Borges inédito. Fantasmas evocados en la última primavera
Existen en el periodismo diversos tipos de primicias. Están aquellas que anticipan la noticia urgente; las que ventilan a la luz, gracias al virtuoso oficio del investigador, asuntos relevantes que se mantenían ocultos al ojo público, y las que revelan por vez primera una expresión cultural que desde el instante mismo de su publicación se incorporará al acervo intangible de una sociedad. A las primeras, además de la pericia periodística, suele acompañarlas una dosis no desdeñable de azar. Para que las últimas sean posible, en cambio, debe intervenir un elemento diferente, aquel que un medio adquiere con el tiempo y la consistencia de sus virtudes editoriales: el prestigio. Solo él lleva a un intelectual o a un artista a hacer de un medio el digno depositario de su obra y sus ideas.
A lo largo de sus 150 años de vida, LA NACION ha tenido el privilegio de ser, innumerables veces, el vínculo original entre aquellas expresiones y su audiencia. Lo atestiguan así cientos de páginas con las rúbricas de Rubén Darío y de Victoria Ocampo, de Miguel de Unamuno y de Jorge Luis Borges. Hoy, siguiendo esa inalterable tradición, este medio publica, a 34 años de su muerte, un texto inédito del mayor escritor argentino, dictado en el linde de su existencia, a finales de 1985, para redimir un olvido, el de un desertor y su fusilamiento bajo las órdenes de su abuelo, el coronel Francisco Borges.
Una de esas ocasionales revisiones de archivos y papeles viejos hizo posible el hallazgo, hace unas semanas, en el departamento de María Kodama. La viuda de Borges, al releer después de tantos años aquel manuscrito sobre el destino de Silvano Acosta, jamás hecho público, decidió que debía cumplirse con la voluntad del escritor, manifestada en esas mismas líneas, y darlo a conocer. Contactó entonces a Norberto Frigerio, director de Relaciones con la Comunidad de este diario, para poner a disposición del medio la pieza inédita. El periodista cultural Pablo Gianera, que el año pasado entrevistó a Kodama para LA NACION revista, tuvo enseguida conocimiento del hallazgo y lo acercó a este editor. Fue un camino acaso natural para un texto de Borges el que lo llevó a estas páginas, tantas veces transitado por sus versos, como recuerda José Claudio Escribano en esta edición.
¿Qué habrá impulsado a Borges a evocar esos fantasmas en su última primavera porteña? ¿Qué cuentas ajenas intentaba saldar al revivir aquella muerte ordenada por su abuelo a orillas del Paraná? ¿Qué piadoso pensamiento hacia aquel traidor lo llevaba a dictar esa página en las tibias habitaciones de su departamento de la calle Maipú, que pronto dejaría para siempre? Gianera desentraña algunos de esos misterios. Otros se los llevó Borges a una tumba lejana, bajo una piedra tallada con la figura de siete guerreros nortumbrios.
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