobrino-nieto de Jorge Yuchark, el rector de mi escuela secundaria. A Jorge lo conocí a mis seis años, cuando era uno de los profesores de Educación Física del Instituto Santa María del Buen Aire. O sea que lo vi semanalmente entre 1985 y 1991. De los últimos años de la primaria, recuerdo largas charlas de fútbol (y de la vida) en los primeros asientos de los micros de Pontoriero, con las bolsas marineras llenas de pelotas de fútbol y rugby como escenografía, camino al campo de deportes. A principios de séptimo grado, nos enteramos que la escuela abriría el secundario y que Jorge sería el rector. Supongo que para él no sólo sería un nuevo desafío laboral, sino también una especie de aventura. Así que a partir de 1992, nuestros encuentros semanales pasaron a ser diarios.
En esos cinco años, Jorge fue un gran rector. Recuerdo que muchas veces entraba al aula y nos contaba anécdotas personales. Por ejemplo, que Alejandra, su esposa (que también fue nuestra profesora de contabilidad), había sido fundamental para que él se recibiera. “Antes, nos juntábamos ‘a estudiar’ y nos pasábamos jugando al TEG toda la noche”, nos decía.
Fanatizado con el rock, a mis 14 o 15 años solía pintar el nombre de mis bandas favoritas en los bancos de la escuela. Una tarde, entró en la clase de inglés y preguntó: “¿A quién le gusta Memphis, La Blusera, Los Redondos y Aguante Baretta?”. Percibiendo cierta complicidad melómana, alcé mi mano. “¡Genial! ¡Hoy te quedás después de hora a limpiar todos los bancos que estén pintados!”, me espetó. La hizo bien.
Recuerdo una arenga esperanzadora (“El mundo no es una mierda”, arrancó diciendo), que en resumidas cuentas nos exhortaba a ser buenas personas, a escaparle a la lógica del modelo neoliberal que imperaba en los 90. Solía recordarnos lo mal que la había pasado en la dictadura, cuando ser adolescente te transformaba automáticamente en una persona sospechosa. Y también nos dejó una enseñanza valiosa cuando se tomó unos largos meses de licencia para acompañar a su amigo Jorge “Vitrola” Ghisso, como preparador físico del Club Atlético Atlanta (¡lograron el ascenso!).
La semana pasada, la mamá de Jujo me contó que su madre, Mónica Carozzi (la cuñada de Jorge), había grabado un disco como autoregalo por su cumpleaños de 70. Me generó curiosidad, desde ya. Pero comencé a escucharlo, debo confesar, con cierta desconfianza. Lo primero que me encantó de Señales en el río, además del título, es esa portada que rescata un imágen de los populosos balnearios de los años 50 en la Costanera Sur del Río de la Plata. Luego, su poética luminosa y melancólica, que tiene su origen en el enganche con el tango de Carozzi en las noches del Bar El Faro, de Villa Urquiza, con esa troupe de porteños incorregibles comandada por el enorme cantor Cucuza Castiello, que pone su voz en “Avellaneda” la canción que cierra el disco. Mónica (docente, escritora y pedagoga) se salió de su zona de confort para grabar este precioso álbum de canciones criollas, sabiamente producido por Santi Martínez, tecladista de El Kuelgue.
Más allá de los grados de separación, la vida está llena de sorpresas. En una reciente publicación de Facebook, Pablo Marchetti subió unas fotos con el siguiente epígrafe: “El tipo que duerme en la calle lee a Raymond Queneau en francés. Y así fue como nos metimos todos nuestros prejuicios en el ojete”. Me acordé, inmediatamente, del par de libros de estética cartonera del Proyecto Calle, que incluyen fotografías tomadas por personas que, por diversas situaciones, han tenido que vivir en la calle. Son 80 postales seleccionadas entre las 4656 fotos reveladas, tomadas entre 2002 y 2020, en cámaras descartables entregadas por Jorge Mazzinghi, director del proyecto. La potencia, la profundidad y la belleza de esas imágenes se imponen por sobre cualquier preconcepto, por sobre cualquier prejuicio.
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